7/30/2012

Capítulo 26 / El giro


Tan sólo en una semana la vida de José había dado un giro de más de ciento ochenta grados.
Ni ya era el juguete de su amante, ni estaba dispuesto a dejar que nadie volviese a manipularlo para ningún fin bueno o perverso y él solamente era el dueño de su vida y de cualquier situación que pudiese surgir en relación con su propia existencia y destino o también el de sus esclavos.
Incluso había pensado dejar el ejército si con ello lograba toda la independencia que deseaba para realizar sus proyectos y montar su propio mundo al margen de convencionalismos estúpidos e hipócritas.
Y, sobre todo, mantener una vida acorde con su condición de amo, dueño de dos jóvenes esclavos y responsable de su bienestar y futuro.
Dos criaturas que estaban en sus manos, entregadas de lleno a su voluntad y servicio, cuya única ambición era complacer, amar y satisfacer a su señor en todo lo que a él le apeteciese y se le antojase a cada instante del día o de la noche.

Raúl dormía como un ceporro, porque José le había dado un tranquilizante después del polvo, y fue Dani el primero en salir del letargo y restregarse el culo contra la verga del amo, provocándole una erección aún más potente de la que normalmente tenía antes de despertarse cada mañana.
Evidentemente eso le valió que le calase el culo como a un melón para comprobar si ya está maduro para hincarle el diente, pero lo que le clavó fue todo el carajo, dilatándole el ojete como si le metiese un pepino de los gordos.


Le atizó tales empellones que el amo tuvo que agarrarlo fuerte por las caderas para no tirarlo de la cama y que cayese en el suelo.
Pero al chico cuanto más violentos fuesen los puntazos que le diesen por el culo, más puto se ponía y sólo bastaba verle los ojos y la lengua relamiéndose los labios para darse cuenta de como gozaba la muy perra y que aún suplicaba que se la metiesen con más fuerza y mucho más a fondo.

Dani poniendo el culo se volvía una auténtica zorra.
Y José tenía que gastar muchas energías para lograr que el chaval se corriese antes que él, puesto que al amo le gustaba acabar dentro, pero notando como el esfínter del puto se cerraba y le comprimía la tranca mientras se convulsionaba soltando leche en cantidad.
Y en cuanto el amo se la sacaba del culo, a Dani le faltaba tiempo para meterse los dedos por el ano y pringarlos en el esperma acumulado en sus tripas, chupándolos después y acurrucándose junto a su dueño, aspirando el olor del semen y del sudor de José.

Su amo lo miraba y no podía disimular una sonrisa de agrado al ver la serena satisfacción del chaval que se cobijaba en él para ahuyentar los fantasmas que en otro tiempo le quitaban la tranquilidad.
Pero no tardaría mucho en sentir a Raúl moverse medio despierto y acercarse también a su amo para empezar el día con el mejor saludo que podría darle aquel hombre al que amaba.
Ya fuese la polla o un simple beso, pero, en cualquier caso, eso sería el regalo más apreciado para el esclavo.
El chico no estaba todavía como para que le diesen efusivos abrazos, ni menos, caricias algo fuertes para ponerlo cachondo y desear con más ganas que el amo lo montase o le diese de mamar, follándole la boca en lugar de dejarle al chico que succionase el pene de su dueño y obtuviese su alimento de la prodigiosa ubre como un joven cachorro todavía lactante.

Y esa mañana José no iba a usar a Raúl como le hubiese apetecido, partiéndole el culo igual que a Dani, pero sí le dejó tomarse la ración de leche para darle fuerzas y calentarle el estómago antes de levantarse.
Pero le ordenó que ese día no fuese al cuartel y un médico militar, amigo de José, le daría la baja, puesto que ciertamente el amo se había excedido con el castigo y el chaval no estaba en condiciones de prestar servicios ni al general ni a nadie.
Excepto a su dueño, si, a pesar del estado del chico, quería usarlo como ya lo había hecho por la noche antes de que el esclavo se durmiese.
Aunque José, por esta vez, prefería que Raúl se estableciese pronto de sus lesiones y gozarlo con más ganas y violencia un día o dos más tarde.

Teniendo también a Dani, el amo soportaría esa abstinencia sin tanto esfuerzo y le metería el doble de polvos a este otro.
De ahí deducía José la ventaja de tener más de un esclavo, ya que nunca se privaba de una boca o un culo para desfogar y desalojar el exceso de esperma que presionase sus cojones.
Y por lo que respecta a ciertas cosas, siempre es mejor tener dos que una. Si se usan dos, doble gozada.
Y si se utiliza sólo una, doble uso para gozarla mejor.

Desde que José tenía a sus dos esclavos se sentía diferente y mucho más tranquilo y muy feliz, a parte del placer de disfrutar con sus cuerpos y el goce sexual inmenso que ya empezaban a saber darle. José estaba contento con sus esclavos y los dos chicos solamente querían vivir por y para su amo.
Y el resto del mundo y sus problemas les traían al fresco.


El catecismo de los muchachos era muy sencillo: “Mi amo es mi dios y su palabra es la ley. Su deseo es mi placer y su placer es mi destino. Mi único fin es ser útil a mi dueño y cuanto él ordene es lo que mi mente ha de obedecer sin pensar ni cuestionar lo que a mi amo se le ocurra mandar a su fiel y vil servidor. Mi cuerpo y mi alma son suyos y no me pertenece ni dispongo tan siquiera del aire que respiro si mi amo generosamente no me permite inhalarlo en mis pulmones”.

Y así ha de ser el pensamiento del esclavo y por ello es grande y pesada la carga que debe soportar el amo sobre sí mismo.
Debe aguantar el peso de la propiedad de sus esclavos y sujetarlos para que ellos no se desplomen y sus vidas queden vacías de contenido y sin el motivo por el que justificaban su dedicación y la sumisión a su amo.
Hoy puede parecernos extraño, pero en la antigüedad se daba el caso de esclavos que rechazaban la libertad porque no sabrían sobrevivir sin la protección y el sustento de sus amos.
Lo mismo que en la llamada edad media, hombres libres decidían ser siervos de un señor para poder subsistir en un duro mundo plagado de incertidumbre, necesidades y peligros.
Incluso para ser libre hay que saber serillo y nadie lo es sólo por el hecho de vivir en un mundo en el que se proclama solemnemente como derecho de todos los hombres y mujeres la libertad.
Y esa libertad no tiene para todos el mismo sentido ni concepto.
Es un derecho, pero realmente existe a medias en algunos países.
En otros sólo es un privilegio de unos cuantos.
Y en algunos hay trabajadores con sueldos de hambre y condiciones de trabajo inhumanas, peores que si fuesen esclavos.
Y en muchas naciones civilizadas, la verdadera situación es de libertad vigilada.
Sin olvidar la esclavitud sexual a la fuerza o por necesidad económica.
O quien logra empleos, cargos o prebendas a cambio de favores sexuales, pero sin que nadie les llame putas o putos, según los casos, y luego quedan esclavizados para mantener lo conseguido gracias a sus órganos genitales.

Los esclavos de José, siendo libres, le entregaron a su amo tanto ese derecho como la dignidad de seres humanos, dueños de sus vidas y destinos, a cambio del privilegio de ser suyos y servirle sin límites ni condiciones como simples objetos cuyo uso y fin está en las manos de su legítimo dueño.
Un traspaso de propiedad consentida y aceptada sin papeles ni rúbricas por medio, pero tan firme y definitiva como un pacto de sangre.
La entrega del esclavo a su amo es absoluta y desde que su señor lo acepta como siervo deja de existir como individuo unipersonal e independiente para ser un apéndice sujeto por invisibles cadenas a la mano poderosa de su dueño.
El dios al que adorará sin preguntas ni otro planteamiento que el de ser útil y complacer en todo lo que el ser superior al que pertenece desee.
Y, a pesar de que para muchos estas situaciones no sean lógicas ni aceptables e incluso reprobables, hay amos y esclavos y viven y disfrutan sus relaciones con plena satisfacción y alegría, sin desear el esclavo cambiar por nada del mundo su estatus de sometimiento total a su amo.
Quizás a muchos les parezcan raras, pero no deben calificarlas como antinaturales, dado que han existido y existen.
Y a veces en la naturaleza, entendida como lo que cubre y sostiene la tierra o como la idiosincrasia del que nosotros mismos denominamos animal racional, se ven servidumbres que pueden ser o parecernos mucho más crueles.

José pensaba que el mundo debería estar más preocupado por todo eso más que por el tipo de relación o prácticas sexuales que se realicen entre amos como él y esclavos como sus dos chavales, a los que cuanto más conocía más los amaba.
Y por eso se estaba replanteando si era necesario y conveniente cambiar radicalmente su vida aún teniendo que empezar de cero.
Bueno, no tan de cero, ya que sus dos posesiones más valiosas eran sus esclavos y a esos nunca los dejaría en el camino hacia otra forma de ganarse su propia subsistencia y la de los chavales.

La cuestión es que, en el mundo actual, lo más fácil es sospechar de todo y prohibir lo más posible, como el mejor remedio para intentar impedir lo que se supone un peligro imprevisible o improbable.
Y lo difícil es arreglar los problemas, que a veces son la causa de tales males, y acabar con las injusticias y diferencias notorias entre mundos, que ni siquiera intentan entenderse por muchas altas cumbres de ilustres mandatarios que organicen, sin resolver casi nunca algo serio e importante para esa inmensa mayoría, de la que nadie se acuerda normalmente ni cuentan para nada ni nadie.
Ni siquiera cuando se produce una catástrofe, en la que siempre los más afectados son los más débiles y necesitados, ya que la preocupación del resto se mantiene casi siempre lo que dura la noticia.
Y luego si te he visto no me acuerdo.
O las conciencias quedan tranquilas porque ya dieron algún dinero para esas ayudas que a veces llegan tarde, mal y arrastro.
Pero seguro que esas almas caritativas, que me parecen muy bien que lo sean, lo hacen con la mejor intención, aunque luego nunca se pueda averiguar que sucede en el camino para que tales ayudas de primera necesidad no lleguen a tiempo a quienes realmente las precisa.
Y aplaudo a algunas o.n.g. que son siempre las que se parten el culo por salvar y ayudar como pueden en casos absolutamente necesarios y que debieran escocernos en la conciencia a toda la humanidad permitir que lleguen a producirse.


Y por el momento José dejó en casa a Raúl y a Dani se lo llevó con él al cuartel, pero con la orden tajante de no atender a nadie más que a él.


Y no tanto como su capitán sino como su amo.
Por el momento, del general ya se ocuparía personalmente el capitán ayudante.

7/26/2012

Capítulo 25 / La cura


El pulso del amo y sus esclavos estaba alterado todavía, tras el enfrentamiento de José con el general, y el cuerpo de Raúl presentaba un estado lamentable debido a la paliza a base de zurriagazos que le dio su amo en casi todas las partes de su anatomía.
Daba la impresión que hasta en las orejas tenía marcas del látigo, pero la verdadera cura que todos necesitaban era en el alma por más que el pobre Raúl fuese una pura calamidad con más cardenales encima que la curia romana.
Sólo con el roce del aire veía las estrellas, pero su tremendo escozor y el dolor de sus miembros se adormecía al sentir el cuidado con que su amo intentaba paliar el sufrimiento que su furia le había causado.



