6/01/2012

Capítulo 8 / El permiso


Raúl se presentó a primera hora, tras el toque de diana, ante su comandante, y su jefe le comunicó que debía ir al despacho del coronel a media mañana para recibir órdenes.
El chico, temblando como un flan, llamó con los nudillos en la puerta del despacho del jefe del regimiento y una voz autoritaria le ordenó que pasase.

“A las órdenes de Usía, mi coronel”, dijo Raúl al entrar.
Y el gran jefe le habló en estos términos:
“Descanse, soldado... el comandante me puso al corriente del problema de su compañero de tienda. Y del suyo, claro. Porque si algo dan los años es experiencia y conocimiento. El capitán ha sido destinado a una misión en el extranjero, así que por esa parte la cuestión está resuelta. Y del asunto no se volverá a hablar.. Entendido, soldado?”
“Sí mi coronel”, respondió Raúl.
Y prosiguió el jefazo: “Entonces ese tema queda zanjado... Y ahora vamos a otra cosa. Sus nuevos destinos... Sí. Me refiero al servicio que prestarán los dos a partir de la semana próxima. Aquí tiene sus órdenes y las de su, llamemos “amigo”. Desde este momento quedan francos de servicio por una semana. Y en la fecha que indican las instrucciones contenidas en esos sobres, se presentarán a mi nuevamente en ese lugar. Eso es todo, soldado. Comuníqueselo a su compañero. Ya pueden abandonar el campamento para disfrutar su permiso”.

Raúl no entendía nada, pero tampoco preguntó. Se limitó a saludar marcialmente y abandonar el despacho del coronel.
Dani estaba en la tienda ya vestido con el uniforme, pero Raúl simplemente le dijo: “Quítate eso y vístete de paisano... Nos vamos... Lía los petates y date prisa...Vamos maricón! No quiero empezar el permiso zurrándote la badana”.
Dani sólo abrió el pico para decir: “Sí amo”.
Raúl se dirigió al mostrador de información en la estación del ferrocarril y cogió un folleto informativo sobre horas y trenes con destino a la ciudad.
Luego le ordenó a su esclavo que cargase con los dos petates y le siguiese.
Dani obedeció como un cordero, sin plantearse cual era su situación ni el motivo por el que ahora se iba de viaje con su amo.
Pero a él no le correspondía otra cosa que callar y cumplir lo que su dueño dispusiese en todo momento.
Salieron de la estación y caminaron hasta una pensión cercana, en la que a Raúl le pareció bien albergarse, hasta que, al día siguiente, pudiesen viajar a la capital del país para pasar unos días de asueto con su esclavo, antes de reincorporarse a su nuevo destino.

El problema es que no andaba muy sobrado de recursos económicos y debía poner remedio a esa pequeña cuestión.
Y que mejor que usar para ello a su propio esclavo.
Al fin y al cabo era su puta y a una zorra se le puede sacar beneficio cuando es preciso.
Y lo mejor era prostituirlo.

Dejaron los bártulos en la habitación de la casa de huéspedes y volvieron a la estación del ferrocarril.
Allí siempre pululan por los servicios tíos de todas la edades buscando sexo y Dani era lo suficientemente guapo como para tener éxito para enganchar algún cliente que le pagase por una mamada.
Raúl le mandó merodear a la puerta de los urinarios. Y en cuanto él viese un posible cliente, Dani entraría para ponerse a mear a su lado y provocarle enseñándole la polla empalmada.
Y si el tío le entraba al trapo, el chico le diría al fulano el precio fijado por su amo por una mamada.
O el correspondiente por mamársela a Dani.
Pero si querían el culo del esclavo, ya tendría que negociar el precio con el amo directamente.
Y para eso Raúl se quedaba fuera esperando y vigilando que su puta cumpliese bien con su trabajo y le trajese pronto el fruto de sus servicios.

En algo más de media hora a Dani le salieron dos clientes para mamada y el chico se las hizo a satisfacción dentro de un retrete, puesto que un hombre, ya mayor, incluso le dio más de lo establecido a priori por Raúl.
Pero el otro individuo, que era todavía joven, sólo le dio lo pedido por el trabajo.
Y El amo ya tenía unas perras, pero no eran suficientes aún.
Dani debía esforzarse más para venderse y sacar pasta más de prisa, puesto que Raúl ya estaba cachondo y quería irse a la pensión para darle una somanta por zorra y follarlo hasta por la orejas.


