5/29/2012

Capítulo 7 / La decisión


Raúl andaba nervioso y no estaba seguro de que el capitán no tomase represalias contra él, dadas las sospechas fundadas, negarlo sería echarle mucho morro por su parte, y la cosa se había desmadrado demasiado para no hacer algo que contrarrestase el posible ataque del sulfurado oficial.

Y el joven soldado tomó una decisión. Podría haber optado por cambiarse de tienda y no volver a follarse a Dani, pero consideró que lo más seguro era librarse del capitán e intentar no perder al esclavo.
Al fin y al cabo nunca encontraría una tía tan sumisa ni tan dispuesta a hacer cuanto a él le saliese de los cojones.
Y si no tenía un par de peras, como a él le gustaba, pues a cambio le zurraría y le daría hostiazos hasta en la cédula de identificación militar, para compensar la falta de mamas donde poder agarrarse mientras enculaba a Dani.

Y sin pensarlo dos veces, en cuanto se presentó al comandante para el servicio, le espetó a su jefe la situación vejatoria de que era objeto su compañero de tienda por parte del oficial del que era su asistente.

El comandante frunció el ceño y miró fijamente a Raúl.
Se dio un paseo por el despacho, cabizbajo, y se asomó a la ventana agarrándose las manos sobre el culo.
Y dijo sin volverse hacia Raúl: “Es muy serio lo que me cuentas... Si llega a saberse lo que insinúas, podría costarle a tu compañero varios años en un castillo. Y a ti también. Estáis involucrando a un prestigioso militar, achacándole una conducta impropia de un oficial y que mancilla el honor del ejército”.
“Señor...”, quiso decir Raúl, pero el comandante, girándose hacia él, lo interrumpió: “No digas nada... Voy a confesarte dos cosas... Una, es que nunca me gusto ese jodido engreído, que va comiéndose el mundo luciendo sus medallas y heridas de guerra. Y la otra es que siempre sospeche que no era trigo limpio ese cabrón. Un soltero, al que nunca se le conoció una novia... Y siempre hubo habladurías sobre su conducta algo rara con los asistentes que tuvo a su servicio... Pero eso no quita para que sea viable formular contra él una acusación semejante. Es demasiado grave este asunto... No hables de esto con nadie y deja que piense una solución. Vete y vuelve más tarde. Ya veré como enfoco el problema de tu compañero. Raúl, para todo hay que tener un planteamiento y sobre todo establecer la estrategia adecuada... Puedes marcharte”.
“A sus órdenes mi comandante”. Y Raúl volvió pensativo a la carpa, en la que ya estaba Dani sentado en su catre y mirando al suelo.

“Qué coño miras, guarra?”, preguntó el amo.
“Nada”, respondió el chico.
Y le cayó un lechazo en todo el morro acompañado de un grito: “Háblame con más respeto, furcia! Que ya me has complicado la vida más de lo que merece darte por el culo”.
“Perdóname, Raúl”, contestó Dani.
Y otro mandoble, esta vez en el coco, y la voz de Raúl airada: “Ni pronuncies mi nombre, que sólo eres basura. Llámame amo que es lo que soy para ti. Tú puto amo, escoria!”.
Y Dani resignado, pero lleno de alegría por dentro, le obedeció: “Sí, amo... Perdón, amo”.
Si eso era lo que Dani deseaba. Ser el esclavo de Raúl y que éste se considerase su amo. Su dueño. El único con derecho a usarlo y poseerlo.
Y entonces se levantó y, dándose la vuelta, se bajo los pantalones y los slips y le mostró a su amo el agujero del culo con un tapón de cera dentro, impidiéndole la entrada y salida de cualquier objeto o sustancia.

Raúl se quedó de piedra y exclamó con la boca medio abierta: “Y eso!”
Y Dani contestó: “Es lo último que se le ocurrió a mi capitán para que nadie, que no sea él, claro, me meta una polla por el culo. En realidad me dijo que era para que tú, perdón, tú, mi amo, no puedas follarme por las noches. Así, hasta que por la mañana no vaya junto a él, no me quitará el tapón y en cuanto me folle o me meta lo que se le ocurra, me lo pone otra vez”.
“Y cuando cagas?” preguntó Raúl aún sin poder creer lo que estaba viendo.
“Mi amo, tengo que ir a que me lo quite, luego voy al retrete con mi botella de agua mineral vacía y la relleno con agua templada para limpiarme mejor. Vuelvo, me usa y una vez que me llena la barriga con su mala leche, derrite una vela encima de mi ojete y se forma el tapón otra vez. Las armas no las manejo muy bien, pero en ponerme lavativas ya soy un experto. Y eso es lo que me pasa ahora, amo. Tengo el culo clausurado y me advirtió que si me quitan el tapón de cera, el siguiente será con lacre. Ya pidió una barrita a intendencia diciendo que era para cerrar y sellar documentos importantes. Ya ves, amo. Mi culo ahora es un importante secreto militar. Y si tú me quitas el tapón para follarme, mañana me lacrará el ano mi capitán”.

  
“Pero eso duele!” señaló Raúl.
“Sí, amo. Quema y arde bastante”, puntualizó el chico.
“Vamos. Sígueme”, le dijo Raúl a Dani. “Pero súbete los pantalones, joder!. Ya sólo falta que andes por el campamento con el culo al aire y un trozo de cera metido por el ojete. Date prisa, coño!”
 Y ambos chavales salieron de la tienda en dirección al despacho del comandante.
“Me da su permiso, mi comandante?” dijo Raúl poniéndose firmes al entrar en el despacho de su jefe.
“Qué pasa, Raúl”, preguntó el militar.
Raúl empujó a Dani, lo giró de espaldas a su Jefe y le bajó los pantalones y los calzoncillos hasta los tobillos.
Dani, rojo y muerto de vergüenza, no veía más que la punta de sus botas.
Y el comandante se quedó pasmado viendo el culo precintado del muchacho, y preguntó: “Fue el capitán?”
“Sí, mi comandante”, contestó Raúl.
Y su jefe dijo: “Soldado, queda relevado del servicio hasta nueva orden. Yo asumo toda la responsabilidad ante su capitán. Raúl, acompáñalo a que se quite eso inmediatamente y no lo dejes solo hasta que yo te mande aviso de nuevo. Ah. No vayas a la tienda. Quedaos en esta dependencia. Hay un cuarto que no se usa al lado de la sala de reuniones. Ahí no lo buscará el capitán. Podéis iros”
“Sí, mi comandante”, respondió Raúl.
“A sus órdenes, señor”, dijeron los dos chavales antes de cerrar la puerta del despacho del comandante.

A Raúl le iban saliendo muy bien las cosas y no sólo volvía a poder disponer de su esclavo, sino que incluso su jefe le dejaba libre de obligaciones y le proporcionaba un lugar seguro para usar a Dani sin problemas. En bandeja se lo dejaban al chico!
Ni a Fernando VII se las ponían así.
Ya se estaba relamiéndose, porque ver el culito de Dani como una botella de vino añejo, cerrado con cera, le había puesto la polla como un trabuco cargado de pólvora. Y no veía el momento de arrancarle el tapón de golpe para descorcharlo y servirse a placer de su jugoso agujerito.
Y en cuanto estuvieron solos, cerró con llave la puerta y volvió a ponerle el culo al aire y en pompa sobre sus muslos y le quitó de un tirón la cera del ano, sin que pudiese depilarle nada porque Dani no tenía vello en el culo.

Ahora ese rosado esfínter, enrojecido por la cera caliente, ya era exclusivamente suyo. El coño de su puta sin tetas, que sabía mamársela como nadie.
Y para entrar en materia le arreó unos cachetes en las nalgas, marcándole bien los dedos, y una vez caliente por fuera le clavó la verga para dejárselo con la misma temperatura por dentro.

 Pero Dani sólo podía estar agradecido a su joven amo por haberlo libertado de su indeseable opresor y cuanto más daño le hacía al follarlo, más se abría de patas para entregarse a él, separándose las cachas con sus manos y dejándole bien a la vista el ojo del culo.
El chico hubiese parado el tiempo para que ese momento de disfrute de Raúl no tuviese fin.
Tenía que darle tanto gusto en la verga, apretando el esfínter, que, Raúl, jamás volviese a querer otro coño ni otro par de tetas que los de su esclavo.

De pronto, al pobre chico le pareció que por fin la suerte empezaba a sonreírle, a pesar que Raúl le destrozaba el culo a pollazos y azotes, sin dejar de insultarlo ni escupirle en la boca, cuando el muchacho retorcía la cabeza pidiéndole con los ojos un beso.
Pero lo comprendía, porque su amo era un macho y él solamente un puto esclavo que no debió nacer con cojones, sino con un buen par de tetas para gustare más a su dueño.
Incluso pensaba que lo mejor que podría hacer Raúl con él, era meterle hormonas y convertirlo en mujer si lo prefería de ese modo.
O ponerle un par de peras de silicona para amasarlas al montarlo como a una perra.



Sin embargo, Dani andaba un poco despistado respecto a lo que verdaderamente le atraía a Raúl desde la primera vez que se lo folló en la tienda.
A Raúl le gustaba el chico tal y como era.
Con su pito, sus pelotas, su pecho duro, con dos pequeños pezones pardos, y su vientre plano.
Y, sobre todo, su culo.
Ese par de nalgas tersas y redondas, duras y firmes como piedras, que guardaban un agujero sonrosado y apretado, que le exprimía la polla hasta dejarle los cojones sin gota de leche dentro.