Dani ayudaba en lo posible a José, dándole cuanto le pedía para curar a Raúl y aliviarle el dolor de las magulladuras y raspones que tanto la cuerda como las estriadas puntas del flagelo habían infligido a su preciosa piel, algo tostada del sol y del aire al andar a veces casi desnudo o sin nada encima, en cuanto su amo le permitía salir a la terraza de la casa para hacer ejercicio, o tumbarse, primero panza arriba y luego exhibiendo su portentoso trasero, para envidia de los pájaros y las nubes, si ese día el cielo no quería mostrarse a cuerpo limpio sobre la atractiva tersura de la piel de Raúl.
Y también en la de Dani, cuando también el amo le dejaba acompañar al otro esclavo, aunque siempre tenía que ponerse un protector, ya que su tono era mucho más claro y su tez más delicada.
Pero tan bonita y sugestiva como la de Raúl puesto que el fino vello en sus miembros, como una pelusa dorada, le daban un brillo y un aspecto sedoso que cualquier hombre se inquietaría al verlo, aunque sexualmente sólo le atrajesen las mujeres.

Raúl, tan fuerte y viril y proporcionadamente hermoso, podía considerarse que tendría que mantenerse siempre joven, renovándose eternamente como Adonis, y Dani era un efebo precioso y bello como el troyano Ganimedes, copero de los dioses y amante de Zeus.
El amo sería un dios guerrero, pero entendido al modo romano como el dios Marte, que también lo era de la fertilidad, y no tanto como vieron los griegos a Ares el brutal y violento dios de la guerra.

José apenas rozaba los verdugones de Raúl, pero el chico buscaba el tacto de su amo porque aún que el daño fuese grande, era mayor el placer de ser tocado por su amado dueño.

El muchacho abría los ojos y sólo veía la cara de José llena de ternura y preocupación por el bienestar de su esclavo.
Y el chico dejaba caer los párpados de nuevo y reprimía la sensación aguda e intensa que sus nervios transmitían a su cerebro, alertándole de la presencia de algo que aumentaba la sensibilidad de sus heridas.

Ninguno de los tres podría dormir fácilmente el resto de la noche y José y Dani se acostaron junto a Raúl en la cama del amo, sin acercarse a él demasiado pero mirándolo y vigilando los dos el menor gemido o mueca que denotase molestias o incomodidad para el herido.
Y Raúl se arrimó a su amo, pegándose a él, y procuró cobijarse entre los brazos del hombre que con su calor no le aliviaba el daño exterior pero sí le sanaba las otras heridas, peores que las externas y que estaban en el alma del muchacho.

Aquellos dos críos necesitaban cariño y amor a raudales y José quería dárselo sin regateos ni mezquindades impropias de un hombre de su naturaleza y reciedumbre moral.
Ya que sólo un hombre íntegro y justo puede ser un verdadero amo, respetado y amado por sus esclavos y adorado como su dios.
José sabía el dolor que iba a causarle a Raúl si lo abrazaba y apretaba contra su cuerpo y más aún si lo ponía de espaldas y se lo follaba sin miramiento alguno por sus lesiones.
Pero sopesó el dolor y el gozo y satisfacción del crío al sentirse penetrado y colmado con el semen de su amo y lo hizo.

Se la metió con cuidado pero lo folló con tan pasión y ganas que Dani beso la boca de Raúl por si la leche del amo le salía por ella.
Pero la que se derramó en la cama fue la de los dos esclavos.
Uno empalado por su dueño y el otro besándolo mientras se corrían juntos los tres.
Y el amo les dijo: “Ahora a dormir que mañana tenemos cosas que hacer... Dani, ven a este otro lado de la cama para que no quede Raúl en el medio... Estás bien, Raúl?”
 “Sí, amo. Ahora sí estoy bien y no tengo dolores por dentro”, contestó el chico tocándose el pecho y el vientre.
“Dame un beso en la boca antes de dormirte”, le dijo el amo y el chaval se acercó a sus labios y lo besó con la misma entrega que le había abierto el culo unos momentos antes para que se lo follara.
Luego recostó la cabeza en la almohada, junto a la de su dueño y se fue quedando dormido notando el aliento de José en la nuca.
Dani, al otro costado del amo, seguía despierto y también se pegó cuanto pudo al culo de José, hasta que éste se giró hacia él y le dijo muy bajo: “No puedes dormir?”
“No, amo”, respondió el chaval.
“No será que te falta lago?”, preguntó José.
“Sí, amo”, añadió el muchacho.
Y el amo lo abrazó y después de besarle la boca le dio la vuelta y le separó las nalgas para meterle la verga en la raja del culo a Dani.


Y le dijo: “Estate tranquilo y no te muevas. Y deja que ella sola encuentre el camino cuando esté a punto para entrar en tu cuerpo...Estando tan cerca de la entrada y calentita entre tus cachas, pronto se pondrá como un barrote de hierro y querrá sondearte el recto hasta llegar a la altura del ombligo. Y cuando notes la presión del capullo en tu agujero, tira el culo para atrás y tu mismo te clavarás en ella hasta el fondo. Y después deja que yo te de por el culo hasta que nos quedemos dormidos. Será una buena forma de acunarte para que te entre el sueño y duermas tranquilo hasta que salga el sol... No se como podría dormir por las noches si no tuviese a mi lado vuestros dos culos para aliviar la presión que se me pone en los cojones al veros desnudos y rozaros aunque sólo sea el dedo meñique de una mano... Ves, Dani. Olerte tras las orejas ya empieza a ponerla dura y no tardará mucho en penetrarte como una barrena... Pero no gimas ni hagas ruido que Raúl tienen que dormir y tenemos que cuidarlo mucho para que se ponga bien cuanto antes... Creo que ya está localizando tu ano el cabrón de mi glande y empuja para hundirse en ti, pero no le ayudes aún y deja que se lo curre. Que apriete bien y consiga abrirte el ojete a la fuerza y sin nada que lo ponga resbaladizo. Porque así lo sentiremos más tú y yo, aunque nos duela... Ya sabes que una vez dentro, tu culo se lubrica solo y el resto ya va de maravilla. Entra y sale, sale y entra como si la engrasasen con mantequilla soriana, que es una de las mejores que conozco. Sobre todo la salada, que siempre le da un punto más de gracia al asunto...Hummmmmm...Ya está dentro, mi pequeño esclavo... Me tira el pellejo una barbaridad, pero en un par de mete saca ya estarás muy cachondo y tu esfínter amoldado y te voy a hacer gozar como nunca... Pero aunque te de mi semen dentro de esta barriguita, tú no te vas a correr porque te quiero caliente como una brasa y con la polla tiesa hasta que me despierte y te la meta otra vez antes de que abras los ojos con la luz del día... Cómo te deseo, cabroncete! Y lo caliente que me pones, so zorra! Pues eso te lo va a hacer pagar mi polla ahora mismo”.

Dani obedeció a su amo y no se corrió por el pene, pero si lo hizo por el culo así como le entraba por el recto la leche de José.

7/23/2012

Capítulo 24 / El escarmiento


Dani, petrificado por la reacción furibunda del amo contra Raúl, no podía ni mover los pies para seguirlos y un grito airado de José, ordenándole ir con él lo arrancó de su parálisis para caminar, salvando una cierta distancia por prudencia y temor por lo que pudiera pasarle a su compañero.
No se le pasó por la cabeza que también él fuera castigado ni que el amo descargase su mal humor y cabreo con él, pero temblaba al no saber las consecuencias que podrían acarrear lo ocurrido tan sólo hacía unos minutos, cuando estaban sentados a la mesa para cenar.

José entró y empujó con violencia a Raúl, tirándolo al suelo, y sin pronunciar ni una palabra lo ató, apretando fuerte, unas cuerdas a los pulgares y las enganchó en una roldanas suspendidas del techo.
De otro cable colgado de una viga, enhebró un gancho grande y grueso, perecido a un anzuelo para pescar piezas de gran tamaño, que en lugar de un garfio en la punta curvada tenía una bola de acero de un diámetro mediano, pero suficiente para que metida por el ano del chaval pudiese sujetarlo por el culo, suspendiéndolo en el aire.


Lo abrió de patas y le amarró los tobillos a dos argollas ancladas en el piso, separadas lo bastante como para que la entrepierna del chico quedase absolutamente abierta hasta producirle dolor en la ingles.
Sólo faltaban lo adornos y como si se tratase de una árbol navideño, le colgó bolas pesadas, pinzadas en los pezones, los huevos y la punta del prepucio, agarrándole bien el pellejo, y terminados los preparativos izó al muchacho por las cuerdas atadas a los dedos gordos de ambas manos y también tensó el cable hasta elevarle las nalgas y curvarle el cuerpo al punto de casi no tocar el suelo con los pies.

El amo azotó con extremada dureza al esclavo, usando un flagelo de cuatro puntas estriado en los extremos, que restalló sobre la piel del chaval con el mismo sonido que en las ancas de un tiro de mulas para obligarlas a arrastrar una pesadísima carga por una pendiente áspera y de suelo irregular.
Y pronto el cuerpo del chiquillo quedó cubierto de rojizos verdugones.

Raúl apretaba los dientes y los párpados para no gritar e intentar sin lograrlo que las lágrimas no rodasen por su cara, aunque su cuerpo se estremecía y quejaba con algún crujido y su ánimo se quebraba por segundos.
El otro esclavo no soportaba ver la escena y quiso taparse la cara, pero el amo se acercó al chico y de un sopapo le separó las manos de los ojos y le dijo: “El castigo de este perro ha de servir de escarmiento para él y para ti y sepáis la dureza con que vuestro amo reprime la traición y el agravio que cometa un puto y miserable esclavo contra su señor y su dios. Abre los ojos y si vuelves a cerrarlos o a torcer la cara para no ver lo que ha merecido ese cabrón, tu lo acompañaras y recibirás idéntico tratamiento. Arrodíllate y si quieras reza lo que sepas, pero ni se te ocurra dejar de mirar lo que voy a hacer con esa mierda que no merece más que ser arrojada a un basurero!”

Dani no era capaz de respirar y mucho menos su mente recordaba otra cosa que pedir en silencio perdón y misericordia para su compañero.
José bajó la mano en la que sostenía el látigo y Raúl, casi sin fuerzas por el agotamiento nervioso y los azotes, pero sin expresar terror ni espanto, sino resignación admitiendo justa la pena por la grave ofensa a su señor, dijo: “Amo. No pido que me libres de un castigo merecido, pero te suplico que me perdones por no haber sabido obrar como era mi obligación como tu esclavo... Amo, escúchame...Lo que trajo mi desgracia y tu enojo es esto que me cuelga entre las piernas, que es de lo que se ha encaprichado nuestro general... Y aunque sigas despreciándome y el castigo me deje medio muerto, córtamelo después y nunca más dará motivo para ofenderte otra vez...Y si no me echas de tu lado, usa mi culo aunque ya nunca vuelva a sentir ningún goce físico al follarme tu adorada verga, mi señor... Amo, haz de mi lo que quieras pero no dejes de ser mi dueño porque te quiero y ya no entiendo la vida de otra forma que no sea servirte”.

El chico calló y su cabeza se desplomó sobre el pecho.
José soltó la disciplina y se acercó a un mueble, abrió un cajón y empuñó un hacha y un afilado cuchillo en la otra mano.
Y dijo: “Tu castigo y el escarmiento por tu estupidez empezaba precisamente por cortarte la polla y convertirte en un vil eunuco. Así que sigamos por ahí y luego ya vendrá el resto”.
Se acercó al chico y Dani gritó sin contener sus nervios: “No!...Eso no, amo”.
Y se arrastró a los pies de José besándolos y enjugándolos de llanto.
Y Raúl sin mover ni un músculo musitó: “Gracias, amo... Así ya no seré el capricho del general y mi único fin será servir a mi amo”.