Y apareció otro hombre de unos cuarenta años, bien parecido, que en cuanto vio al muchacho le tiró los tejos, antes de entrar en los servicios, y Raúl presintió que allí podría haber negocio.
Le hizo una seña a Dani para que le entrase y frotándose el índice y el pulgar de la mano derecha le indicó que había dinero para sacar y le dejase claro al tío que era un putito dispuesto a poner el culo por algo de pasta.
A Dani le daba una vergüenza terrible todo eso, pero la voluntad de su amo era su única ley y cumplirla su destino.
El fulano entabló conversación con Dani frente a la entrada del WC y llegado a un punto de la charla ambos miraron para Raúl.
La negociación había llegado al punto de fijar el valor del culo del chico y ese trato sólo el amo podía cerrarlo.
Raúl se acercó con aire chulesco y el individuo le dijo: “Parece ser que es tuyo y tengo que negociar contigo el precio para darle por el culo. Cual es la tarifa para un polvo completo y en mi casa”.

Raúl se lo pensó un momento y respondió: “Si es en tu casa tengo que estar yo delante. Además si se pone tonto tengo que calentarle la cara o el culo y sólo yo le pongo la mano encima a mi chico".
Raúl no quiso decir que Dani era su esclavo, pero si dejó claro que quien mandaba era él y el cuerpo del chaval era suyo.
El cliente accedió pero volvió a insistir en el precio.
Y Raúl habló: “Un polvo con goma y con mamada previa, cien pavos. Y yo mismo le abro bien las nalgas para que se la metas de golpe y le des por el culo todo el tiempo que quieras hasta que te corras”.
Y aclaró el tío: “Es decir, por cada polvo con corrida son cien. Y eso incluye mamadas antes o después de darle por el culo, pero dentro la meto con goma. Y me puedo correr fuera sobre el chico?”
“Sí”, afirmó Raúl.
“Ok. Trato hecho... Vamos. Es aquí cerca”, añadió el hombre.

Y los dos chavales lo acompañaron a su casa para que usase a Dani como a una puta. Raúl le bajó los pantalones a Dani y le enseñó su culo al cliente para que comprobase la calidad de la mercancía, tal y como le había anunciado al hacerle el artículo para ajustar el precio, y le separó las nalgas metiéndole un dedo por el ano afirmándole que el chaval estaba poco usado y casi podía decirse que aún estaba virgen.
Ya se sabe que un comerciante algo fullero intenta siempre aumentar el interés del comprador aunque para ello haya de mentir sobre el producto objeto de venta.

El tío se acercó a la pareja y palpó la carne del esclavo y con un gesto de aprobación dijo: “Bien. Que se desnude del todo y se ponga de rodillas para hacerme una mamada”.
Dani obedeció sin mirar al cliente y se prestó a realizar el servicio, concentrándose en la verga que le metían por la boca para que la chupase.
La práctica es la mejor escuelas y el chico sabía succionar un rabo como la mejor puta del oficio.
Tanto que el fulano tuvo que sacársela violentamente para no correrse y pagar un servicio que aún no estaba completo.
El hombre le dijo a Raúl que pusiese a Dani a cuatro patas sobre la cama y le abriese bien el culo para enfilárselo y clavársela de golpe, lubricado con un poco de saliva que el mismo Raúl le escupió en el ojete al chico.

 La follada no fue demasiado larga, pero le dio con fuerza para que se notase que era un macho activo de verdad.
Y terminado el polvo el cliente le dijo a Raúl: “Cien más si te lo follas tú ahora a pelo y lo preñas... Y para comprobar que le llenas bien las tripas, cuando la saques quiero ver como le sale por el culo la leche”.

Y no hicieron falta más palabras. Raúl, que ya estaba caliente como un hornillo eléctrico, le hundió la verga a Dani en el ojo del culo y le metió brasa hasta que entró en convulsión y con varios espasmos le dispensó tres lechadas que colmaron el vientre del chaval.
Cuando Raúl le saco el carajo del culo a su esclavo, le separó a tope la carne de los glúteos, forzando la abertura del ano, para que el pagano viese los borbotones de semen que cagaba Dani, tirándose algún pedo que otro por el aire acumulado con tanto bombeo.


A la puta, su dueño le había prohibido correrse durante el trabajo, así que su pito se mantenía tieso y pringoso de babas y sus huevos seguían llenos e inflados por la presión del esperma elaborado en su interior.

Pero el cliente se puso cachondo viendo el polvo de los muchachos y quiso volver a montar a Dani, previo pago de otros cien pavos.

Y de ese modo el negocio fue todo un éxito desde el primer día. Durante el resto de la tarde podrían sacar algo más y a Raúl le quedaba toda la noche para ponerle el culo a su esclavo como una amapola pisada por un mulo al borde de un camino.

Y al día siguiente, con el bolsillo de Raúl forrado con más dinero del que esperaba, subieron a un tren con rumbo a la capital.
El amo, además de un esclavo, también tenía un chollo para ganar pasta alquilando el cuerpo de su puta zorra para uso sexual.

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