A Raúl le agradaba oler al muchacho tras las orejas y por el cuello mientras le daba por el culo, pero su hombría no le permitía admitir tales cosas y su venganza era insultarlo, pegarle y lanzar sobre Dani el desprecio que sentía por si mismo al notar como su pene se endurecía y palpitaba tan sólo con pensar en poseer al otro chico.

Una dura batalla para peleársela solo un crío de diecinueve años, teniendo enfrente a otro un año menor que él, más débil, apocado y perdidamente colgado por su compañero.
 Raúl, el amo y dueño de existencia de Dani, era un homosexual reprimido tan cabrón como el puto capitán y desde el primer asalto ya tenía esa guerra perdida.
Y la decisión de Dani no contaba para él, pero también estaba tomada.

Sería de su amo mientras éste no lo tirase a un estercolero por no tener tetas y un coño auténtico.

5/26/2012

Capítulo 6 / La sumisión


Dani tenía claro cual era su destino.
Sería el esclavo de un amo que quisiese aceptarlo y usarlo y él rogaba para que Raúl fuese su dueño para siempre.
Le serviría sin condiciones y sin rechistar por nada de lo que quisiese hacerle.


Le pertenecería en cuerpo y alma, pero lo malo es que mientras estuviesen en el ejército y Raúl no tuviese a mano un coño de verdad, con un buen par de tetas, como siempre decía, podría ser posible ese sueño.
Después, quién sabe a manos de quién pasaría.
Otro amo al que no le importase que hubiese sido usado anteriormente, o iría como una puta rastrera mendigando que un macho se dignase follarlo y ponerlo en su sitio a hostia limpia.
 Pero por el momento lo que obsesionaba a Dani era ser de Raúl y su problema y objetivo principal consistía en librarse del capitán.

A pesar de las maniobras, los días en el campamento eran un infierno puesto que el puñetero capitán hacía cuanto estaba a su alcance para disponer de tiempo y joder a su asistente.
No había una sola jornada en que no le diese por el culo un par de veces y tuviese que mamársela otras tantas, además de prestarle los humillantes servidos de limpiabotas, urinario y soportar bofetadas y patadas a mazo.

El muy animal parecía como que hubiese perdido el juicio y no le importase que alguien se enterase de lo que estaba pasando dentro de su alojamiento entre él y su joven asistente.
Y a Dani cada vez se le notaba más cansado e incluso arrastraba penosamente los pies cuando recorría el espacio que separaba la tienda compartida con Raúl y los aposentos de su jefe.
La vuelta era más rápida y hasta se podía asegurar que iba alegre y con una sonrisa de oreja a oreja, imaginado ya lo que le esperaba a manos de su camarada al traspasar el umbral de la carpa.

Raúl cada vez era más brusco con su compañero, mejor dicho con su esclavo, puesto que ya no había ningún disimulo en la relación mantenida por ambos jóvenes.
Y lo trataba como a la última mierda sobre la tierra, usándolo sin miramientos ni piedad.
Lo de menos (bueno, lo demás para Dani) era como le daba por el culo, casi en seco y con más brutalidad a medida que el ritmo de las acometidas aumentaba.
Dani no sentía ningún placer físico en ello, entendido como gusto o sensación agradable.
Su mente se calentaba y su polla se excitaba por el morbo y el hecho de ser usado y sometido por el noble bruto, que lo montaba sin la menor preocupación de lo que le pasara a la zorra de la que se servía para satisfacer su lujuria.
Y zorra era lo más cariñoso que salía de la boca de Raúl al referirse a su camarada esclavo.

Tampoco se comedía el mozo al darle de hostias ni patearle el culo al menor descuido o despiste del muchacho al servirle algo o lamerle el culo, los pies o las botas.
Eso daba igual, porque para Raúl ya era menos que una palangana para lavarse sus partes o mear sin necesidad de salir de la tienda e ir a las letrinas comunes.
Dani ya se tragaría su meo o lo mantendría dentro de la barriga hasta poder expulsarlo por el culo en el retrete.

Y todo eso para Dani era el cielo. La gloria sólo empañada por la voz y la presencia de su capitán sobre la tierra.
Por qué un rayo no lo partiría en dos, pensaba Dani cada vez que tenía que verlo delante.
No recordaba odiar tanto a nadie en su vida como a aquel cretino, hijo de la gran zorra que lo parió.
Le haría tragarse todos sus medallas hasta asfixiarse con ellas.

Pero cómo sería posible que Dani se liberase del cautiverio de servir de asistente al cerdo que llevaba los galones de capitán.
Eso no sólo era difícil sino prácticamente imposible mientras estuviese en el ejército.
Y si abandonaba el uniforme, también perdía a Raúl.
 Estaba en una encrucijada complicada y nada sencilla de resolver. Y menos para un pobre y humilde soldado marica.

Aquella tarde, sobre las siete, el capitán se pasó por la tienda de los dos muchachos para comprobar con sus propios ojos como se había instalado su asistente y ver de cerca al soldado con el que Dani compartía el alojamiento y pasaba las noches en su compañía.
El capitán debería conocer también a Raúl, por ser el asistente de un comandante, pero no era así.
Al no estar dicho oficial en la compañía de estado mayor, su relación con él no era ni habitual ni mucho menos fluida.
Y además no era frecuente que un oficial se fijase en un puto soldado, aunque lo tuviese delante de sus narices asiduamente por prestar servicios para otro oficial, cuyo destino fuese más cercano al del capitán que el del jefe de Raúl.
Lo normal sería que al capitán le importase un puto carajo lo que hiciese Dani cuando no estaba a sus órdenes asistiéndole, pero no era este el caso, puesto que el papel del chaval al lado de su jefe era más el de su zorra que otra cosa.
Y a uno que va de macho por la vida, sí le importa lo que haga a sus espaldas su concubina.
Y le preocupan los cuernos que le ponga, más por el posible escarnio de otros machos si se enterasen que era un cornudo, que por la traición misma del engaño.

 Y la obsesión del capitán por Dani, le estaba trastornando la cabeza al oficial, hasta tal punto, que no distinguía la diferencia entre un culo y un coño.
No era consciente que pretendía guardar y preservar al chico de otras pollas, como si su honor estuviese unido al ojo del culo del muchacho, cual delicado chocho de una dulce doncella.
Porque dentro de su mundo machista y homofóbico no podía concebir que también existiesen cinturones de castidad para el culo de un tío, ya que de estar más puesto en el surtido de artículos de este género, Dani tendría que esperar a que su capitán le abriese el candado del casto artilugio para poder cagar.

El capitán entró en la tienda, pisando fuerte, y sólo encontró a Raúl en calzoncillos, tirado boca arriba sobre el catre y papando moscas, dejando ver bajo el slip el bulto de una respetable polla morcillona.
El chico se puso firmes de un salto y el oficial le preguntó por su asistente, con estas palabras: “Soldado! Dónde está el inútil, hijo de perra, de mi asistente?
...Qué hacías, cabrón? Tocarte las pelotas tú solo o te la estuvo chupando ese puto imbécil. Porque ahora sólo hay maricas en este ejército. Hasta os ponen bragas como a la mujeres! Vístase, marrano! Cree que es manera de presentarse ante un oficial?”
Y Raúl contesto: “No, mi capitán... Lo siento, señor. No volverá a repetirse, señor... De todos modos, mi capitán, es usted el que vino a mi tienda cuando aún estoy en tiempo de descanso y no presto servicio a mi jefe, el señor comandante. Por eso estoy en paños menores, señor”.
Pero el capitán se puso bravo y le gritó: “Cállese, puto deslenguado! Cómo se atreve a dirigirse en esos términos a un oficial superior! Yo entro donde me sale de los cojones! Y voy a meterles un puro a los dos que se van a cagar!”
 Y el capitán se marchó antes de perder más los papeles y ponerse más en un absoluto ridículo.

“Esta vez me libre por pelos”, se dijo a media voz, Raúl.
Y hablando un poco más alto, añadió: “Casi nos cacha, este cabrón! Aún me va a caer un paquete por follarme a su zorra”.
Y en esto entró Dani, que venía de evacuar para no ir a ponerse a las órdenes de su jefe rezumando leche por el culo y con el trasero de los calzoncillos mojado, después del par de polvos que le había metido Raúl durante la siesta.
El chico se extrañó de la cara con que lo recibió su amo-compañero, y se atrevió a preguntar: “Qué pasa?”
Y el otro le respondió de mal humor y con los peores modos imaginables: “Pasa, zorra! que tu jefe vino a buscarte, porque está mosca, y me la estoy jugando por tu culpa! So puta! Lárgate a ponerle el culo y ya puedes hacer un buen trabajo con la boca y el coño para que no sospeche que ya te he dado una buena ración de polla esta tarde. Menos mal que con las hostias que te metí en los morros no te reventé la boca y, encima, fueses sangrando por el labio, para terminar de joderla! Sal cagando hostias de aquí que me vas a buscar la ruina!”
 Dani se fue con la sola ilusión de que un camión a toda leche lo aplastase y se presentó ante su capitán.


Ya lo esperaba con la fusta en la mano y no hizo falta que dijese nada para que el chico supiese que le tocaba hacer.
Se dobló sobre la mesa y se mordió los puños, apretándolos hasta clavarse las uñas en las palmas de las manos, y cerro los ojos esperando la descarga de latigazos que le moliese el cuerpo por todas partes.