El capitán agarró el pene del muchacho, estirado por el peso de la bola colgada de la punta y lo rodeó con una cuerda por su base, incluyendo también los huevos, y tiró para separarlos del vientre del chaval.
José miró hacia el espejo, luego a Dani, pensó unos segundos y alzó la macheta, manteniendo el cuchillo en la mano con la que sujetaba la cuerda, y dijo: “Será mejor sajar también las pelotas, porque así sólo serás una puta perra cuya utilidad será la de servir de zorra”.
Y, después de volver a ver hacia el esclavo que aún seguía postrado a sus plantas, con toda la fuerza de su musculoso brazo derecho, en el que se marcaban las venas ramificadas como raíces de un grueso árbol, lanzó el machado contra el espejo, que se desmoronó cayendo al suelo hecho trizas, dejando a la vista el rostro sobresaltado del general, que, sentado en un sillón de cuero, se fumaba un puro y tomaba una copa de brandy, que se derramó por el suelo del susto.

El general se puso en pie y gritó exaltado: “Qué coño te pasa, José! Te has vuelto loco? Cumple con tu misión! Te olvidas que soy tu general? Ponte firmes ante tu superior! Y para que carajo te crees que te regalé a esos dos cretinos? Supongo que el castigo es porque te contó lo que hizo esta tarde aunque se lo prohibí. Y por eso merece que se la cortes y que luego lo despellejes vivo por imbécil. Y se ha creído que era mi capricho, el muy zafio! Hay mil chulos mucho más baratos y mejores para ser usados como hicimos hasta que te encaprichaste con ese otro mierda que tienes a tus pies lloriqueando como un perrillo faldero. Y basta ya de tonterías...Sigue con el castigo, que un general todo puede taparlo y hacer que nadie se ocupe de esta escoria que metiste en tu casa”.

Los chicos ni respiraban y José, muy tranquilo, bajó a Raúl, desatándolo y sacándole del culo el garfio y quitándole también las pinzas con los pesos.
Y sosteniendo al chico en los brazos los posó sobre un catre y le dijo al general: “Eres mi general, y como tal te obedezco en lo referente a los órdenes militares y siempre que no se excedan de las ordenanzas. Aquí y ahora eres Alfonso, mi amante, pero se acabó el juego. Tu frustración ha ido demasiado lejos. Este chaval es tan noble que no dijo nada que tú le prohibieses y por no decírmelo lo castigaba por desleal y agraviar a su amo. Y hasta aceptaba con que lo capase de un tajazo si con eso evitaba volver a ofenderme. Fíjate hasta que punto me ama!Y no hacía falta que contase nada porque sé que pasó y cual es el motivo de tu rabia y tu odio hacia cualquier hombre joven. Y mucho más si encima es guapo y su cuerpo es hermoso, como sucede con estos dos muchachos”.

 El amo se volvió hacia Raúl y continuó: “Alfonso, tú me metiste en este mundo de la dominación para satisfacer tu perversidad y tus complejos por lo que siempre has creído que suponía una falta de virilidad y de hombría en un militar de tu rango e historial, pero no es así. Estas equivocado puesto que todo eso no está en un pito erecto, sino en el corazón de un verdadero hombre y eso si le hace ser un macho. Qué más da que tú me follases a mi o que yo te diese por el culo a ti! Somos dos hombres que se amaban y gozaban con el sexo o simplemente con besarse y acariciarse, pero no te bastó eso y quisiste ver usar y sufrir a muchachos enteros, fuertes y viriles para encubrir tu complejo y tu impotencia mental, más que la física. Y por tu ansia de espectáculo morboso llegamos a esto”.

José respiró hondo y prosiguió: “Para cazar carne fresca para tus orgías encubiertas y solitarias, escondido tras un cristal, en el campamento vi a este joven hermoso y atractivo, que me gustó y al conocerlo más a fondo nació en mi un sentimiento distinto al que siempre sentí por ti. Y creo que me enamoré del crío y no sólo por su belleza ni por su precioso culo, sino por el maravilloso ser que hay en su interior. Pero el azar también quiso poner en mi camino al otro chiquillo, al que en un principio casi odié por lo cruel y egoísta que fue con su amigo y por no comprender y saber superar un complejo de macho mal entendido. Pero siempre se ha dicho que del amor al odio hay un paso y viceversa. Y a pesar de que nunca se lo demostré y seguí tratándolo con rudeza, soportando entregártelo por haberte encaprichado tú de su espléndida verga y de sus preciosos cojones, también le quiero y eso me hizo reaccionar de manera desmedida viendo sólo una parte del problema que atormentaba al chaval y no quería decirlo. Y que ahora ya lo entendí perfectamente y sé el motivo real por el que no habló Raúl”.


El capitán con los ojos húmedos siguió: “A ti te importaba una mierda que dijese o no que te había metido su polla por el ano y seguro que te llenó por lo menos dos veces la tripa con su leche sin sacarte la verga del culo, porque le obligaste a ello con alguna amenaza. Al contrario estabas deseando que yo lo supiese. Pero el chico no quiso confesármelo, para no hacerme daño ni que sufriese por lo que entendió como una traición de mi amante, que eres tú, y de él que es mi esclavo, ya que, además de follarte, comprendió que tus verdaderas intenciones eran una artimaña para impedir que otros te robasen ni una milésima parte de mi amor hacia ti. Y Raúl pensó que ocultándomelo me ahorraría el sufrimiento de saber que tu intención, movido por los celos, era separar a Dani y a él de mi lado y enviarlos de nuevo con su antiguo capitán o a cualquier otro lugar suficientemente lejos para olvidarlos. Me equivoco, Alfonso? Lo que no entiendo es como fuiste tan tonto y dejaste que Raúl lo intuyese? Bueno. Quizás fue a propósito también. Es lógico. Así, aún privándote de un capricho tú mismo, pretendías recuperarme a mi para ti solo otra vez y evitar que no me encariñase más con los dos chicos. Pues pudiste ahorrarte el trabajo porque ya era tarde para no quererlos a los dos”.

José miro fijamente a los ojos del general y dijo: “Lo siento Alfonso, porque aún te quiero, pero no sigo con tu juego. Si de verdad me amas como dices, admite tu situación y da la cara. Aún estás a tiempo. Participa conmigo y mis dos esclavos en nuestra vida y nuestros juegos sexuales, pero sin odio y sin afán de hacerles daño, ya que sólo te lo haces a ti mismo. Son mis esclavos y yo soy responsable de su seguridad y de que sus vidas sean felices para servirme mejor y tal y como yo deseo. Si quieres oírlo de mi boca, abre bien los oídos y escucha. Los amo a los dos y nunca lograrás separarme de ellos. Y menos quitármelos. Ya son míos y para siempre, Alfonso. Y quien manda sobre ellos y dispone de sus vidas y sus cuerpos soy yo exclusivamente, porque tú no sabes ser un buen amo ni como tratar a un ser que se entrega sin reservas a su dueño. Mañana tapiaré ese espejo y piénsalo si realmente quieres continuar siendo mi amante en las condiciones que yo te impongo. Y desde luego no está en mi intención privarte de gozar de esta maravilla que ya has tenido dentro de tu cuerpo. Pero con mi aprobación y consentimiento, ya que estos dos hermoso ejemplares sólo son de mi propiedad y pueden hacer gozar a quien yo diga y como yo quiera”.

7/20/2012

Capítulo 23 / El capricho


Sólo habían transcurrido tres meses y Raúl se había convertido en el capricho del general.
Pasaba en el despacho del gran jefe gran parte de la jornada y éste, en cuanto tenía oportunidad, le sobaba los huevos o le tocaba los muslos y le manoseaba la polla como si se tratase del sonajero o un mordedor para un bebe al que le están saliendo los dientes.
Otra parte de Raúl que le privaba al general eran los pectorales, principalmente pellizcarle los pezones redondos y marrones.
Y, aunque pequeños, muy disparados y en punta como pitones de un joven toro de lidia.


 Raúl se dejaba hacer lo que al jefe le daba la gana, puesto que así lo quería el capitán y le había ordenado obedecer al general más por ser un esclavo que por el respeto que todo soldado debe a un oficial de tan alto rango.
A su edad, el general era un hombre atractivo y con un cuerpo fibroso y fuerte, que realmente gustaba mucho a las mujeres y seguramente más de un oficial o soldado raso daría lo que fuese por verse en la cama con aquel sesentón de tan buen ver.
Pero Raúl estaba cada vez más colgado del hombre que le saco de dentro su verdadera naturaleza y le hizo ver que en el sexo no existen complejos ni roles mejores o peores, sino solamente el placer morboso con el que cada cual se excite y libere la lujuria y la libidinosa naturaleza que llevamos en lo más profundo del alma.
El chico se estaba enamorando perdidamente de su amo.

El hombre tan macho que con su enorme verga le hizo probar la mieles del doloroso éxtasis de que le rompiesen el virgo y el culo hasta perder el sentido de gusto y correrse sin sobarse la polla, aún apretándola con fuerza para evitar que le saliese la leche a borbotones, y regalándole el conocimiento y el sabor del placer por el sufrimiento hasta confundir el dolor con el gozo.
El muchacho era consciente de la querencia del amo por Dani y sabía que éste adoraba a José y también lo amaba como nunca había querido a nadie en el mundo.
Ni siquiera a él, por el que únicamente estuvo encaprichado y atraído por su cuerpo perfecto y su juventud descarada e insolente hasta soportar los peores abusos y creer que un niñato inmaduro e inconsciente podría ser su dueño.

Fue el primer amo para Dani, al que deseó servir, a pesar de la inexperiencia, torpeza y estúpidos complejos de macho del muchacho, que ni siquiera supo ver la joya de esclavo que se estaba perdiendo.
Más tarde, Raúl lo echó en falta y se sintió a traído por Dani, pero ya era tarde puesto que él mismo había metido en la vida del otro muchacho a José.
Y éste si era un amo de verdad y, fundamentalmente, un auténtico macho que sabía como darle por el culo a otro tío, sin olvidar que su agujero no era un coño, sino el ano por el que la tremenda verga del dominante poseía al dominado, entrando en su cuerpo hasta perforarle el alma, y convirtiéndolo primero en sumiso y poco a poco, pollazo a pollazo, en su puto esclavo para toda la vida.

Cuando un amo sabe serlo, de un ser libre, el sometido sólo espera ser aceptado como propiedad de su señor y servirle y darle su cuerpo y su vida entera para el placer y capricho del amo.
Y eso era lo que ahora ansiaba Raúl.
Ser el más fiel y humilde perro esclavo de José, aunque le escociese ver la preferencia de éste hacia Dani y sentir aún como su polla se excitaba y se humedecía al ver el culo del joven que era el capricho de su amo.

Del crío que fue suyo por un tiempo y ahora era el otro esclavo de su dueño.

El general no quería prescindir de Raúl e incluso le obligaba a acompañarlo a su casa, una vez terminadas sus tareas como asistente medio secretario y corrientemente pasa manos, y le mandaba que se desnudase y lo contemplaba mientras se tomaba una copa y fumaba un puro, teniéndolo siempre cerca para poder alargar la mano y acariciarle los cojones o apretarle la chorra o los glúteos.
El jefe nunca se desnudaba ni se desabrochaba la guerrera o la bragueta de los pantalones, pero su cara y su boca rezumaban lívido y era la viva expresión de un vicio sórdido y albergado en lo más recóndito de la mente de aquel militar.
Nuca le besaba los labios al chico ni mucho menos le comía la boca, pero algunas veces le mamaba la polla o lo masturbaba por el sólo placer de ver salir la leche de su miembro, erguido como una bayoneta insertada en el cañón de un fusil para presentar armas.

Sólo una vez de las que le chupó el rabo al muchacho y por más que éste le advirtió que se corría, el general retuvo el pene del chaval dentro del la boca y dejó que descargase la leche en su lengua.
Parte la escupió al suelo, pero otra porción de semen la paladeó y dejó que bajase por su garganta.

Cuando por fin Raúl podía irse de la casa del general y volver a la de su amo, llegaba con la bolas secas y la picha arrugada y flácida, sin fuerzas ni ganas de servir de puta a su dueño.
Y era entonces el mejor momento que consideraba José para gozar más penetrándolo sin preámbulos y calentamiento alguno.
Y, nada más entrar, lo agarraba, le bajaba los pantalones y doblado sobre una mesa, separándole las patas con un par de patadas, y un simple lapo lanzado al agujero del culo del chaval bastaba para hundirle la tranca de su amo y darle caña hasta que a fuerza de roce en el recto y el morbo de verse montado por su amado dueño, el pito de Raúl se espabilaba y crecía y engordaba, replegando el pellejo para dejar al aire un prepucio brillante y mojado de vicio y ganas de sentir su tripa llena con la leche de su amo.


Dani siempre estaba presente mirando la monta de Raúl por el amo y cuando su dueño se lo autorizaba se agachaba para mamarle el cipote al otro esclavo, succionando con fuerza para extraerle cuanto antes el semen y dejarle los cojones vacíos antes de que su señor terminase de follarlo y le diese el esperma en las tripas, mientras el pene flácido de Raúl se balanceaba en el aire por los empujones que José le daba al darle por el culo.
Dani le evitaba a Raúl gozar el momento de sentir el flujo caliente que recorría su recto hacia dentro, pero aún así el muchacho quedaba feliz por haber sido la perra elegida por su amo para desahogar los huevos en su vientre, aunque le dejase el ano tremendamente dolorido, rojo y picante como una guindilla.

Más tarde, Raúl también presenciaba como el amo lamía y besaba todo el cuerpo de Dani, metiéndole media lengua por el ojete y mordisqueando las tetillas del chaval y oliéndolo tras la orejas, la espalda el vientre, las ingles, los genitales, la raja del culo y las piernas desde los muslos a las uñas de los dedos de los pies.
Apretaba la carne del muchacho y lo palpaba despacio repasando cada milímetro de su piel dorada como un melocotón.
El perfil de su rostro, de hombre niño, casi sin sombra de barba, lo dibujaba mil veces con las yemas de los dedos y lo remarcaba después con el roce de los labios para rellenar el contorno de su dibujo en el aire con besos y suaves caricias con la lengua, como el perro que lame tiernamente a un cachorro.

A Raúl le excitaba verlos y su cabeza estaba invisiblemente metida entre ambos cuerpos haciendo lo mismo que el amo le hacía a Dani, pero envidiando no ser él quien ocupase en ese instante la posición del otro esclavo.
No le dolía la atención del amo hacía Dani, pero si ansiaba que aquel hombre al que amaba más por minutos, le mostrase también a él esa delicada ternura que derrochaba con Dani, además de follarlos con toda la violencia de un tornado y fustigarle la carne, al punto de volver locos de pasión y exaltar los sentidos de ambos esclavos cuando los usaba para satisfacer su extrema necesidad de sexo, rebosando lujuria y un vicio desatado.

Esa violencia era necesaria y fundamental para ambos esclavos porque con ella se sentían absolutamente propiedad de su amo y objeto de deseo de éste para saciar su calentura en ellos.
Mas eso no implicaba que Raúl también desease algo del afecto que José no regateaba al tratarse de Dani.
Y, sin embargo, Raúl cada día quería más y con más generosidad a su compañero de esclavitud y si antes sólo deseó su cuerpo para usarlo sin tino ni sentimiento, ahora lo admiraba por su belleza y le atraía el indudable encanto del chico.

Había perdido el poder sobre Dani, pero tenía la ventaja de seguir estando cerca del chaval y llenar su vida y su alma con la fuerza y la savia que la generosidad de un hombre, extraordinario a sus ojos, lo había hecho su esclavo y le enseñaba cuales debían ser los pasos que podía dar cada día, para ser mejor y mucho más útil satisfaciendo al ser que realmente le importaba y admitía como el centro de su existencia. Su amo. El hombre por el que su corazón se agitaba y latía desbocado como un potro sin riendas, hasta que la mano poderosa de su señor templaba la brida y su espuela le hacía amainar su alocada energía vital, sometiéndolo a la voluntad y dominio del experto jinete que lo había domado y continuaba adiestrándolo para llegar a ser uno de los mejores ejemplares de su cuadra.

Pero esa tarde Raúl estaba demasiado triste para poder disimularlo y Dani se percató del estado de ánimo de su compañero.
Cenaron, pero Raúl tenía poco apetito y casi no dijo más de cuatro monosílabos para contestar alguna pregunta de su amo.
Y Dani miró al capitán con esos ojos grandes y transparentes que eran como un visor de los pensamientos del crío.
José ya se había dado cuenta de que algo le pasaba a Raúl, pero, quizás por imaginarse el motivo, no quiso indagar sobre el problema que afectaba a su esclavo.
Sin embargo, reconsideró su postura y le preguntó: “Qué te pasa, Raúl? Apenas has comido y eso no es habitual en ti, a no ser que estés malo. Ha pasado algo en casa del general?”
Raúl guardó silencio, pero sus ojos sólo miraron un plato cuyo contenido, que siempre le había parecido apetitoso, esa noche se le hacía cuesta arriba llevárselo a la boca.
Y el amo insistió.
Y el chico le dijo: “Nada, amo”.
Mas su voz y su cara no reflejaban que todo hubiese sido normal esa tarde en la casa del gran jefe que se había encaprichado con Raúl.
Y José volvió a insistir: “Raúl, dime que ha pasado”.
El chaval se tapó los ojos con ambas manos y rompió a llorar.
Dani miró alternativamente a su amo y al otro muchacho e imploraba sin palabras que José hiciera algo para consolar a su amigo.
El amo dijo: “Raúl, levántate y ven”.
El chico lo hizo pero se tiro de rodillas al lado de José y ocultó el rostro en las piernas de su amo, sollozando sin consuelo.
José le acarició el pelo y volvió a preguntar: “Qué te pasa...Cuéntame todo lo que haya sucedido”.

Raúl con voz entrecortada le contestó: “No...puedo...amo... No...puedo...Me lo ha prohibido... y... si digo... algo... me... matará. No...puedo...amo... No...puedo”.
José no dudó en hablarle a su esclavo: “Raúl, puedo comprendo tu miedo... y casi no hace falta que me digas que es lo que te ha pasado esta tarde con el general... Pero no puedo tolerar ni admitir la infidelidad de mi esclavo. Soy tu amo y tú eres absolutamente mío. Y más importante que tu vida, que es mía, es la fidelidad, el respeto, la obediencia y la confianza que me debes por ser mi esclavo. Nunca os he dado motivo para temerme, puesto que he preferido vuestro amor al miedo ante le castigo. Y ahora me has traicionado al no contarme lo sucedido por temor a lo que el general te pudiese hacer al saber que me lo habías contado. Puesto que él ya sabe que a ninguna otra persona se lo dirías, ni le importa que lo sepa otro que no sea yo. Cómo puedes pensar que yo revelaría al general que tú me contases algo que él no quiere que yo sepa? Cómo has podido anteponer el miedo a algo al amor y a la voluntad de tu dueño? O es que acaso temías mi castigo por lo que hayas hecho hoy con el general? Me has defraudado y me duele tu traición más que cualquier otra cosa con la que pudieras agraviarme. Y mereces mi desprecio y un castigo ejemplar”.

José empujó la cabeza del chiquillo y lo tiró al suelo, mirándolo con furor y rabia.
Dani estaba asustado y también lloraba sin emitir ni un sólo gemido.
José se puso en pie y arrastró a Raúl por un brazo hasta la sala donde tenían lugar las sesiones de sexo duro y torturas, con la intención de someterlo al peor castigo que nunca le había dado a ninguno de sus esclavos.

7/16/2012

Capítulo 22 / El silencio


Apenas podían distinguirse los tres bultos de sus cuerpos sobre la cama del amo. Todo era oscuro y algún reflejo indiscreto destacó un pálido fulgor que discurría junto a la nariz de Dani.
El chico estaba despierto y se dolía de los azotes y sus articulaciones protestaban aún por las forzadas posturas en que lo había puesto su dueño.
Desde que estaba a su lado nunca le había causado tanto dolor ni lo había tratado como a un mero objeto vacío, del que sólo importa la carne exterior que cubría un vulgar armazón de huesos y que no alberga ningún fundamento que pudiese inspirar algo más.
José tampoco dormía, pero sus ojos cerrados sólo veían hacia dentro de su alma y contenía sus manos para no abrazar al muchacho que le trasmitía su pena pegado a su piel.
Raúl parecía estar en otro mundo onírico, pero el amo tampoco notaba en el roce de su brazo otra cosa que no fuese ansiedad y temor por no volver a ser usado como antes de la reciente sesión a que les había sometido José.

Ni siquiera los había penetrado con la pasión de otras veces.
Ni mucho menos les había hablado al oído ni calentado con sus palabras y siquiera aplicó el toque de sus manos en los puntos erógenos que dada uno de los muchachos tenía.
José los usaba para su goce y vertía su semen cuando le parecía y donde le daba la gana, sin tener en cuenta la presión y necesidad de desahogo de sus esclavos, pero, aún así, lograba que éstos hasta en el dolor y la privación del goce sintiesen el placer de servir y satisfacer la lujuria de su amo.
Y esta vez no había sido así. Sólo los usó.
Los humilló y les produjo el estremecimiento del miedo y del sufrimiento sin la compensación de saber o sentir el gozo de su señor.
De pronto Raúl se giró dando la espalda al capitán y los otros dos volvieron los rostros sin poder verse el uno hacia el otro.
Y fue la mano de José la que buscó la cara de Dani y los dedos se humedecieron con las lágrimas del chico.


Y le dijo a media voz: “Aún te duele?”
“No amo”, contestó Dani con una voz casi inaudible.
Y José insistió: “Por qué lloras entonces?”.
El chico no respondió y el amo se lo preguntó de nuevo y le ordeno que hablase.
Y Dani le habló a su dueño: “Amo, esta noche no fuiste el mismo hombre que me compró y al que adoro como mi amo”.
José pensó unos instantes la respuesta y dijo: “Sabes que no te compré y también sabes que soy tu amo. El mismo que viste en el parque donde Raúl te llevó para vender tu cuerpo al mejor postor. Nada ha cambiado, ni cambiará”.

Dani hipó y sollozó con más fuerza y le dijo: “Aunque no hayas pagado ni un céntimo por mi, sí me compraste como esclavo y es lo mejor que me había pasado en la vida. Ser tuyo. Pertenecerte entero es lo único que tengo para ser feliz, amo. No me importa lo que me hagas ni como me uses, pero haz que me sienta de tu propiedad y protegido y cuidado como antes, mi amo. Entiendo lo del general y deseo serte útil para agradarlo y darle todo lo que desee. Pero no podré soportar sentir otra vez la indiferencia de mi amo como si sólo tuviese entre sus mandos un trazo de carne sólo para usar y tirar después a un basurero. Amo, sé que soy insignificante a tu lado y mucho más en comparación con el general y no pretendería jamás escalar un peldaño más alto que el que un puto esclavo merece ante su dueño, porque tu simple mirada ya es un regalo del que me siento indigno, mi amo. Y sólo sé que en tan poco tiempo has conseguido que te ame. Que sienta dentro de mi lo que nunca había conocido antes. Y no me refiero a tener tu carne dentro de mi cuando me follas. Me has hecho vivir como si naciese de nuevo el mismo día en que me penetraste con esa verga que adoro y venero como la imagen de mi dios... Perdoname, amo, porque soy un estúpido cretino que no tiene derecho ni a importunarte con palabras o gemidos y sólo merezco que me eches fuera de tu cama”.