Y la lluvia de golpes no se hizo esperar. El muy bestia de su jefe, esta vez ni se molestó en desnudarle el culo y lo breó con toda la fuerza de su locura y los traumas inconfesables que le roían el alma.
Luego vinieron los insultos, las humillaciones, el abuso sexual de su cuerpo, pero al chico todo le daba lo mismo, porque su corazón ya se lo había roto su amo-camarada con su desprecio y dejándole claro que una boñiga seca le importaba más que él.




Cuando Dani regresó junto a Raúl, tan sólo era un espectro digno de misericordia. Algo que no esperaba encontrar en su Joven amo, al que solamente le servía como una jodida muñeca hinchable, que al perecer ya podía tirarla a la basura puesto que se la habían pinchado y no valía para usarla de nuevo.

Pero, en cualquier caso, Raúl mandaba y a Dani únicamente le quedaba obedecerle sin pensar en otra cosa que no fuese complacer a su dueño, ni sopesar las consecuencias de su servidumbre dada la persistente obcecación de su capitán.

5/23/2012

Capítulo 5 / La sospecha


Tan sólo eran las cinco de la tarde, hora propicia para los toros, pero para verlos en el coso y no para tener que lidiarlos.
Más, si el morlaco es un jodido castrón con fama de héroe.
Pues a esa ahora él capitán ya estaba requiriendo los servicios de su asistente y sin digerir del todo la comida y soltando eructos, le ordenó: “Imbécil, prepara la cama y descálzame que voy a dormir una siesta”.

Eso podía significar solamente lo que decía o por el contrario que lo que debía preparar era la boca y el culo para satisfacer la lujuria de aquel cerdo, que cada vez le repugnaba más.
Sobre todo cuando ya había probado otra polla y una leche mucho más caliente y que le entraba por la tripa con más fuerza que la del puto capitán de los huevos.

A Dani no le quedaba más remedio que obedecer a todo, sin olvidar decir bien alto ”si señor. A sus órdenes, mi capitán” y toda esa parafernalia cuartelera tan propia de las pelis sobre el ejército, sobre todo el de USA o el británico.
El chico puso el culo en posición de patada, agarrando con las dos manos la bota de caña alta de su jefe, y el bestia le asestó un empujón con la otra pierna que lo lanzó contra la mesa.

Frotándose el coscorrón de la frente, repitió la operación con la otra pata del puto mulo y esta vez fue a parar al suelo directamente, dándose de morros en un aparato propio para descalzarse, pero que el cabrito del capitán no usaba puesto que prefería a su asistente para ese y otro usos mucho más denigrantes.

La siguiente orden fue: “Lámeme los pies, jodido vago!”
Y Dani hizo de tripas corazón para poder acercar la boca a un tufo imposible de soportar, pero los lamió, los chupó y hasta se los besó, con tal de que al tío le diese el sueño y no quisiese que le comiese la verga y menos que le follase esa tarde.
Tenía el ojete destrozado y abierto por los vergazos de Raúl, que se había pasado un pelo dándole por el culo, y no creía que soportase otra sesión de rabo.
Pero lo más grave es que, o el capitán era bobo, que no tenía motivo para creerlo, o se daría cuenta que en aquel agujero había entrado otro inquilino hacia poco.
Y eso sería la guinda que rematase al chico definitivamente.

Oiría las trompetas del Apocalipsis y su final había llegado de la mano del ángel exterminador del infierno.
Y desde luego al fulano sable no le faltaba porque era de caballería.
Y lo que Dani temía llegó.

El capitán le dijo: “ Para ya con los pies, mamón! Ahora la polla, que debe estar cocida de llevarla todo el día dentro de estos pantalones que me achicharran de calor.
Cocida! Había dicho cocida el muy guarro! La tenía podrida a tenor del puto hedor que echaba el trozo de carne pringosa y cubierta de requesón que se sacó de la bragueta el puto cochino del jefe del muchacho.



Dani tuvo que pensar en la polla de Raúl y cerrar los ojos para darle el primer lametazo a semejante porquería.
Pero la mamó también y una vez pasado el primer mal trago, a fuerza de limpiársela con su saliva hasta cogió otro aspecto y sabor.
Y por supuesto dejó de oler tan mal.
Y también se cansó el jefe de la mamada y vino lo irremediable.
El culo.

Quería el culo del muchacho.
Dani no sabía que hacer pero nada podía evitar con resistirse, si no quería poner peor las cosas.
Y se entregó al sacrificio como un cordero pascual.
El capitán le dio la vuelta y le separó las nalgas.
Sin decir nada lo puso boca abajo sobre sus rodillas y empezó el examen.

Abrió el ojete con los dedos.
Metió uno dentro. Se fijó en la pequeña fisura. Metió más adentro el dedo. Hurgó. Lo sacó. Lo olió. Lo hundió otra vez en el culo del chico y después de hurgar otro ratito lo sacó y lo olió más despacio.
Y gritó: “Que te pasó en el culo, hijo de puta!... con que te hiciste esta herida?.. Habla o te capo, maricón!”

Y todas esas preguntas y amenazas fueron acompañadas de unos puñetazos terribles en las nalgas.
Dani no sabía como salir del paso, pero habló: “Mi capitán, me lastimé con una botella. El plástico estalló y me rascó el ano, señor”.
Pero el capitán no tragó: “Me tomas por tonto, gilipollas? Qué coño es eso de una botella?  Es que te masturbas el culo con eso a falta de mi polla, maricón?  Eres una guarra de lo peor, Explícame eso o te meto un tiro por el culo aquí mismo!”

Dani estaba cagado de miedo y de no haberse vuelto a limpiar las tripas con otra botella de litro, hasta echar cuanto le quedaba del semen de Raúl, seguro que pondría el suelo de la tienda de su capitán salpicada de leche o de restos de cualquier otra cosa. Vamos, como un cagadero de la letrinas sin limpiar en tres días.
 Y se explicó mejor: “Señor, para estar limpio para que me folle, me metí un litro de agua con una botella y al apretarla se rompió un poco el borde y me raspó el ojo del culo. Por eso tengo esa herida, mi capitán”.

El oficial abrió un maletín y sacó unas bridas, espuelas y fusta y dijo: “No me creo nada, pero por si crees que soy idiota, te voy a dar un buen escarmiento para que aprendas a no ponerle el coño a otra verga que no sea la mía... Ponme las botas otra vez y cálzame las espuelas...No me oyes, cretino? Más rápido, hijo de mala madre, que te voy a montar como a una potra sin domar”.

Y dicho y hecho. El capitán le hizo morder un bocado con bridas y se montó sobre el lomo del chaval, azuzándolo como a una caballería y fustigándole las ancas con un látigo corto, y para mayor realismo lo espoleó clavándole las espuelas en los muslos.
El chico sangraba y con el peso de aquel bruto innoble se derrumbó en el suelo, babeando y llorando de dolor y rabia.
El capitán le echó alcohol en las llagas y lo tiró boca arriba sobre la cama, follándoselo con las patas en alto.
 La fisura se le abrió otra vez y el esfínter también le sangraba como la parte baja de las cachas.
Y tuvo que limpiar de nuevo las botas de su capitán para sacarle brillo a lametadas.

Dani volvió a su tienda hecho una pena, casi sin poder andar y con el culo roto y el ano enrojecido como un fresón aplastado y pisoteado por un caballo.
Y allí y en ese estado, tuvo que enfrentarse a la mirada escrutadora de Raúl. “Te ha vuelto a follar ese chulo?” le espetó el otro soldado.
“No puedo más Raúl”, le dijo el chaval aún llorando y amargado por su destino en el ejército.
“Contestame, cuando te pregunte!”, le chilló el otro y le arreó un castañazo en la cara que lo tumbó la suelo.
Y Dani le contó a su compañero, mostrándole las heridas: “Sí... Sí me folló y me montó como a una potra y mira... Me clavó las espuelas para que no volviese a ponerle el culo a otro... Eso es lo que me hizo además de azotarme con su fusta”.

Pero el consuelo de Raúl no fue todo lo que Dani esperaba.
Cogiendo un botiquín le dijo: “Ese gilipollas no sabe como curar, pero al menos el cabrón de mierda sabe tratar a una zorra como tú que va buscando pollas para que se las metan por el coño”.
Le puso un desinfectante y le tapó con gasa las marcas de los puyazos y después añadió: “Luego vete a lavarte y procura que nadie se de cuenta de todo esto. Y vuelve como una centella. Y esta noche, por culpa de ese mamón, me voy a quedar sin poder follarte porque te dejó el coño hecho mierda... Pero ya se me ocurrirá algo para hacer contigo cuando todo esté en silencio... Quítate toda esa ropa y no tardes en ir a límpiate puerca!

Dani, con una mirada desgarradora le dijo: “Yo soy un hombre y no tengo coño ni soy una puta de mierda. Sólo me gusta que un tío como tú me folle”.
Y Raúl se rió con gesto de burla y contestó: “Tú eres un puto marica! Y una basura de tu especie en un cuartel sólo sirve para ser la zorra de la tropa y poner el culo, que es un coño para usarlo los machos. Y la boca, claro. Porque haces unas mamadas del carajo. Esta noche me vas a comer el culo, cabrón.


Seguro que me lo dejas como una patena de limpio, como para no volver a usar la mierda del papel higiénico que nos dan, que rasca como la lija. Además ya estarás acostumbrado de tanto lamérselo al capitán. Y desde ahora me limpias también mis botas con la lengua. Mientras sea tu jefe ese mal nacido. eres su asistente. Pero desde este mismo instante serás mi esclavo”.