José quedó mudo y Raúl apretó la cara contra la almohada para que los otros dos no le viesen llorar como un niño.
Pero cuando un amo sabe y conoce la responsabilidad de ser el dueño de otros seres, aún siendo inferiores a él, tiene que asumir su posición y responder con la entereza y razón del privilegio que le ha dado la vida.
José se recostó sobre Dani y sin mediar palabra le beso los labios y los ojos y lo estrujó contra su corazón temblando de emoción como el adolescente que acierta a darse cuenta que tiene en sus brazos el verdadero amor.
El crío rompió el silencio desatando los nervios en llanto y temblores y Raúl, quieto como una estatua, sufría despegado de ellos la soledad de su alma herida y menospreciada.

Y José extendió un brazos hacia él y le dijo: “Ven tu también porque los dos merecéis que vuestro amo os cuide, os proteja y os ame. Mis hermosos esclavos, no tengáis en cuanta lo que pasó esta noche. Asumo la responsabilidad porque fue prematuro desvelar lo que debió mantenerse oculto por más tiempo. Y no es por vosotros, que vuestra devoción y sumisión aceptó de plano lo que yo desease haceros, sino que le problema estaba en mi amante que todavía no pudo asumir las consecuencias que podían derivarse de lo que él mismo quiso iniciar. No jugó con vosotros sino que apostó demasiado fuerte y arriesgó perder la exclusiva de mi corazón. Para mi es más que un padre y no sería justo no decir que fue mi gran amor y sigue siendo mi amante, pero el corazón no es fácil de controlar si se desboca. Es como un pura sangre entero, sin capar. Es un gran ejemplar pero su doma es difícil y puede derribarte y pisotearte hasta poner en peligro tu integridad o la misma vida. Mis pequeños muchachos, no se debe jugar nunca con los sentimientos y menos con los ajenos...Pero ahora vamos a dormir tranquilos y sin miedos puesto que estáis arropados por vuestro amo. Besémonos los tres juntos y que nunca perdamos el sabor tan exquisito de nuestros besos. Y ahora basta de llantos y a dormir. O tendré que volver a calentaros el culo con esta mano que ya sabéis lo que puede doler si arrea con fuerza”.

No hubo ni más palabras, ni lloros ni gemidos. Solo la respiración acompasada de tres seres unidos en un estrecho abrazo. Bueno. Y algún resoplido algo fuerte porque Raúl a veces incluso roncaba al quedarse profundamente dormido.
Pero pronto el amo lo meneaba y el chico chasqueaba recuperando la sosegada respiración de un bello durmiente.
El calor del cuerpo de Raúl contagiaba la energía que esparcía bajo la sábana y José cobijó su pene en la entrepierna mojada del chico.
Dani acopló su vientre a las nalgas de José y pronto el pito adquirió firmeza y el prepucio se estiró buscando sumido en el sueño el ombligo del muchacho.

Cuando el amo se espabiló miró el reloj de la mesilla de noche y comprobó que habían dormido como angelitos casi roznado la hora de entrada en el cuartel.
Pero ahora su verga no estaba entre los muslos de Raúl, sino que se había metido entre las nalgas de Dani como una salchicha en el panecillo de un perrito caliente.

El chaval notaba la fuerza de la sangre agolpada en el cipote del amo y su ano se relajó esperando su entrada de un momento a otro.
Dani sintió la caricia de los dedos de José en las ingles y como jugueteaba con el vello de su pubis, ligeramente recortado como un suave felpudo, cuya caricia resultaba agradable y de un erotismo perturbador.
El amo metió una mano entre los muslos del chaval y mordió con pequeños bocados la parte posterior del cuello, justo bajo la nuca.
Y resbaló los labios sobre un hombro del chico para besarle un brazo al tiempo que una mano empuñaba el carajo enardecido que buscaba el ojo del culo del esclavo.


Y en cuanto el capullo de José se encajó en el ano de Dani, la mano que lo había guiado se posó en el vientre del muchacho, presionándolo hacia atrás para ensartarlo en la polla como el espeto clava y atraviesa a un cabrito para asarlo a fuego lento.
Raúl no quiso quedar al margen y obtuvo el permiso de su amo para lamerle el culo y los cojones desde atrás, esperando que le dejase recoger en la boca la leche que tras un fuerte y potente traqueteo le saldría a Dani por el pito.
Y cuando eso ocurrió y el amo ya había colmado el cuerpo del esclavo enculado, a Raúl lo ordeñó el otro esclavo para desayunar la nutritiva leche que daba ese muchacho.

Al presentarse los tres en el despacho del general. este felicitó al capitán por la estupenda velada con que lo había obsequiado la noche anterior.
Y dijo: “Raúl, mientras el capitán y tu compañero hacen su trabajo en el despacho de mi ayudante, tú te quedas aquí para hacer algunas cosas que quiero encargarte personalmente para que las hagas conmigo esta mañana”.
Raúl miró al capitán y con un gesto de cabeza, éste le ordenó que obedeciese y complaciese al general cumpliendo con sus obligaciones y le brindase el mejor servicio posible.
Y así lo hizo Raúl.
El general solamente quería tenerlo a su lado, muy cerca, y meterle mano en la entrepierna palpándole los huevos y masturbándole la polla, despacio, con suavidad y oliendo el aroma de macho que desprendían las pelotas de aquel joven soldado rebosante de testosterona.

7/12/2012

Capítulo 21 / El espejo


El amo les había dicho que les llenaría las tripas con su semen, pero no fue así. Echaron una larga siesta después de las corridas que se largaron cuando el general los dejó solos, y ya no hubo sexo durante el resto de la tarde.

Los dos chicos se despertaron empalmados y el amo también tenía ganas de juerga, pero les dijo que se levantasen e hiciesen algo de ejercicio antes de la cena.
El capitán con sus dos esclavos en bolas, organizó una tabla gimnástica, a base de flexiones y abdominales, elevando el tórax del suelo, flexionando los brazos y apoyando las puntas de los pies solamente, para mantener recto el cuerpo como una plancha y animándoles a no flaquear por el cansancio.
Quería que sus esclavos perfeccionasen su bella anatomía física y marcasen más los músculos en los brazos, piernas, abdominales y pectorales.
Y, sobre todo, que no descuidasen la dureza y firmeza de los glúteos.


Dos horas después, los tres sudaban como potros al final de una fuerte galopada, y el olor del cansancio les embotaba el olfato, pero el aroma agrio y dulce de su vigorosa juventud incitaba a restregarse entre ellos y empaparse de la líquida energía que derramaban por los poros.
Los tres miembros se frotaban y y jugaban a deslizarse de uno a otro, pero José no quería desgastarse ni reducir la carga de sus pelotas, ni tampoco que lo hiciesen sus dos esclavos, ya que esa noche tenía que brindarle al general el espectáculo de una larga e intensa velada de sexo, que él contemplaría tras el espejo convertido en su ventana especial de su particular observatorio sexual.

Pero no pudo apartar la vista de los cuerpos de sus esclavos.
La piel les brillaba y la humedad que despedían sus miembros y sus recodos más íntimos les envolvían en un halo mágico dándoles un aspecto de seres mitológicos.
Era como estar junto a dos lustrosos atletas griegos de insuperable hermosura al correr por sus venas sangre de Apolo, identificado por los griegos con Helios, dios del sol.

José paseó sus ojos por los penes medio erectos de los muchachos, por los que resbalaban gotas dejando sinuosos surcos sobre sus pellejos, y como chispas líquidas reflejaban la luz, prendidas en el vello de sus piernas y brazos.
El pecho de los chavales intentaba recuperar el sosiego subiendo y bajando sin cesar cada vez más lentamente y sus miradas, orgullosas por el esfuerzo y la tácita aprobación de su amo, se cruzaban y se dirigían juntas hacia la de su capitán.

El amo no consiguió parar su excitación y provocó de inmediato la de sus dos esclavos.
Pero José no podía defraudar a su amante y malgastar ahora su fuerza y la de los chicos.
El era el amo. Sí. Y los dos muchachos eran sus esclavos para satisfacerse como le apeteciese con ellos.
Pero no sería más cierto que el verdadero señor de todos ellos era el amante de José?
La verdad no estaba en que era el general quien disponía lo que su amante debía hacer con los dos jóvenes esclavos?
Hasta que punto el general iba a permitirle a José que llegase a algo más que a usar como objetos a esos dos preciosos chavales?
Incluso al niñato tan cariñoso y sin doblez que casi desde el primer momento se entregó plenamente al hombre que asumió como dueño al creer que lo había comprado.

El general conocía muy bien a su amante y no dudaba de su amor, pero aquel crío era verdaderamente un encanto y sabía de sobra que su cuerpo y su sencillez sin reserva ni artificio enloquecía a José.
Y luego estaba el otro. Raúl.
La lujuria y la lascivia encerradas en un cuerpo explosivo y macizo.
De hombros anchos y espalda recta.
Musculoso, fuerte, viril en su aspecto y con una estructura física como para la portada de un calendario de bomberos desnudos para poner cachondas a las más recatadas amas de casa.
Raúl rezumaba sexo hasta por las orejas y hasta la menor sombra que pudiese proyectar cualquier recodo de su anatomía resultaba lasciva.
Y su culo podría figurar en una panoplia entre los trofeos de un lord inglés que sobre la chimenea del salón de su castillo luce las mejores piezas cazadas en las selvas de Africa o Asia.
Pero en lugar de la cabeza, seria el espléndido trasero del muchacho con una inscripción debajo: “Ejemplar único, cobrado en tierras mediterráneas de un sólo pollazo. Su exquisita piel y el tacto suave del ligero e inapreciable vello que cubre las nalgas, necesitaron un tratamiento especial para conservar intacta toda su tersa frescura”.
A continuación la fecha y el lugar exacto donde habría sido cazado.
Y, por supuesto, el ilustre nombre del aristócrata británico que lo hubiera abatido.

Era muy difícil para un hombre resistirse a no poseer semejantes criaturas que con sus bocas entreabiertas y los labios mojados por la saliva, decían sin sonido: “Amo. Tómanos. Haznos tuyos. Fóllanos y danos toda esa carga que te hace doler los cojones por retenerla dentro. Amo. No ves como nos late el ano esperando tu aterradora verga, pero que manejada por ti es el instrumento que más placer puede causar dentro de nuestros culos!. Jódenos, amo. Haz que sintamos tu carne llenándonos el vientre. A que estás esperando, señor?”

Y José tuvo que buscar una excusa, como por ejemplo que no habían hecho de un modo perfecto los ejercicios y con su enrome mano, ruda y pesada, les sacudió la badana dejándoles las nalgas como rosas carmesí.
Pero se mordía los labios para no darles por el culo a los dos allí mismo, después de besarlos enteros y lamerles la piel hasta limpiarles el sudor que desde la frente corría hacia abajo por sus cuellos diversificándose por la espalda y el pecho.

Les castigó por la impudicia de la provocación inconsciente de sus dos esclavos.
Qué bellos muchachos y cuanta vida pugnaba por abrirse paso a través de su miembro viril, siempre a medio elevarse cuando no competía en rectitud apuntando al cielo y formando un plano paralelo con el vientre!
Esos eran los esclavos de José.
Los dos juguetes que esa noche debía usar para complacer y excitar a su amante el general.
Esos eran los dos muchachos que más tarde, cuando se recuperasen de la larga sesión, yacerían con él en su cama y entonces, sin más miradas que las suyas, los gozaría y los poseería para poder disfrutar del verdadero placer de sentirse su dueño y su único amo.
Una vez en su dormitorio, podía incluso amar a esas dos criaturas si le daba la gana. Besaría a Dani como lo hace un amante y dejaría que Raúl probase las mieles del amor intenso para darse generosamente tanto a su amo como a su joven y deseado compañero.

Sin embargo, primero debería darle al general el sacrificio de los dos corderos.
La cena fue silenciosa y parca.
Y mientras preparaba el escenario, los puso de bruces sobre dos banquetas en el cuarto de baño con un irrigador introducido por esfínter de cada uno de ellos, y lentamente sus barrigas se llenaron del agua que vaciaría sus intestinos para trabajarles más tarde higiénicamente sus sensuales y sugestivos culos.

 A veces a José lo que más le apetecía al ver aquellas nalgas era mordisquearlas y besarlas y sobarlas hasta aprender a recorrerlas y memorizarlas sin necesidad de levantar los párpados para admirarlas.
Quería grabarlas en su mente para soñarlas sin más que cerrar los ojos y abstraerse del mundo exterior.


Iba a estrenar esa noche una máquina jodedora, que podría llegar a destrozarle el culo a cualquiera si se le imprimía la máxima velocidad al embolo que movía el pene de goma, insertado en la barra que se introduciría por el ojo del culo del sumiso.
No sólo los azotaría con la fusta, sino que golpearía las plantas de los pies de los chavales con el propio bastón de mando del general, adornado con una preciosa empuñadura de oro, y tenía que aplicarles una moderno instrumento generador de corriente eléctrica de baja tensión, con el que le daría descargas en los genitales, pezones, en los dedos de los pies y de las manos, las sienes. En la lengua. Dentro del pene sondado convenientemente con una cánula de metal. Y, por supuesto, a través del recto y variando su intensidad, hacerles sentir el escalofrío del un rayo que recorriese sus médulas y los receptores sensoriales transmisores de tal información a los terminales nerviosos del cuerpo de los dos chavales, inmolados por el amor del capitán a su amante.


Sus gritos y gemidos le taladrarían los tímpanos a pesar de que los amordazase.
Y su sudor frío y el de los dos chicos, helaría el aire de la mazmorra habilitada para complacer al general.
Los sometería a todo ello suspendidos del techo, primero boca abajo, colgados por los pies para que a la justa altura de su verga se la mamasen uno después del otro, sin regalarles su precioso y deseado semen.
Y, a continuación, serían penetrados con objetos de calibre respetable y follados por su amo con su verga apocalíptica e incluso con el puño, llegando al segundo esfínter de los muchachos, amarrados por las muñecas y los tobillos como capullos que gestasen la crisálida que, llegado el momento volaría revestida de las multicolores alas de la más llamativa mariposa.

Pero que en ese momento, sólo serían cachos de carne colgadas de un gancho como reses, para satisfacer el apetito voraz de la libidinosa lujuria del amante de su amo.
O del verdadero señor del dueño de los dos esclavos.
Eso era una cuestión que todavía quedaba por resolver, incluso para el capitán, que mientras usase a los muchachos, vería la escena y su propia imagen reflejada en el espejo, sabiendo que la mirada escrutadora del general no se perdería detalle ni de los hechos ni del mínimo gesto que hiciese su amante.

7/09/2012

Capítulo 20 / La tarde

José miró las caras atónitas de sus dos esclavos y los abrazó por la cintura a ambos.
Los chicos tenía los pantalones hechos jirones y sus nalgas se lucían a través de la tela rasgada, dejando ver también los genitales de Raúl y su vientre duro y apretado bajo su piel tersa y tirante.

Los dos muchachos aún pintaban en sus caras la duda y la sorpresa de lo ocurrido en la comida, y su amo les habló sin dejar de apretarlos contra su cuerpo: “Chavales, jamás diréis nada de lo que habéis visto y oído, porque en ello no sólo os va el futuro, sino la suerte que la vida os ha deparado al ser esclavos. Nunca os faltará nada ni nadie osará haceros el menor daño mientras yo os defienda y los tres sigamos bajo la protección del general. Que, como ya oísteis, es mi amante desde hace muchos años. Siento un amor profundo por él, pero eso no impide ni excluye que también pueda amar a otras criaturas. Y especialmente a quien haga sentir como mi corazón salta y vibra tan sólo con tenerlo cerca y no desear otro olor que el de su cuerpo ni más roce que el del tacto de su piel. Y creo que si alguien en el mundo puede llegar a ocupar un lugar en mi lama junto al general está ahora a mi lado”.



Los chicos miraban a su amo, sin abrir el pico ni para mostrar su asombro.
Y el capitán prosiguió su charla: “Raúl, tú le agradas especialmente al general. Te habrás dado cuenta, supongo. Pero no esperes tener sexo con él. Al menos lo que se entiende por acto sexual con penetración anal entre ambos. Te sobará y acariciará por todas partes y te masturbará, también, y puede que él te chupe la polla si le apetece, pero tú nunca harás nada que no sea acariciarlo o corresponder a sus besos. Aunque no creo que lo veas desnudo del todo, querrá que tú si estés en bolas y que le muestres tu cuerpo impúdicamente... Es un hombre muy cariñoso a pesar de que te haya azotado con dureza hace un rato. También es estricto y le gusta que las cosas se hagan bien, y por eso podrá volver a zurrarte si lo estima necesario. El nunca consideró que el dolor sea un castigo en sí mismo. Y a veces el pegarte en el culo con su mano, será una prueba más del afecto y cariño que pueda llegar a sentir por ti. Raúl, haz todo lo humanamente posible por complacerlo y no te arrepentirás de poner todo tu empeño en conseguirlo. Y por si tienes alguna duda, seguirás siendo mi esclavo y gozaré de tu cuerpo tanto como podría hacerlo con Dani. Ya no me basta con uno y os quiero a los dos en mi cama y en mis sesiones especiales de sexo... No tenéis nada que decirme?”

Y Dani dijo: “Amo. Un esclavo no tienen que pensar ni cuestionar lo que su dueño quiera o desea hacer con lo que es suyo. Yo sólo estoy aquí para darte placer como mejor te parezca... Y si no es demasiado atrevimiento para un pobre ser inferior y no te enfadas conmigo, diré que haré lo imposible por tener un pequeño rincón junto al general. Y perdóname por ser tan ambicioso, pero tenía que decirlo aún temiendo tu castigo”.
José se mordió el labio inferior, tragó saliva y le preguntó a Raúl: “Y tú no dices nada?”
El chico, menos locuaz y espabilado para expresarse que Dani, le respondió: “Señor. Si algún día me perdona todo el mal que le hice a Dani, ya estaré contento y podré esperar que me considere un esclavo digno del amo al que deseo servir. Y el general podrá hacer de mi lo que quiera también. Es un buen amo y he de servirle como me ordena mi dueño”.

José volvió a besarlos a los dos en la boca y le dijo: “Dani, tú ya estás con el general y a ti, Raúl, Dani ya te perdonó, así que también te estás haciendo un hueco al lado de Dani y del general... Mis jóvenes muchachos. Vamos a pasar una estupenda tarde los tres juntos. Por cierto, Raúl. No me trates de usted a no ser que estemos en el cuartel y haya otra gente delante. Me siento viejo oyéndote decir eso cuando te estoy dando por el culo”.
Y José se llevó a sus dos esclavos a la cama y se tumbaron totalmente desnudos y sin más diferencias que sus hermosos cuerpos más o menos fuertes y la inexperiencia de dos juventudes aún muy tiernas sexualmente con la joven plenitud de una experta y atractiva madurez.
El amo se tumbó de frente abriendo sus piernas y le dijo a Raúl que le lamiese el cuerpo desde los pies a la cintura y a Dani que fuese al contrario bajando desde la cabeza hasta encontrarse con su compañero a la altura del ombligo.
Raúl había aprendido el papel de mamón y casi chupaba los dedos y las plantas del pie tan bien como Dani y cuando pasaba la punta de la lengua por las piernas y muslos de su amo, el vello se levantaba como buscando aún más placer.
La llegada a las ingles fue como para desarticular al hombre de mayor temple y firmeza ante cualquier sensación externa.
José se retorcía y tuvo que apretar los párpados y los labios para no gritar del gusto insufrible que le daban sus dos esclavos.

Dani recorrió su rostro, perfiló los labios del amo humedeciéndolos con la punta de su lengua, y exploró el cuello y las orejas de José, que sentía la lasciva respiración del chico y su aliento cálido y lleno de lujuriosa pasión.
Al bordearle los pezones con la boca, José creyó que gritaría basta, pero Dani supo alternar la presión de los labios con la suavidad de la saliva que esparcía a veces a lametazos, casi sin dejar que las tetillas del amo recuperasen la tranquilidad y el reposo.
Cuando descendió por el centro del estómago, besándolo y ayudándose con los dedos para sensibilizar cada célula de su piel, el amo ya estaba en la cima del clímax de un etéreo y sublime éxtasis, que solamente siendo un dios podría conocer esa experiencia de ser trasladado su espíritu a un indefinido e incógnito edén.

Al reunirse los dos muchachos en el centro del vientre de su amo se besaron, juntando la lengua en el ombligo de José, y recorrieron juntos el camino hasta el falo de su señor, mamándolo alternativamente hasta que su esperma les regó la cara a los dos muchachos.


José no consiguió evitar la brutal eyaculación que desalojó sus pelotas de la preciosa carga, que sus esclavos se lamieron mutuamente el uno al otro recuperando el semen lanzado al aire por su amo y que les salpicó el rostro a los dos.
A los chicos les reventaban los huevos y el amo los puso de rodillas sobre la cama y con ambas manos los ordeñó a los dos.
Y le dijo: “Besaros en la boca con todo el fuego que encierra vuestro joven cuerpo. Sobaros y tocaros los pechos y el culo y acariciaros los muslos y la entrepierna.
Y palparos las pelotas para que vuestra leche fluya con potencia y salte a mi cara para que después podamos recogerla los tres con la lengua y besarnos mientras saboreamos la esencia de esas vidas que ya son parte de la mía... Más tarde os meteré en el cuerpo mi leche, pero ahora quiero disfrutar así con vosotros dos... Y esta noche os daré otra sesión especialísima. Ahora darme todo lo que guardáis en los cojones o os los retuerzo hasta estrujarlos y exprimirlos como limones. Hummm, Dani, ya estás a punto y esas gotas en el capullo son algo más que un síntoma del gusto que te da el pajote que te estoy cascando, so puto... Te vas a correr como una zorra cachonda, pero espera por este otro cabrón que le arde hasta el tuétano y la polla le va a estallar antes de que pueda contar tres...Síiiiiiii. Joder! cabrones menudas lechadas que largáis por esos cipotes hinchados como chorizos cebolleros... Y esta que me cuelga de la boca es tu lefa Raúl...Hummm... Serás jodido!.. Pues no parecen tan grandes esas bolas para echar tanta leche por la verga... Será que al ser gorda se almacena en ella además de en los huevos... Pero es rica, verdad, Dani?.. Y la tuya?.. Ah la lamiste de mi frente y esta mejilla... Pues dámela que es mía como todo lo que concierne a vosotros dos. Bésame y compártela conmigo, Dani... Y tú también Raúl... dame tu lengua y los restos de semen que tienes en ella. Esta noche os voy a romper el culo, pero gozaréis como dos perras enceladas por el macho más dominante y deseado del barrio”.

El capitán intercambió semen y saliva con sus dos putos esclavos y después cayeron los tres de bruces sobre la cama, rendidos por el esfuerzo de la potente paja que les había hecho el capitán a los dos soldados y la corrida que él mismo había saltado en sus caras.

7/06/2012

Capítulo 19 / La comida


El general llegó con la puntualidad de un reloj inglés y los chicos estaban nerviosos no sólo por la presencia del jefe, sino también porque el hecho de servirles a tal personaje y a su amo los tenía eléctricos y temblaban como flanes por si algo salía mal y su dueño no quedaba complacido con los servicios de camareros.