No cabe duda que Dani podía estar contento.
Había conseguido su deseo de ser usado por Raúl.
Lo que pasa es que ahora, en lugar de tener una bestia sin alma que lo vejaba sin límite, además era propiedad de un amo que lo despreciaba.
Por suerte todavía no lo trataba peor que el jodido capitán, aunque si Raúl le hiciese todas la cabronadas que padecía con su jefe, no le hubiese importado.

El mozo guapo, fuerte y moreno, le gustaba. Lo deseaba y sentía placer tanto con su sexo bestial, como con sus desprecios y malos tratos.
Quería ser suyo a costa de lo que fuese necesario para complacerlo.
Pero también deseaba que se apropiase de él en exclusiva para librarlo de los abusos de eso otro animal al que Dani odiaba.
Y eso era con lo que soñaba cada noche el martirizado joven.

Dani ya era consciente de que había nacido para ser el esclavo de un macho, sin límite de ninguna clase para servirlo y darle todo el placer que su dueño exigiese de su puta. Pero todavía pretendía tener derecho a ser él quién eligiese a ese macho que sería su señor.
Y nada está más lejos para un puto objeto de uso sexual o de otra clase, que tener voluntad o capacidad de decisión sobre algo.
Ni siquiera respecto al futuro de su existencia.
Y mucho menos para elegir quién ha de usarlo y follarlo.
Pero el paso de los días iba a enseñarle, a base de amarguras y un interminable calvario de vejaciones y abusos, cual sería su verdadero dueño.
Quién de los dos brutos vencería y ganaría la propiedad de aquella puta zorra compartida hasta el momento por ellos.
El culo y la boca del chaval estaban en juego.

5/21/2012

Capítulo 4 / El muerdo


Aquella mañana ya se debió levantar con mal pie el pobre asistente del capitán, porque su jefe le mandó aviso muy temprano para que se presentase a él cagando leches.
Dani perdió el culo por vestirse y salir como una bala en dirección al aposento de su capitán y ni le dio los buenos días a su compañero, pero algo le decía que el horno no estaba para bollos ese día.

El puto bruto lo esperaba sin terminar de ponerse el uniforme y nada más entrar el chico le metió un soplamocos por hacerlo esperar demasiado.


Lo puso contra una mesa de campaña, arrancándole literalmente los pantalones, y le dijo: “Dóblate, zorra, que me va a salir la leche por las orejas de no follarte lo suficiente en estos dos días. Mañana quiero que vengas con otras braguitas más sexis que estos jodidos gallumbos de puto turuta, porque se suspenden las maniobras hasta pasado y tengo todo el día para joderte y darte lo que te mereces por maricón. Abrete de patas, puta guarra!”
"Mi capitán. Un momento, señor”, decía el chaval.
“Qué hostias quieres , jodido cabrón?. Es que ahora te pones mojigata o es que te va que te patee el culo para todo?” le gritaba el cabrón galardonado.
Y el chico repuso: “Mi capitán, necesito ir la retrete o voy a mancharle, señor”.
“Cagar a estas horas?”, dijo la bestia. Y prosiguió: “Por qué no lo has hecho antes de acostarte, puto de mierda? O es que pretendes hacer tiempo para librarte de mi rabo? No será que te folla el puto cabrito que te buscaste de compañero de tienda? Por la cuenta que te tiene ya te libraras de hacer nada con ese o con otro marica de estos putos niñatos que no tienen ni una hostia para romperles la cara y mandarlos a la mierda. Las putas zorras necesitan que un hombre les parta el coño. Y tú eres la mayor guarra que he conocido en mi vida. Venga, pon el culo que si me manchas lo limpias con la lengua, cerdo de los cojones!”.

El chico cerró los ojos y apretó los puños mordiéndose los labios y rezó para que su culo no dejase nada impropio en la puto carajo del burro que ya lo montaba.
El capitán estaba salido de veras, porque en el punto más álgido del éxtasis de la follada, le mordió en la base del cuello, dejándole los dientes marcados en rojo, y no tardo en verter toda su lascivia dentro del chico, que se mordió la lengua para no chillar como un gorrino con el puntazo y el bocado que le metió aquel cabrón.
Y ahora venía la prueba del algodón como en los anuncios de limpiadores domésticos. El oficial sacó el miembro del ano del chaval y Dani no quería ni verlo ni imaginar lo que podría ser tener que lamer su propia mierda pagada en el badajo del jodido militar. Ya olía a rayos el pito del muy cerdo, como para que se lo diese sazonado con otras esencias aún peores.
Le dolía el pescuezo, casi encima del hombro, y oyó a su jefe: “Serás jodido! Debes andar estreñido porque andas muy duro, pero aquí, justo en la punta del capullo, me dejaste una lenteja. Cómetela”.
Y le metió la churra en la boca al crío si darle tiempo a pestañear.
Al asistente le dieron nauseas, pero otra hostia que le puso la cara del revés hizo que también se las tragase.
 Y el capitán le dijo: “Mañana caga antes de venir o te parto el lomo a bastonazos, marrano! Y ahora saca brillo a los herrajes de mi uniforme y lame mis botas, que es para lo único que sirves, puta! Pero no te olvides de pasar la lengua por las suelas que ayer debí pisar mierda de caballo y me huelen mal. Así también te acostumbras a otros sabores más espesos y no montas el número de los vómitos otra vez. Estúpido marica! Voy al cuartel general y hasta la tarde no necesito de tus servicios, sucia ramera”.

Ese era el único motivo de alegría del chaval. Hasta la tarde no tenía que ver al asqueroso capitán y podía estar con su compañero de tienda.
Pero, cómo le explicaría lo del muerdo si se fijaba en su cuello? Además tenía que vaciarse las tripas porque la leche de su jefe, aunque lograse que se corriese al entrarle en el cuerpo, le escocía como lava hirviendo y no podía soportar la sensación de asco que le causaba ese gusto, una vez que sus huevos quedaban vacíos.

“Imagínate que Raúl se decida a follarme y, además de darle asco por estar sucio y sacar la polla oliendo a caca o, aún peor, manchada, note la leche de este hijo de puta dentro de mi culo”, pensaba el chaval. “Tengo que meterme una lavativa y no dejar rastro de nada en mi barriga”, se dijo decidido a limpiarse los bajos para ser usado por Raúl, que era lo que ahora le ilusionaba más que otra cosa.

Estaba claro que su condición era ser maricón.
Y ya era consciente de que sexualmente le gustaba que un tío le diese por el culo bien dado.
Descubrir su auténtica sexualidad era lo único que podía agradecerle al desgraciado de su capitán.
Pero no soportaba el mal trato y las vejaciones continuas a que lo sometía ese bruto hijo de la gran puta, que su jodida madre lo parió cagándolo en una porqueriza.
El problema era cómo se iba a enchufar una lavativa por el culo en las letrinas comunes del campamento. Y de dónde carajo sacaba un irrigador o una pera de goma para hacerlo?
Pero Dani era un tío de recursos y se fue a la cantina a comprar una botella de agua mineral de un litro y medio, de plástico no demasiado duro, y con ella en la mano se fue a un retrete.
El mozo de la cantina le había preguntado si la quería fría o del tiempo y Dani le dijo que muy fría le tomaba la voz y le irritaba la garganta.
Como si el agua le fuese a llegar tan arriba al presionar la botella con las manos, con el cuello dentro de su culo.
Y Así lo hizo el chico. Se introdujo el pitorro del envase por el ano, agachó la cabeza, levantando lo más posible las posaderas y apretó con todas sus ganas el plástico dejando que el líquido invadiese poco a poco sus tripas.
Vaciado el contenido dentro de su vientre, lo frotó con la mano haciendo círculos y al rato un retortijón de pelotas le obligó a sentarse en al taza para cagarse por la pata abajo.

El agua salía con fuerza haciendo ruido contra el retrete y amortiguando un poco el chapoteo de los restos orgánicos del muchacho al caer en ella.
Los pedos eran tremendos y sonaban como redobles en una precesión de semana santa.
Tardó unos quince minutos en desahogarse del todo, pero cuando por fin se subió los pantalones estaba feliz, imaginándose puesto a cuatro patas y con la verga de Raúl dándole caña por el culo.
Hasta podía darle unos azotes porque no le importaría nada y los tomaría como una agradable caricia del guapo muchacho.
Y con esa ilusión entró en la tienda, donde ya estaba su compañero en calzoncillos haciendo flexiones en el suelo como un jabato.

Lo cierto es que el ambiente estaba algo cargado y olía a sudor y a calcetines sucios, pero aquel cuerpo musculoso y atlético le dejaba los sentidos embotados para percibir otra cosa que no fuese el aroma del par de cojones de Raúl.
Y éste le dijo a Dani: “Qué pasa, chaval? Ya terminó de tocarte los huevos tu capitán? Mi comandante se fue con la mujer que vino a verlo y yo estoy aquí mazándome el cuerpo un poco. Venga ponte en calzones y ven a hacer ejercicio... Que chupes la polla no significa que seas tan maricón como para no fortalecer un poco tus músculos. Yo... ya llevo un porrón y empiezan a dolerme los brazos. Quítate el uniforme, jodido!”

“No, Raúl. Estoy cansado. Mi jefe me balda con tanto lustrarle las botas y cepillarle la guerrera”.
Y no le dijo nada sobre si le tocaba las pelotas su capitán, porque lo que si le había sobado bien era otra cosa.
Raúl se levantó y agarró el chico por la espalda diciendo: “Venga que hoy te desnudo yo” y le bajó por detrás el cuello de la camisa, dejando al descubierto el mordisco del capitán.
Y el morenazo exclamó: “Hostias!. Menudo muerdo te han dado! Y eso? Quién te metió los dientes, cabrón? Aquí no hay ninguna guarrilla. No andarás calentando a otro?”
Dani se puso como una grana y quería que un rayo lo fulminase antes de morir de vergüenza.
Y le suplicó a su compañero: “Raúl, por favor. Déjame. No caliento a nadie”.
Pero el otro chaval insistió: “Me parece que hay gato encerrado”.
Y sin más le metió la mano por dentro de los calzoncillos tocándole el culo. Y añadió: “Me lo imaginaba. Fresquito y húmedo. Te fuiste a lavar el culo, verdad?  Y allí un salido te quiso violar y te metió este muerdo. No es cierto?
Dime quién fue y le parto el alma. Pero lo tienes abierto! Joder! Te entran los dedos para dentro. Quién te folló?”

Dani no podía más y se echó a llorar diciéndole a Raúl: “ No me preguntes eso, te lo suplico. Déjame”.
Pero ni Raúl le sacaba la mano del culo ni Dani hacía el menor ademan para librarse del acoso de su camarada de tienda.
Y Raúl prosiguió: “Dime quién te folla, cabrón. Habla o te mato a hostias, maricón!” Dani era un mar de lágrimas y musitó: “No, Raúl. No me pidas eso. Me he ido a lavar el culo para ti. Soy marica pero me gustaría hacerlo sólo contigo. Por favor. No me lo hagas más difícil, Raúl”.

El joven chulo de piel tostada le bajó los pantalones y mirándole los calzoncillos por detrás, dijo; “Y esa mancha es de agua o de semen, zorra?”
Le bajó los slips y le metió los dedos por el culo sin ningún miramiento, hurgando dentro como si buscase algo concreto.
Y le dijo a Dani, cuyas mejillas no podían alcanzar mayor rubor: “Voy a ver si dentro aún tienes leche de otro. Porque joder! te han jodido a gusto para dejarte el ojete así de grande. O es que eres la puta de todo el regimiento?”
Sacó los dedos por el ano de Dani y los olió. Y volvió a metérselos añadiendo: “No huelen a semen pero hay agua dentro. Qué hiciste, puta?”

 El chico casi no era capaz de articular palabra pero dijo: “Ya te lo conté. Me lave el puto culo para ti... Me fui al retrete y me metí por el culo una botella de agua, entera, para estar limpio para que tú me follases”.
“Te la metiste entera, jodido, cabrón?  No me extraña que te hayas dejado el ojete así! se asombró el otro chaval.
“El agua. No la botella, Joder!”, gritó Dani desesperado.
 “Pero eso no justifica el mordisco, guarra... Habla o no te dejo ni un diente en la boca”, le amenazó Raúl, forzándolo a contestar retorciéndole un brazo.
“Me haces daño. Suéltame!” grito el pobre chico.
“Habla!”, grito el otro mucho más cabreado.
Y Dani estalló: “Mi capitán! Es mi jefe el que me folla y me arrea golpes y me llena la boca con su asquerosa leche de burra sin entrañas. Es el capitán!”

Y Dani se derrumbó sobre el pecho de su compañero.
Raúl le dio un empujón y lo tiró de morros sobre el catre.
Y dijo: “Así que eres la puta del capitán! No tiene mal gusto ese hijo de puta engreído. Una putita con un culito de melocotón, sin un puto pelito, y se apropia de un coñito para él solo. Vaya! Qué cabrón! Y a su zorra no le basta con la polla del oficial que busca la verga de un soldado, más macho que su jefe, para que la sacie bien de rabo y leche... Pues ya que quieres polla, claro que te la voy a dar, guarra. Todo un privilegio compartir la puta con un militar con tanto mérito”.


“A la fuerza no. No me violes como ese cabrón... Contigo quiero disfrutar y sentirte dentro”, gimió el chico.
Pero Raúl se rió y dijo: “Ja Ja Ja... Vamos, cerda. Pues claro que vas a sentir mi tranca hasta en la boca del estómago... Abre el culo y no me hagas que te lo rompa a patadas. Verás como te gusta más que te lo parta a pollazos, puta de mierda!”
 Y Raúl amarró a Dani por las caderas y lo empaló de golpe hasta el fondo, levantándole los cuartos traseros casi en vilo.

Lo folló con más violencia y brutalidad que el capitán y no paró de darle fuertes azotes en las nalgas y llamarle puta zorra y apelativos similares.
Realmente lo forzó y llegó a rasgarle un poco el esfínter, pero para Dani el polvo fue diferente al repulsivo acto sexual que se veía obligado a realizar con su jefe.
La verga de Raúl lo llenaba y le destrozaba el interior de su cuerpo, rascándole el recto como una lija devastadora.
Sin embargo, Cada embate, cada pellizco en los pezones, cada golpe bestial en su carne, cada mordisco en su cuello y sus orejas, eran un escalofrío de placer para el chico, porque sentía también el desenfrenado ímpetu pasional de su compañero, que por el calor de su cuerpo, la dureza de su pene y la tensión de sus músculos, le indicaba que en realidad lo estaba gozando y disfrutando como un animal salvaje cubriendo a una hembra de su misma especie, para preñarla y aparearse con ella.

Y Raúl lograba que Dani se sintiese totalmente suyo. De su total propiedad para hacer lo que le diese la puta gana con él. La cuestión que ensombrecía la alegría de Dani era otra. Qué pasaría si el capitán sospechase que ya tenía un rival y otro más macho y bruto que él montaba a su puta?

5/18/2012

Capítulo 3 / La carpa


El trajín del campamento base, donde se instaló el alto mando para dirigir las operaciones de guerra simulada en que debían consistir las maniobras, acaparó la atención de Dani y, para su fortuna, la de su capitán, que formaba parte de la compañía de plana mayor y mando del regimiento, cuyo jefe era un coronel, aún más condecorado y prestigioso que el jefe del pobre asistente.

Desde que llegaron al campamento y en cuanto le quedaron unos minuto libres del acoso de su capitán, Dani se arrimó a los asistentes de los otros oficiales del operativo de mando, y procuró compartir tienda con uno tan joven como él, que estaba a las órdenes directas del comandante de uno de los batallones.
 
El otro chico, a parte de agradable en el trato, la naturaleza había sido generosa con él dándole un físico muy agraciado y con una constitución muscular envidiable. Realmente era un morenazo que llamaba la atención de cuanta mujer (y algunos hombres) ponía sus ojos en el muchacho, tanto por su aspecto varonil como por la mirada algo impúdica con que miraba.


Dani, parecía mucho más crío a su lado y su cuerpo abultaba un poco más de la mitad que el del otro soldado.
Pero ya de entrada simpatizaron y ambos decidieron albergarse juntos bajo la misma lona.
Terminado el servicio con su respectivos jefes, una vez que los dejaron aposentados en sus cómodas carpas, acondicionadas con comodidades por encima de las supuestamente necesarias para la vida y usos castrenses, y que Dani dejó como los chorros del oro el equipo de su jefe, mientras le tocaba las pelotas con improperios, los habituales insultos y una mamada rápida de aquella repugnante polla oliendo a semen reseco, que odiaba con todas sus fuerzas.
Que, de ser más hombre el muchacho, se la arrancaría a dentelladas.

Acabadas todas esas labores, el chico y su eventual compañero de armas, cansados y muertos de sueño, se dejaron caer en sus petates sin quitarse el uniforme ni las botas. Y Dani, dando gracias al cielo por no haber tenido que poner el culo esa noche, miró a su compañero, que ya cerraba los ojos, y le dijo: “Raúl. Duermes?”
 “No... Pero no tengo fuerzas ni para descalzarme”, contestó el chico.
Y Dani insistió: “Si no nos descalzamos, mañana vamos a tener los pies más hinchados y será peor”.
“Descálzame tú”, dijo Raúl, que así se llamaba el otro soldado.
Dani se sentó en el catre y se quitó sus botas y los calcetines, con cierto tufo desagradable, y luego se arrodilló al lado de su camarada y le desató los zapatones de media caña, de los que salió un olor algo fuerte al descalzarlo, y con cierta parsimonia le bajó los calcetines dejándole los pies desnudos.

No es que oliesen bien, pero tampoco era peor que el pestazo de las pezuñas de su capitán, así que no le hizo ascos a los del muchacho y le preguntó sin soltarle los pies : “Te duelen?”.
“Un poco”, respondió Raúl.
Y volvió a decir Dani: “Se dar masajes para aliviar el cansancio...Quieres que te los dé?”
“Sí”, afirmó el otro.
Y Dani, como si fuese una delicada geisha, masajeó las plantas de los pies y los dedos de Raúl, pulsando delicadamente sobre el empeine, hasta conseguir que el joven compañero cerrase los párpados como si ya estuviese soñando con alguna moza a la que tocarle el coño antes de follarla.

 El maltratado soldado se levantó para desnudarse y meterse en su cama y cuando ya estaba en calzoncillos oyó la voz de Raúl: “No sigues? Me gusta como lo haces...Házmelo otra vez”.
Dani se arrodilló de nuevo a sus pies y sostuvo uno de sus pies para comenzar el masaje y Raúl lo interrumpió: “Antes quítame la ropa. Estaré mejor desnudo”.
El asistente del capitán tragó saliva y sus mejillas se sonrojaron, pero se inclinó sobre Raúl y le desabrochó el cinto y los pantalones.
Fue sacando de los ojales cada botón de la camisa del otro chaval y le indicó que se incorporase para poder quitársela.
Y Raúl añadió: “Ahora los pantalones... O me vas a dejar a medias?”
“No... ya te los quito”, respondió Dani, cada vez más azorado.
“Así estoy en la gloria.... Gracias, Dani... Ya puedes seguir con el masaje”, dijo Raúl.