Ya les había costado montar la mesa con tanto cubierto y tanta copa.
Y, sobre todo, acordarse de la lista de platos que deberían poner y quitar durante la comida, sin tropezar ni temblarles la mano, ni verter una sola gota de agua o vino al llenar sus copas.
El amo se reía y le quitaba importancia a todo aquello, pero sus dos esclavos podían arder sin necesidad de acercarles una cerilla.

El gran jefe se sentó en la cabecera y bromeó con Dani mientras le mostraba la botella de vino tinto para que diese el visto bueno y poder escanciárselo a José después de catarlo el general.
El jefe no le sacó ojo al culo del chico y miraba con aprobación a su amante, indicándole que verdaderamente, vestido con pantalones apretados y cortos hasta la rodilla, el chaval tenía un trasero que era un joya.
La camiseta le estaba tan escasa que dejaba ver el ombligo al menor movimiento y con ver la cara del general, podía asegurarse que la comida le resultaba magnífica y no sólo por los excelentes vinos y exquisitos platos que le servían.

Es posible que el manjar que más le hubiese gustado, sería el propio Dani puesto en una bandeja, desnudito y con una zanahoria en el culo, como un cochinillo al horno, pero verlo moverse alrededor de la mesa también tenía su gracia y le parecía una delicia el chiquillo.
 Y cuando entró Raúl con el plato fuerte, al general se le cayó el tenedor al suelo al verle el inicio de la raja del culo, que se insinuaba por encima de la cinturilla del calzón rodillero que llevaba el muchacho.

Y cuando no estaban presentes los chavales, no pudo evitar decirle a José: “Joder!. Menudo par de nalgas tiene esta criatura! Si no fuese porque está bueno hasta la punta del pelo, podría decirse que era todo culo, el cabrón! Carajo! para el Raulito de los cojones. Pero cómo me lo vistes así? Produce infartos el hijo de puta con esas patas y semejantes brazos. Esta noche dale un tratamiento especial. Me gusta este mamón y quiero verlo ensartado como una aceituna. Y mejor rellena con algo más grueso que una anchoa. Y si buscas algún refuerzo para darles más caña?  No te sería difícil e incluso hasta un negro bien armado podría prestarse a follarse semejante culazo... Piénsalo, José”.


Los chicos no estaban seguros de que significaba aquella comida con el general, pero a Dani no se le escapaba que debían tener un sentido las miradas y sonrisas entre los dos oficiales y, principalmente, el haberlos vestido de una forma tan provocativa si sólo era para usarlos de camareros.
Además el general no le sacaba ojo de culo y la entrepierna y mucho más a Raúl, que se lo comía con la mirada de la forma más impúdica que jamás había percibido el chaval.
Ni los más lascivos de su clientes babearon tanto como el jefe ante el atlético cuerpazo de Raúl y el bulto que se adivinaba bajo la bragueta del ajustado pantalón que llevaba puesto.
Y los nervios y las insistentes miradas del general lograron que el muchacho vertiese unas gotas de vino fuera de una copa manchando el pulcro mantel que cubría la mesa.

José frunció el ceño y dijo con voz airada: “Raúl. Eres un inútil! Has visto como manchaste el mantel?  Has podido verter el vino encima del general y poner perdida de vino su camisa. Discúlpate y ruégale que te de tu merecido por ser tan torpe... Ponte de rodillas a sus pies. Ya”.

Raúl se postró ante el general y suplicó perdón por su falta de habilidad y solicitó que le diese el castigo que estimase adecuado a su falta.
El jefe, sin darle importancia al hecho, le dijo: “Bien. Por esta vez no seré demasiado duro contigo. Levántate y échate sobre mis rodillas boca abajo”.
Raúl obedeció y el general rodeó sus nalgas con un brazo y con la otra mano las sobó por encima de la tela, apretándoselas con los dedos, y con el cuchillo de cortar la carne le rasgó los pantalones por la costura del trasero y los rompió dejándole los glúteos al aire.
Se los acarició y metió el dedo entre las nalgas para separarlas después y ver el ano del chico.
Y, sin más, empezó a azotarlo con una fuerza tremenda y a cada dos o tres golpes, volvía a sobarle delicadamente la carne colorada y caliente por las zurras que el chaval estaba recibiendo por su falta de cuidado al servir la mesa de su amo y su invitado.

Dani, ni pestañeaba y miraba de soslayo al capitán y éste le dijo: “Aprende la lección y procura que no tenga que ser yo quien te ponga el culo como una grana, porque no podrías sentarte en una semana por lo menos. Tú compañero, si el general no lo perdona, pasará el resto de la tarde arrestado en el cuarto de castigo y espero que para esta noche haya recapacitado y en adelante ponga más interés en su labores. Acércate”.
Dani obedeció y José rodeó su cintura con un brazo y le dijo al general: “Ya te dije Alfonso que además de ser un par de monadas y estar muy buenos, los estoy adiestrando bien para ser los mejores esclavos que hayamos tenido hasta ahora. Ese al que le estás poniendo el culo a tono, será tan bueno como esta otra criatura y pronto podrás comprobar sus progresos. Y te aconsejo que no le pegues más o te manchará los pantalones de semen. Es tan puto que se corre de gusto en cuanto le trabajan el culo, al muy zorrón. Ponlo de pie y verás que empalme tiene el muy cabrito”.


El general puso en pie a Raúl y efectivamente su verga apuntaba al techo y dejaba escurrir por el capullo el líquido que precede al semen.
Raúl se puso rojo de vergüenza y hubiese preferido morirse allí mismo, pero José añadió: “Alfonso no te haces ni idea de la cantidad y calidad de la leche que suelta esa criatura. Ordeñalo y verás”.

El jefe sobó la polla de Raúl con una mano y con la otra le agarró los huevos, y le dijo a su amante: “Hummm. Esto me recuerda mi juventud”.
Acercó su nariz a los genitales del muchacho y continuó: “Este olor es el aroma de la vida. Bellas criaturas has elegido para satisfacer tu lujuria, José. Hasta los efluvios del culo de este crío excitan. Da gusto acariciarlo y tocar este pene tan joven y lleno de energía. Tiene unas buenas patas, desde luego. Como se dice en caballería buenos remos tiene este potro. Te importa que eche la leche en este plato?”
 “No. Además luego la aprovechara este otro y no dejará ni rastro de ella”.

El general masturbó a Raúl y José primero le metía mano a Dani por debajo de las perneras del pantalón y cuando el ritmo de los jadeos del otro chaval iban creciendo en intensidad, el amo también rasgó los pantalones de Dani y lo sentó en su cipote para darle por el culo, sentado a la mesa, antes de tomar café.

Ambos chavales se estremecían de pies a cabeza y sus pieles se electrizaban de gusto y del susto que tenían en el cuerpo ante semejante escena, que ruborizaba sus caras y les secaba la lengua como si hiciese semanas que no probasen agua.
El amo se follaba a Dani delante del general y éste le cascaba un pajote fenomenal a Raúl, metiéndole dos dedos por el culo y acariciándole el capullo con la lengua.

Qué carajo estaba pasando se preguntaba Dani.
El chico podría ser algo inocente y falto de malicia, pero de tonto no tenía un pelo y todo aquello le sonaba raro.
Raúl estaba tan azorado y con los pelos de punta, aún a pesar de que después de todo cuanto le habían hecho en el sótano donde fue secuestrado, ya no debía sorprenderle nada, ni podría parecerle extraño que el jefe también quisiese usarlo como esclavo o simplemente darse su homenaje sobando el culo, la polla y los huevos de un niñato que aún no cumpliera los veinte y su cuerpo joven era lo bastante bello como para ponérsela dura a un eremita, por muy casto que fuese el pavo.

El plato del general se manchó con tres chorros de semen escupidos por la verga de Raúl y a Dani se le cerraron los ojos al sentir como su vientre se llenaba con el esperma de su amo, manchando a su vez el delantero de los pantalones, totalmente rotos por el culo.
El capitán ordenó a Raúl que trajese el plato, en el que se veía la espesa y blanca mancha de lefa, y que so lo acercase a la boca de Dani, que lamió el contenido sin dejar ni un resto para otro paladar goloso que ansiase las mieles de dicho néctar.

Y dijo José al general: “Alfonso. Tenía razón en todo lo que te dije en el campamento?”
 Y éste contestó: “Sí, José. Son dos preciosos ejemplares y debemos cuidarlos porque merecen la pena, desde luego. Nunca dudé de tu buen gusto, pero reconozco que con estos dos te has superado... Ven, Raúl... Más cerca... Donde pueda tocarte y oler los restos de semen en tu sexo... Yo no puedo usarte como lo hace José, pero sabiendo que él es feliz y disfruta con vuestros cuerpos, me basta para estar contento. Quizás quiera tenerte a mi lado en la cama alguna noche, para sentir el calor de tu juventud y rozarte mientras duermes, pero por ahora será el capitán quien goce de vuestra compañía cuando y como él quiera. Sois esclavos y nunca dejareis de serlo. Porque yo me encargaré de que así sea. Supongo que os parecerá extraño lo que digo, pero es muy fácil entenderlo. José no quería que lo supieseis todavía, pero no creo que sea lógico ocultároslo. El y yo somos amantes desde hace muchos años. Y ahora vosotros sois esclavos con mi consentimiento y aprobación. Y fui yo el que hizo posible que os adquiriese sacando del medio al cabronazo que te maltrató y abusó de ti, Dani. Le gustaste a José y yo quise hacerle ese regalo. Un bello esclavo que además, según me dijo, eres un gran muchacho. Y por lo que veo ni él se equivocó al elegirte ni yo al decidir que fueses el regalo para mi amante. En cuanto a ti, Raúl, al principio no estaba previsto añadirte, pero las circunstancias hicieron que el capitán también me convenciese de lo contrario y me hizo la apuesta de conseguir domarte en poco tiempo y hacer de ti un perro fiel y sumiso. Pero he de decir que nada más verte en mi despacho del campamento, me gustaste y no hizo falta mucho para aceptar su propuesta, puesto que con una simple ojeada ya estaba convencido de que también serías un buen esclavo para complacer tanto a José como a mí. Los dos somos vuestros amos, aunque hasta ahora sólo os haya usado el más joven. Y por eso sois nuestros asistentes. Alguna pregunta?”

El silencio era total y hasta el aire se había vuelto espeso como el esperma de Raúl.
Y fue José quien habló. “El general os ha hablado muy claro y con las palabras justas para ratificar cual es vuestro destino. Y ciertamente, Dani, tú eres el regalo que él me dio por mi cumpleaños. Sin embargo, aún siendo tu dueño y pudiendo hacer de ti lo que me de la gana, deseo que estés conmigo no sólo por ser de mi propiedad, sino porque te sientas a gusto y no desees otra cosa que servirme y entregarte a mi, obedeciéndome y viviendo para darme placer. Y por eso te voy a conceder el privilegio de elegir entre la libertad o seguir siendo mi esclavo para siempre. Decide ahora, puesto que nunca más tendrás la oportunidad de hacerlo”.
Todos miraron a Dani y éste bajo la vista al suelo y se postró de rodillas a los pies de José.
Levantó el rostro y mirando al capitán le dijo: “Señor. Qué otra cosa podría ser cuando nací para ser tu esclavo? Qué podría hacer con esa libertad que me ofreces, amo? Si cuando me compraste sólo te tenía miedo, ahora sólo puedo amarte y no podría estar lejos de mi dueño. No quiero ser libre. Quiero ser tuyo mientras quieras ser mi amo”.
El capitán sonrió y levantó al chico del suelo y le beso en la boca. Y dijo: “Alfonso, gracias por tu regalo. Es el mejor que jamás me han hecho en mi vida. Te quiero más que nunca. Y lo sabes, Alfonso”.
Y acto seguido se dirigió a Raúl: “Y tú que tienes que decir? Quieres la libertad o prefieres servirnos al general y a mi como tus amos?”
Raúl no lo dudó y soltó casi con un grito: “Yo soy como Dani. Y lo seré siempre. Sólo quiero que mis amos me acepten y me usen como les salga de la poll... Perdón, señor, como ...”
“No hace falta que te expliques más. Lo entendemos perfectamente, Raúl. Creo que el general quiere darte un beso y te perdona, por lo que te libras del arresto esta tarde”, dijo el capitán.