Dani prosiguió su labor e instintivamente acercó su cara a los pies del otro chico y este le preguntó: “Huelen?”
“Un poco... Pero no importa”, contestó Dani, sin dejar de mirar la planta del pie de Raúl.
Y el otro añadió: “La verdad es que después de la paliza que nos han dado hoy no podemos oler a gloria...Joder!... No veas como me apestan a sudor los huevos...Uf...Y el capullo a requesón. Necesitamos un baño, pero bien dado. De esos con gel y espuma con olor a... Yo que sé. A eso que ponen la mujeres en la bañera”.
Raúl se tocaba los genitales metiendo la mano en los calzoncillos y Dani no quiso ni mirarlo porque estaba empalmado como un burro y temía manchar los calzoncillos de babilla.

“Qué vergüenza!, pensaba. Se creerá que me he meado encima. Pero si me ve el paquete no le quedará duda de que me he excitado como un puto marica...Joder! Ese cabrón de mi capitán tiene razón y soy un maricón de mierda!

Enfrascado en sus elucubraciones no se enteró de lo que volvía a decirle Raúl, hasta que le chilló más alto: “Tío!... Joder! Es que no te enterás?... Te estoy diciendo que subas por la piernas y me relajes el cuerpo también...Me has dejado los pies como si hubiese estado tumbado todo el día rascando las bolas”.
“Perdona. No te oí... Estaba pensando en otra cosa”, dijo Dani.
Pero cómo iba a levantarse con semejante empalme?.Era imposible. Y que coño hacía ahora?
Sin pensarlo dos veces le dijo a Raúl: “Espera. Aún falta lo mejor para relajártelos del todo”.
Y sin darle tiempo de abrir la boca empezó a lamerle los dedos del pie, uno a uno, chupándoselos y acariciándolos con la boca.

A Raúl se le empezó a notar un bulto exagerado bajo los gallumbos y en pocos segundos tenían otra carpa sobre el vientre del guapo mozo.
Dani miró el paquetón de su compañero de tienda y fue ascendiendo con la lengua por los tobillos del chico.
Raúl le pidió otra vez que le diese el masaje en las piernas y, al vista del empalme que ya tenía el moreno, Dani se atrevió a salir de su improvisada trinchera y dejar a la luz sus calzoncillos mojados justo donde su polla le daba a la tela la forma de un crecido chorizo.
El otro, con los ojos cerrados, mal podía advertir la calentura de su amable amigo de mili, pero sin preocuparse de la reacción del otro muchacho, dijo: “Dani, más arriba... en los muslos... Ahí... en las dos piernas y ve subiendo más.... Así... Uf... Me estas poniendo muy cachondo, chaval!”

Dani se fue animando y perdiendo el miedo y deslizó los dedos por las perneras de los slips, tocándole a Raúl las ingles y dejando que el dorso de las manos acariciasen los huevos del muchacho.
El mocetón moreno movía las caderas y buscaba que el tacto de los dedos de Dani alcanzase su pene.
Y su afán no tuvo que esperar mucho más. Dani puso una mano sobre la verga del otro chaval y la movió de abajo arriba, apretándola y sintiendo como latía la sangre que invadía las venas de la polla de Raúl.
Raúl miró su rabo fuera de los calzoncillos y como su compañero pegaba la cara en el paquete, oliéndolo y aspirando el calor ácido del contorno de su genitales, le dijo con con voz tajante: “Chúpala... Mámame el cipote, que me has puesto como una moto, cabrón! Vamos. Empieza y no vengas ahora con remilgos... En la mili y entre hombres vale todo... Y si no hay hembras cualquier agujero sirve de coño. Mama, o te doy unas hostias que te enteras, jodido cabrón!”



 A Dani no le hicieron falta más palabras y, en este caso, las amenazas sobraban.
Ya tenía él ganas de pillar un nabo que le apeteciese comer y no el del borrico que lo usaba como a una zorra rastrera.
Le hizo a Raúl una comida de chorra tremenda y el guapo soldado, salido como un adolescente viendo por primera vez una tía en pelotas, ni le avisó, ni hizo el menor ademán de sacarle la tranca antes de soltarle en la boca a Dani una lechada, que por lo menos llevaba un mes dentro de los cojones de aquel fornido mocetón.

Aquella leche no le desagradó tanto como la del hijo de perra con galones.
Y, aunque no se la tragó toda, porque escupió la mayor parte, se dio un homenaje saboreando un chupito antes de echarla en el pañuelo.
Quizás fuese porque era más fresca o simplemente porque le apeteció mamar la polla de Raúl.
El caso es que no le quedó ni mal sabor de boca, ni ese asco de sí mismo que sentía cuando lo vejaba el puto oficial al que estaba obligado a servir.
Pero, qué pasaría si el capitán se enterase de sus escarceos con el otro soldado?
Qué le haría si llega a saber que se la mamó a otro?
Entonces sí que le llamaría maricón y con toda la razón.
Dani empezó a sentir pavor, puesto que el animal de su jefe podría llegar a matarlo a palos si supiese algo de lo que paso esa noche en la tienda de campaña con el otro soldado.
Con Raúl no se atrevería porque era el asistente del comandante, pero a él, seguro que lo caparía. Porque ya se lo había advertido más de una vez. “So maricón de mierda! Como me entere que buscas otras pollas, te la corto o te mato por puta! Eres mi zorra. Y sólo yo te voy a dar por el culo, perra!”

Y Dani se puso a temblar de repente. En manos de aquel jodido, podía pasarle algo peor que romper la cara y el culo todas las noches.

5/15/2012

Capítulo 2 / El relax

Si cada jornada en el cuartel era amarga para Dani, todas se volvían de hiel al ir con el cabronazo del jefe que por la suerte más negra le caído y no sabía como librarse del puto capitán de los cojones.
 Y de chuparle los cojones, precisamente ya estaba hasta los mismos huevos.



El tío lo ponía de rodillas delante suya.
Y mientras, bien espanzurrado en un sillón leía el periódico o veía una revista de tías en bolas, aquel animal de uniforme, sin entrañas ni escrúpulos, a quien le daba lo mismo a pluma que a pelo, le hacía chuparle el rabo y las bolas, porque decía que le gustaba tenerlas frescas y húmedas.
Al jodido fulano le olían a pestes los huevos porque no era muy limpio, peor precisamente la misión de Dani era dejárselos como el culo de un bebe después que su madre le cambiara el pañal y le pasara con mimo una toallita húmeda para no irritarle la piel.
La puta que parió a aquella bestia era quien tendría que comerle las pelotas y no él, pensaba el chico.
Y lo peor era que nada más sacarle la verga del trasero, también se la tenía que limpiar a lametazos, chupando bien el cipote del muy borrico, puesto que le decía que no quería ir por ahí con sus partes oliéndole a culo.

Pues que metiese la chorra en un coño a ver si ese olor a pescado le agradaba más al señor.
A que iba a olerle si se la calvaba por el ano y le daba por el culo una hora sin parar de moverla, sacarla, meterla y hacerla girar dentro del chico como un molinete o como una barrena de extraer petróleo? Pues a mierda tenía que oler.
O es que acaso el puto cabrón cagaba bombones?

Pues si eran bombones sabían también a mierda, porque alguna vez ya le había hecho lamerle el agujero peludo del culo y no precisamente recién bañado, y lo que menos podía decir el chico es que fuese un placer dejarle bien limpios los pelos del ojete y el resto que se extendían por todas las nalgas del valiente oficial.

Tenía un culo peludo como un oso, lo mismo que el pecho, y en los sobacos le brotaba una selva virgen casi continuamente húmeda y perlada de sudor.
Decía el muy cochino que el uniforme le daba mucho calor, pero eso no implicaba que no usase un desodorante de vez en cuando.

Y el caso era que en cuanto Dani tenía que quedarse en bolas por mandato de su capitán, el tío enseguida ponía mala cara y fruncía la nariz si el chico no estaba bien aseado y le olían algo los pies y no digamos el culo o los huevos, después de currar todo el día con el uniforme puesto.

Lo metía en la bañera y lo fregaba el mismo con un estropajo de cuerda y jabón neutro de lavar la ropa y todo el lavado se lo hacía con agua fría para endurecerle el cuerpo, según decía el muy maricón del militar.
Y, a veces, Dani se preguntaba para qué tanta limpieza con su cuerpo si luego el puto marrano le meaba encima antes de sacarlo de la bañera?
Y vuelta a refregarlo y más agua fría para ponerle las carnes prietas y duras.
Por fin salía del agua, se secaba al aire, para no manchar las tollas de su capitán, que encima las lavaba el chico, y una vez medianamente seco, lo agarraba por las orejas y a hacer la limpieza de la casa, plancharle la ropa, cepillarle el uniforme sacándole brillo a las medallas, servirle una copa o varias, y cuando ya estaba bien servido el señor, tenía que hacerle una mamada, luego lustrarle las botas con la lengua y antes de servirle la cena lo más probable era que ya le hubiese dado un par de veces por el culo.