 Raúl aproximó la cara a la del general y éste le besó en las dos mejillas y le dijo: “Tú también eres un buen soldado y ante todo un chico estupendo... Pero eso no te librará de ser castigado cuando lo merezcas y no te portes como debe hacerlo un esclavo”.
“Sí amo. Aprenderé a servir a mis amos”, respondió Raúl más contento que un niño chico con una bolsa de dulces.
“ Y ahora me retiro y os dejo solos a los tres, que tendréis cosas que hacer aún. Y ya sabes como me gusta que se hagan las cosas, José”, dijo el general despidiéndose del capitán con un beso.

7/01/2012

Capítulo 18 / La jornada


Dani fue el primero en deslumbrarse con un rayo de sol que se filtraba por una rendija de la persiana y miró a los dos que compartían la cama con él, fijándose particularmente en la expresión plácida de Raúl.
Debía rozar el cielo porque su boca dibujaba una sonrisa mitad lujuriosa y medio descarada, pero no exenta de un rictus de feliz inocencia como la del niño que sueña con el deseado juguete que la tarde anterior le regalaron sus cariñosos papás.
Aunque su pene estaba húmedo y latía encima del vientre el chico.
El amo también resoplaba tranquilo y su verga empezaba a dar muestras de que abandonaba el sueño y se estiraba para desperezarse.
Y Dani terminó de excitarse con semejante panorama.
Tenían un largo día por delante antes del fin de semana y por eso su amo debía levantarse de la cama de prisa para estar en el cuartel antes de que el general pidiese la documentación que habría de llevar a la junta de jefes que se celebrada a media mañana.

Dani se atrevió a besarle los labios y decirle: “Amo, se va a hacer tarde para ir al cuartel. Quieres que prepare el baño y el desayuno, amo?”
“Sí, Dani. Pero antes quiero follarte. Ves como está de tiesa mi verga? Pues siéntate en ella y clávatela en el culo. Y acerca la boca que voy a morrearte mientras te doy por el culo. Así... sigue. Sigue. No pares de moverte y ordéñame hasta la última gota de leche apretando el ojete. Hummm, Dani... Me gustan tus labios y esa lengua que no para de moverse en mi boca”.


El olor a polla y al culo ensartado de Dani despertó la lívido de Raúl y sus labios se relamían viendo a su compañero pinchado en el amo como una guinda.
Y José volvió la cabeza hacia él y le dijo: “Para ti será mi leche y Dani te la dará en la boca sentándose sobre ella en cuanto le saque la polla del culo. Y luego te mearé dentro de la tripa. Así que lubrícate con saliva para que entre mi chorra por tu ano antes de que se ponga flácida después de correrme en las tripas de tu compañero... Esta noche voy a freírte los huevos y el pito con cera para depilártelos y no dejarte ni un pelo en las bolas, como las de Dani”.
“Sí amo. Qué puedo hacer para agradarte tanto como Dani, amo?”, preguntó Raúl.
Y José le respondió: “Nada... Tú eres diferente y de otro estilo...Y cada uno me agrada de forma distinta...No pretendas imitarlo porque para ser así ya está él... Tú eres un tipo que inspiras morbo y usarte con dureza y a tope. Y además de estar muy bueno, hay que sacarte todo el vicio que llevas dentro y es mucho... Eres un perro cuyos límites de sometimiento aún tengo que explorarlos y creo que son muy amplios...Tú me agradas también a tu estilo, Raúl... Y cuanto más te entregues, más afecto sentiré por ti”.
“Gracias amo. No quiero vivir siendo otra cosa que el esclavo de mi amo”, añadió Raúl.
Y se puso de rodillas sobre la cama, tras su compañero, aguardando la orden de su dueño para recoger se esperma al salir por el ojete de Dani.

Esa jornada fue muy movida en el cuartel y el capitán no dejó ni un momento de ayudar al Jefe para preparar la reunión de su estado mayor.
Los chicos estaban en la antesala esperando órdenes y Dani quiso hablar con su colega de lo que les había pasado en tan poco tiempo.
El chaval le dijo al otro: “Te gustaba que te la mamase y darme por el culo?”
 “Sí” , respondió Raúl.
“También te gustaba pegarme e insultarme?”, insistió Dani.
“No, pero me sentía mejor y así despreciaba lo que sentía al estar contigo y sentir placer”, afirmó Raúl.
“Sentías algo más por mi?”, quiso saber Dani.
“A que te refieres?”, preguntó Raúl.
“Si alguna vez tuviste ganas de besarme en la boca o llegaste a desearme”, preguntó Dani.
“Sí... Muchas veces... En realidad siempre te deseaba cuando te obligaba a chuparme los pies o la polla y más cuando te follaba”, contestó Raúl.
“No me odiabas y estabas deseando dejarme?”, quiso saber Dani.
“No. Pero tenía miedo a enamorarme de un tío y admitir que era marica como él”, aclaró Raúl.
"Por eso quisiste venderme?”, le espetó Dani.
“Sí. Y porque necesitaba dinero ya que me había gastado todo en ropa. Y antes de cobrar el precio por venderte, me pulí el resto para saber si podía follar con tías. Nunca lo había hecho aún”, afirmó Raúl.
“Lo hiciste?”, indagó Dani. Y Raúl dijo:
“Sí. Lo intenté. Pero no se me puso dura y no fui capaz de metérsela por el coño. Me dio asco”.
“Y las peras grandes que siempre decías?”, preguntó Dani.
“No se las toqué y me largué corriendo. Luego fui a cobrar el dinero de tu venta y me atraparon aquellos dos tipos con uniforme y el resto ya lo sabes”, confesó Raúl.
 “Nunca sentiste nada por mi”, afirmó Dani.
Y Raúl lo miró de frente y añadió: “Eso no es cierto. Soy un estúpido pero creo que te quise desde que te conocí y me gustas la hostia. Lo que pasa es que ahora somos sus esclavos y yo no podía imaginar que se sentía cuando un tío como el capitán te mete toda esa verga o te obliga a mamársela. Ahora me gusta más eso que metérsela por el culo a otro tío. Y me gusta un hombre tan fuerte y tan macho”.
“A mi también me gusta el amo. Y creo que estoy enamorado. No me imagino sin ser suyo ni estar a su lado”, dijo Dani.
“Creo que seremos sus esclavos para siempre, Dani”, puntualizó Raúl.
Y Dani le preguntó: “Te gustaría escapar y ser libre otra vez?”
Raúl contestó: “No puedo porque me denunciaría por lo que te hice y mi vida sería un infierno. Además ahora no quiero irme de sus casa ni dejar de pertenecerle como esclavo. Creo que nací para eso y me siento feliz por primera vez en mi vida, aunque me pegue y me torture”.
“Yo tampoco quiero que me deje y me abandone y sé que mi sitio en el mundo es ser suyo solamente. Y puede hacerme lo que quiera”, aclaró Dani.
Pero Dani insistió: “Te gustaría volver a follarme como antes?”


Raúl lo pensó y dijo: “Sí, pero si el amo lo ordena. Entre eso y complacerle a él prefiero que me use a su antojo y me de por el culo hasta que se canse de abrírmelo a tope. Y me pone a cien cuando me mete la mano por el ano y hurga dentro de mi...No quiero renunciar a ser su puta por follarte a ti”.
Dani miró a los ojos a su compañero y también le explicó: “Yo tampoco quiero que deje de usarme y me entregue a otro como hacías tú. Eso es lo que más me costaba hacer y me daba mucha vergüenza. Pero si tu lo ordenabas, entonces yo hubiese hecho cosas aún peores por ti, pero haré muchas más por el amo si él me lo manda. Por eso, si el quiere volveré a lamerte los pies y el culo o la polla. Y me abriré de patas para que me vuelvas a hacer daño con tu verga dentro de mi como antes. Si el amo lo desea seré de quien él disponga, pero no me sentiré una puta por ello, sino solamente su esclavo y un juguete más de los que usa con nosotros en lo que llama sesiones de juegos sexuales. Creí estar enamorado de ti Raúl, pero ahora al que quiero de verdad es al amo. Aunque no voy a negar que también te quiero, pero de otra manera. Me sigues gustando mucho y es más que cariño, pero no es lo mismo que con el amo. Sin él ya no podría ser feliz”.
Raúl, bajo la vista al suelo, se sonrojó ligeramente y añadió: “ Yo si te quiero todavía. Y siento mucho más que cariño por ti y me pones cachondo al verte. Pero también quiero ser del amo y no pensar en otro cosa que en servirle y estar con vosotros”.

El capitán escuchaba la conversación de los chavales por un micro instalado en el despacho, oculto a la vista, y sonreía complacido al comprobar que ambos ya eran suyos sin la menor cortapisa ni reserva. Y de pronto le entraron unas irresistibles ganas de abrazarlos y besarlos a los dos.
Y pensó: “Esta noche le daré al general un espectáculo especial. Dejaré que los chicos hagan una competición entre ellos para ver cual es el que se mete un consolador más gordo y grande por el culo. Y el que no sepa elegir bien lo que sea capaz de tragarse, tendré que azotarle las nalgas como escarmiento. Espero que Dani lo tenga claro y no pretenda ganarle en eso a Raúl. Este ya está mucho más dilatado y le entra mi mano sin dificultad y al otro todavía no lo he sometido a nada de eso. Ni tampoco le metí demasiados dildos o conos que no tuviesen un tamaño más o menos normal. Bueno. De mayor calibre que mi verga, que ya le llega para un culito tan tierno como el suyo. Creo que será lo suficiente listo para no intentarlo ni hacer bobadas. Raúl es más competitivo y aunque se reventase el ojo del culo sí lo haría por quedar como el gallito del corral. Ese muchacho tan chulo tiene buen potencial. Todo es cuestión de domarlo y meterle en su cabezota que ser macho no es ir por la vida pisando y aprovechándose del resto. Para se macho hay que saber amar, respetar y comprender a los demás. Y protegerles de los desalmados, sobre todo. Al general le va a gustar el juego, porque creo que es algo realmente morboso. Ver al sumiso dudar, sopesar, elegir, mirarte con duda en los ojos. Y más tarde el miedo a que eso no entre entero, mientras la correa o la fusta se balancea en mi mano, antes de forzarle el ano y hundírselo hasta el fondo por ambicioso y estúpido. Pero antes los follaré yo para abrirles el culo y que sea más fácil la penetración”.


 Los dos soldados escucharon la voz de su amo por el intercomunicador ordenándoles que entrasen en su despacho.
Y le dijo: “Hemos terminado por hoy la jornada. Nos vamos a casa y el general vendrá a comer conmigo. Espabilaros y servirnos con esmero, poniendo la mayor atención en todo con mi invitado, que es nuestro jefe. El general es un buen hombre y merece el respeto de todos. Cuando lo conozcáis mejor llegaréis a apreciarlo tanto como yo. Recoger las cosas y salgamos pronto que hay mucho que hacer en casa antes de que llegue nuestro querido general”.