Y todo bajo la constante coacción de acusarlo de sedición, insubordinación, abandono del servicio, deserción y hasta alta traición si era preciso.
Podría pensarse que el muchacho era medio lelo o bobo para creerse las bravatas del capitán y su permanentes amenazas, pero el oficial era listo y jugaba con ventaja sobre el chico.
Y de cara al exterior él era un héroe de guerra, laureado un porrón de veces y con hazañas de leyenda, y el chaval sólo podía hacer valer su pobre palabra y condición de soldado contra la historia que quisiese inventarse el glorioso militar en perjuicio del chico, con todo lujo de detalles y visos de realidad.

Llegó a esconder un arma del arsenal y unos papeles, chantajeándolo que si no le servía como una verdadera zorra, lo denunciaría por robo y espionaje.
A Dani no lo salvaba nadie de las garras de su capitán. Y menos de su polla.

A su capitán, que era muy macho, y decía que le ponían el rabo a cien las tetas y los coños de las tías, cada vez le gustaba más el culito de su asistente.
Y ya no sólo se limitaba a follárselo, sino que antes le daba un repaso a fondo, magreándolo y sobándole los muslos y la entrepierna, para hacérselo también en el pecho mientras lo montaba como un bruto, arreándole con la otra mano golpes en las posaderas como si fustigase a un caballo.

Era su esclava, su zorra, su sirvienta y su meadero si no le apetecía orinar en el retrete al puto cabrón de mierda de su capitán.
Podía decirse que servir de asistente al valiente oficial era le mayor honor que un soldado como Dani podría alcanzar en el ejército?
Puede que para algún masoquista profundo sí.
Pero el chico maldecía la mala hora en se le ocurrió hacerse una paja, quedándose adormilado durante la guardia en el polvorín del cuartel.
Su condena no sería tan penosa si se hubiera cargado al puto oficial, pensaba a veces. Pero luego, recordaba las palabras del capitán sobre la cárcel, la carne fresca, un culito joven sin vello y redondo, la zorra de todos los reclusos, pollas sucias, culos apestosos, sobacos sudados, pies que a su lado el queso de cabrales sería un perfume, y se le abrían más las carnes que el culo cada vez que lo penetraba de golpe el muy bestia de su jefe.

Pero lo peor que soportaba y le rendía el espíritu sin condiciones a los caprichos del maricón de su verdugo, eran los golpetazos con una regla de madera en las plantas de lo pies.
Se los dejaba adormecidos de dolor e hinchados como si se los encerrasen en una bota malaya.
El muy jodido en lugar de azotarle el culo o la espalda con la fusta y dejarle marcas visibles y poco justificables, le ataba los pies desnudos, colgados por una cuerda del techo, y con la espalda apoyada en el suelo le palmeaba en ellos hasta que le dolía el brazo al muy animal y al chico ya no le salían más lágrimas porque había agotado toda capacidad de fabricarlas.

El dolor era insufrible y como luego no podía caminar, el cabronazo del capitán lo obligaba a deambular a gatas y seguir sirviéndole lo que se le antojaba.
Y nunca acababa de parir ideas el muy hijo de puta.
Y así era como se relajaba el oficial al terminar sus funciones en el despacho del cuartel y volver a casa con su leal y novato asistente de dieciocho años.

Y se suponía que siendo un verdadero caballero, aguerrido y curtido en el cumplimiento del deber, trataría a su joven ayudante con la consideración más exquisita y hasta con el cariño y comprensión que siempre un adulto suele sentir por un subordinado tan joven y guapo como Dani.
Con consideración no sé, pero con exquisita crueldad desde luego que sí lo trataba.
 Y seguramente por guapo, además.
En eso seguramente no le ganaba ninguno de sus colegas ni tenían tanto tiempo en su casa a sus asistentes o ayudantes.
Hasta le daba de cenar!
Las sobras que él no quería, semen de postre y hostias en los morros a discreción si hacía el mínimo gesto de asco o insinuaba la intención de poner mala cara.
O simplemente porque no le daba las gracias por ser tan generoso, diciendo: “Señor, sí, señor. Gracias, señor... A sus órdenes, mi capitán”.

Y el muchacho se podía ir a limpiar el culo para no pringar de esperma todo el suelo. Aunque tampoco suponía demasiado problema, porque si se le escurría la leche por el ano y se le caía al piso, lo lamía como un perro y ya estaba solucionado el problema.

 Del semen del chico ni hace falta decir nada porque, aunque se empalmaba cuando el capitán le daba por el culo y le frotaba bien la próstata, a fuerza de guantazos sus huevos habían aprendido a retenerlo, soltando solamente alguna babilla que le lubricaba el pellejo y, así, se le escurría mejor por el capullo.
Pero de correrse nada.
Eso sólo ocurría si el macho, al que tanto le gustaban la mujeres, le manoseaba la polla, cascándole un pajote y decía que lo ordeñaba como a una ternera para que no se le hinchasen la ubres.
Y si no se lo hacía pues se jodía el muchacho y con suerte tenía una polución nocturna y se aliviaba el dolor de los testículos.

Durmiendo en el suelo a los pies de la cama de su jefe, malo sería que no pudiese limpiar con su lengua el suelo antes de que el capitán se levantase y viese la mancha de esperma en el piso.
Lo jodido era si manchaba la manta cuartelera con la que le dejaba taparse para no quedarse frío por la noche.
Si la leche salpicaba el puto cobertor entonces no lo libraba nadie de uno de los castigos preferidos de su jefe. 
Siempre dispuesto a joderlo con nuevos suplicios, que no dejasen marcas demasiado a la vista.

 De ese modo transcurrían los inolvidables días en la milicia para Dani, debiendo poner cara de borrego y una sonrisa cada vez que su oficial superior le dedicaba amables palabras y educados apelativos como: “Puta de mierda. So zorra. Hijo de la gran puta o maricón, guarro, cerdo y cacho cabrón”, que era todo lo que también él le llamaba por lo bajo a su capitán.
Así, al menos dialécticamente, estaba la cosa más igualada.

Y desde el punto de vista sexual, pues según como se mire el asunto.
Porque si era por el lado de sentir placer con otro tío, pues a Dani ya le gustaba sentir el roce de algo dentro de su culo.
Y más notar en las tripas el chorro de leche densa y templada del capitán.
Pero lo que ya le costaba más era lo de tragar el semen y todas las otras guarradas que le obligaba a hacer el puto cerdo y asqueroso que tenía por jefe.

Y respecto al capitán sólo se podría decir, sin poner en duda su hombría y virilidad, de la que siempre hacía gala ante sus colegas y amigos, que darle por el culo al chico le gustaba más que comer con los dedos.
Cosa que hacía con casi todo lo que comía el fulano.
Y si en lugar de poner el culo el chaval se la mamaba succinándole bien el capullo, se corría como un burro en un dos por tres.
Y eso que no le gustaban los tíos, y la mayoría de los que pasaban por su lado, le parecían unos putos maricones por llevar un vaquero demasiado justo o bajos de cintura luciendo esos calzoncillos que parecen bragas de zorra, como las que le había visto a Dani la primera vez.

El chico jamás pudo volver a usar algo parecido yendo de uniforme, claro. Puesto que el capitán, en su casa, le hacía ponerse modelitos de slips y otros tipos de ropa interior, incluso bragas de tía, para ver lo mono que se le veía el culito enfundado en tales prendas.



La verdad que si no en la forma, en el fondo el puto capitán no era más maricón porque no entrenaba lo suficiente.
Pero lo que al tío realmente se la ponía tiesa era un buen culo duro y con garra, que tuviese delante de las piernas un par de cojones y una minga colgada o empinada como un poste,
Y la tetas y los coños, al parecer, sólo los veía en las revistas guarras que miraba a veces mientras su asistente le lamía los huevos.
A Dani ni se le ocurría ver las fotos de tías desnudas, puesto que, quizás de tanto llamárselo su capitán, el chico ya tenia complejo de marica y lo que le gustaría de verdad sería ver alguna otra polla al natural que no fuese la suya y la del puto cabrón que lo jodía sin miramiento alguno cuando le daba la puta gana.

Por eso al chaval se le alegró el semblante cuando su jefe le dijo que preparase el equipo de campaña, porque saldrían de maniobras con la tropa.
Al menos, mientras durasen la prácticas militares en el campo, no dormiría oliendo desde le suelo los pedos de aquel guarro ni estarían en la misma tienda, lo que le permitiría confraternidad con otros soldados jóvenes, con los que prefería estar mil veces, aunque también se peyesen y les oliesen los pies peor que al cacho cabrito del capitán.

5/13/2012

Capítulo 1 / El Capitán

Un héroe de guerra, laureado varias veces y con fama de aguerrido y de ser el más valiente del regimiento.
Un militar modelo, pero en privado un puto cabrón.


Aquella noche Dani, como le llamaban todos sus compañeros, le tocó guardia en el polvorín y pasadas las dos de la madrugada el aburrimiento pudo con él y se quedó dormido, despatarrado en el suelo y apoyado contra una pared.
Antes se había hecho una paja y aunque ya había guardado el pajarito, la bragueta aún estaba desabrochada, igual que el cinturón, y el mosquetón también estaba tirado a su lado.
Sólo tenía dieciocho años, recién cumplidos, y aún no le había dado tiempo de adaptarse del todo a la disciplina militar.
Una patada en el costado lo devolvió al mundo consciente y la bota que le pateó era precisamente la del heroico Capitán.

“En pie, cabrón”, resonó a la entrada del arsenal.
El chaval, sobresaltado no atinaba a levantarse y a duras penas se puso de pie con los pantalones medio caídos y el resto del uniforme desaliñado.
“Firme, hijo de puta!. Esto te va a costar un consejo de guerra, soldado!”.

Dani palideció y casi cae al suelo otra vez pero sin sentido.
El mundo se derrumbaba a sus pies y la tierra se abría para tragárselo vivo, pero quien se lo iba a tragar por el momento era el Capitán, que estaba furioso y las venas del cuello parecía que le estallarían de un momento a otro.

El militar tenía la cara roja de ira y un cabreo que no se lo saltaba un torero.
El chico no sabía que decir ni como disculparse alegando algo en su defensa.
Estaba perdido. No sólo se habían acabado sus días en el ejército sino que en mucho tiempo no vería la luz del día más que entre rejas.
Su destino inmediato era un castillo, que es como se denomina en la jerga militar a la puta cárcel.

“Te voy a meter un puro que te vas a cagar, puto mierda! que no tenéis cojones ni para sostener en la mano un arma. Firmes, coño! Que pasa. Te la estuviste cascando?
vicioso del carajo! Esa es la forma reglamentaria de llevar un uniforme?
Puto imbécil! Te vas a pudrir en un calabozo hasta que te salgan hongos en los cojones! Nadie te dio permiso para que te subas los pantalones y te los sujetes!”
 “No, mi Capitán”, dijo Dani y dejó que los pantalones se le escurriesen hasta el suelo.
“Y esos calzoncillos que llevas?  Son los gayumbos adecuados según el reglamento? O son de puto maricón?...Contesta, soldado!”

 Dani se había puesto unos slip de color verde con el nombre de la marca en la cinta ancha de la cintura, en lugar de los blancos de algodón que daban con el uniforme. “No, mi capitán”, negó el chico.
“No, qué?  No son de un puto maricón o no son los reglamentarios, soldado?... Habla, estoy esperando una respuesta, gilipollas! No vales ni una mierda pinchada en un palo y menos después de que te arreglen el cuerpo en la prisión....Es el lugar ideal para un mariconazo con ganas de que le jodan el culo. Ja ja ja”.
Rió el Capitán la ver el rostro descompuesto y desencajado del chico.

“Puedo subirme los pantalones, mi capitán?”
 “Y cual es el problema?”, dijo el oficial. “Acaso a la señorita le da vergüenza enseñar las braguitas?...Hummmm. Date la vuelta, monada. A ver que culito tiene la nena”, dijo el Capitán burlándose de Dani y sin dejar de reírse.

El chico estaba agarrotado y era incapaz de mover ni un músculo.
“Estoy esperando, puto de mierda! No me has oído?....Quiero verte el puto culo, maricón!”
 Y sin más agarró al chaval por un brazo y lo giró contra la pared.
Y dijo de nuevo: “Mira que culito respingón tiene el chico. Y seguro que sin un pelito como el de una nena. Estoy pensando en no dar parte y meterte un puro, a cambio de meterte este cipote por el culo y follarte vivo, cabrón!”, dijo el Capitán frotándose la entrepierna con una obscenidad descarada.

Dani sudaba y le temblaba hasta el nombre.
Realmente estaba cagado de miedo y aquel sádico se las estaba haciendo pasar putas por una mierda de porro que se fumó al empezar la guardia y lo dejó grogui.
Le olía en la nariz que el puto cabrón del Capitán lo iba a joder bien jodido, ya fuese dándole por el culo o metiéndolo en una cárcel militar durante los mejores años de su vida.
Además de que allí también le diesen por detrás tanto los reclusos como los vigilantes del penal.
Un chaval tan joven y guapo, con un cuerpo bien definido y un culo redondo, duro y sin vello, aún por estrenar, eran suficientes alicientes para entrar con el título de la puta oficial del presidio para quien la quisiese usar.
Su futuro no era negro. Era peor.

“Bien, jodida zorra. Elige tú mismo”, soltó el Capitán.
Y siguió: “Lo tienes muy fácil y me coges en un día generoso. O pones el culo ahora, o te mando a un castillo para que te jodan igual. Si es sí, que te ofreces para que te folle, bájate los calzones y ábrete de patas que te la meto hasta el fondo y te rompo el culo a vergazos. De lo contrario, intenta subirte los pantalones y a parte de meterte un tiro en donde me salga del pito, te hago un parte por abandono del servicio, dormirte durante la guardia en el arsenal, con grave riesgo de amenaza para la seguridad del cuartel, insubordinación, falta de respeto y agresión a un superior e intento de fuga. No te baja de veinte años la condena. La decisión es tuya, soldado. Y no tardes mucho que tengo poca paciencia”.

Y así como pronunció la última palabra sacó la verga de la bragueta y se empezó a masturbar para ponérsela dura y gorda como la porra con que un guardia reprime una manifestación supuestamente ilegal.

Dani, se lo pensó. Dudó. Estuvo por agacharse y taparse el culo, pero se bajo los calzoncillos. Y el hijo de la gran puta del Capitán le dio la vuelta otra vez y de un manotazo lo arrodilló a su pies, diciendo: “No tengas tanta prisa para que te folle, marica, que primero me la chupas y así no tengo que escupirte en el agujero para metértela sin que me la despellejes, hijo de perra... Por curiosidad. Eres virgen?”

Sin fuerzas y casi si articular las palabras el chico contestó, “Sí, mi Capitán. Por delante y por detrás, señor”.
“Pues mama que tu vida va a cambiar”, agregó el oficial al tiempo que le hacía tragar su rabo al muchacho.
Dani sintió repugnancia y no podía abrir suficientemente la boca para que se la follase aquel cabrón, pero una hostia sonora en su cara, acompañada de un “Abre la puta boca, mamón!”, le aconsejó meterse la tranca del Capitán e intentar chupársela.
Pero otra leche le ayudó a afinar su labor, al oír: “Abrela más que me rozas con los jodidos dientes, cabrón de mierda!”
Y la abrió y se la mamó lo mejor que pudo y supo, con la vana esperanza de que con eso acabase su martirio.
Pero no terminaba aún su suplicio. Cuando el Capitán noto que se corría, le dio un empujón que lo tiró de espaldas al suelo y le gritó: “ponte a cuatro patas, maricón!, que te voy a hacer la zorra más feliz del mundo”.

Y se la empotró por el ojo del culo sin delicadeza alguna.
El chico creyó morir del dolor y estaba seguro que su carne se había partido a la mitad, siguiendo la raja del culo.
Pero tras el puntazo brutal, vino el bombeo inmisericorde, dentro de su recto, de un cacho de carne caliente y dura como un hueso, que se le clavaba tan dentro que le erizaba los pelos en cada embestida.
Pero los pocos años le traicionaron y el frotamiento en la próstata del chaval hizo que su verga se levantara, tiesa como un poste, y vertiera gotas de líquido por la uretra.
Y lo mayor tragedia es que el capitán se dio cuenta de ello y exclamó: “Ya sabía yo que eras un zorra de categoría. Así que tanto remilgo y te gusta, puta!. Disfrutas como una perra en celo montada por el macho. Eso me gusta, hijo de perra! No sufras que no te voy a abandonar tan pronto”.

Y con unos cuantos trallazos y movimientos de pelvis se corrió dentro del chico. Fue una lechada abundante y espesa que al muchacho le costó seis esfuerzos con el ano para poder cagarla.
Y el valiente oficial, distinguido en muchas batallas dijo: “Joder!. Qué polvo!. A partir de ahora serás mi puta y te joderé todos los días, pero en mi casa... En lugar de ir a un castillo serás mi asistente. Vístete y presentate mañana a tu nuevo destino, soldado”.

Sí, señor...A las órdenes de mi Capitán, señor”, respondió el soldado, cuadrándose y haciendo el saludo militar.
La vida de Dani había cambiado para siempre.
Como primera orden de su nuevo estatus, su capitán le prohibió que se masturbase y se tocase el pene o el culo sin su permiso.
A la semana de servirle de asistente al oficial, el chico temía que un día terminaría deseando y esperando descargar sus cojones mientras aquel chulo, cargado de medallas, le daba por el culo.
 Y lo peor era que ya empezaba a notar un gusto especial dentro de su barriga cuando sentía la descarga de leche que le metía su capitán por el culo.
Aunque en la boca todavía le daba repugnancia y a duras penas lograba contener las nauseas.



Sólo a base de las hostias que le arreó en la cara el jodido héroe de guerra, fue capaz de digerir el semen espeso y blanco, como la nata, que soltaba el puto animal por el congestionado capullo de su verga y que se lo clavaba en la garganta sin poder hacer otra cosa que tragar o morir ahogado por falta de aire. Sin respirar ni paladearlo, como si fuese un desagradable jarabe medicinal, Dani engullía el esperma de su Capitán viendo su mirada lasciva y la sonrisa burlona con que le llamaba puta guarra o zorra, mientras descargaba su cojones en sus amígdalas. Entre tomar por el culo o saborear el salado y repulsivo gusto de la lefa del puto cabrito, el chico ya prefería mil veces que le rompiese el ano a pollazos aquella bestia, que se enloquecía en cuanto le pegaba los huevos a las nalgas, como si pretendiese metérselos para adentro también.
Le destrozaba el recto y le quedaba una sensación de flojera en el esfínter y las tripas, como si tuviese permanentemente ganas de cagar, pero al sentarse en la taza del retrete ya no echaba nada más que algún pedo, con sonido acuoso, y algo de babilla de tanto esforzarse para vaciar su barriga.

Dani empezaba a intuir que su vida en el ejército sería la de un puto esclavo y el cabrón de su Capitán era su jodido amo mientras no se le hartasen las pelotas de follarlo y joderlo vivo a diario.