7/06/2012

Capítulo 19 / La comida


El general llegó con la puntualidad de un reloj inglés y los chicos estaban nerviosos no sólo por la presencia del jefe, sino también porque el hecho de servirles a tal personaje y a su amo los tenía eléctricos y temblaban como flanes por si algo salía mal y su dueño no quedaba complacido con los servicios de camareros.


Ya les había costado montar la mesa con tanto cubierto y tanta copa.
Y, sobre todo, acordarse de la lista de platos que deberían poner y quitar durante la comida, sin tropezar ni temblarles la mano, ni verter una sola gota de agua o vino al llenar sus copas.
El amo se reía y le quitaba importancia a todo aquello, pero sus dos esclavos podían arder sin necesidad de acercarles una cerilla.

El gran jefe se sentó en la cabecera y bromeó con Dani mientras le mostraba la botella de vino tinto para que diese el visto bueno y poder escanciárselo a José después de catarlo el general.
El jefe no le sacó ojo al culo del chico y miraba con aprobación a su amante, indicándole que verdaderamente, vestido con pantalones apretados y cortos hasta la rodilla, el chaval tenía un trasero que era un joya.
La camiseta le estaba tan escasa que dejaba ver el ombligo al menor movimiento y con ver la cara del general, podía asegurarse que la comida le resultaba magnífica y no sólo por los excelentes vinos y exquisitos platos que le servían.

Es posible que el manjar que más le hubiese gustado, sería el propio Dani puesto en una bandeja, desnudito y con una zanahoria en el culo, como un cochinillo al horno, pero verlo moverse alrededor de la mesa también tenía su gracia y le parecía una delicia el chiquillo.
 Y cuando entró Raúl con el plato fuerte, al general se le cayó el tenedor al suelo al verle el inicio de la raja del culo, que se insinuaba por encima de la cinturilla del calzón rodillero que llevaba el muchacho.

Y cuando no estaban presentes los chavales, no pudo evitar decirle a José: “Joder!. Menudo par de nalgas tiene esta criatura! Si no fuese porque está bueno hasta la punta del pelo, podría decirse que era todo culo, el cabrón! Carajo! para el Raulito de los cojones. Pero cómo me lo vistes así? Produce infartos el hijo de puta con esas patas y semejantes brazos. Esta noche dale un tratamiento especial. Me gusta este mamón y quiero verlo ensartado como una aceituna. Y mejor rellena con algo más grueso que una anchoa. Y si buscas algún refuerzo para darles más caña?  No te sería difícil e incluso hasta un negro bien armado podría prestarse a follarse semejante culazo... Piénsalo, José”.


Los chicos no estaban seguros de que significaba aquella comida con el general, pero a Dani no se le escapaba que debían tener un sentido las miradas y sonrisas entre los dos oficiales y, principalmente, el haberlos vestido de una forma tan provocativa si sólo era para usarlos de camareros.
Además el general no le sacaba ojo de culo y la entrepierna y mucho más a Raúl, que se lo comía con la mirada de la forma más impúdica que jamás había percibido el chaval.
Ni los más lascivos de su clientes babearon tanto como el jefe ante el atlético cuerpazo de Raúl y el bulto que se adivinaba bajo la bragueta del ajustado pantalón que llevaba puesto.
Y los nervios y las insistentes miradas del general lograron que el muchacho vertiese unas gotas de vino fuera de una copa manchando el pulcro mantel que cubría la mesa.

José frunció el ceño y dijo con voz airada: “Raúl. Eres un inútil! Has visto como manchaste el mantel?  Has podido verter el vino encima del general y poner perdida de vino su camisa. Discúlpate y ruégale que te de tu merecido por ser tan torpe... Ponte de rodillas a sus pies. Ya”.

Raúl se postró ante el general y suplicó perdón por su falta de habilidad y solicitó que le diese el castigo que estimase adecuado a su falta.
El jefe, sin darle importancia al hecho, le dijo: “Bien. Por esta vez no seré demasiado duro contigo. Levántate y échate sobre mis rodillas boca abajo”.
Raúl obedeció y el general rodeó sus nalgas con un brazo y con la otra mano las sobó por encima de la tela, apretándoselas con los dedos, y con el cuchillo de cortar la carne le rasgó los pantalones por la costura del trasero y los rompió dejándole los glúteos al aire.
Se los acarició y metió el dedo entre las nalgas para separarlas después y ver el ano del chico.
Y, sin más, empezó a azotarlo con una fuerza tremenda y a cada dos o tres golpes, volvía a sobarle delicadamente la carne colorada y caliente por las zurras que el chaval estaba recibiendo por su falta de cuidado al servir la mesa de su amo y su invitado.

Dani, ni pestañeaba y miraba de soslayo al capitán y éste le dijo: “Aprende la lección y procura que no tenga que ser yo quien te ponga el culo como una grana, porque no podrías sentarte en una semana por lo menos. Tú compañero, si el general no lo perdona, pasará el resto de la tarde arrestado en el cuarto de castigo y espero que para esta noche haya recapacitado y en adelante ponga más interés en su labores. Acércate”.
Dani obedeció y José rodeó su cintura con un brazo y le dijo al general: “Ya te dije Alfonso que además de ser un par de monadas y estar muy buenos, los estoy adiestrando bien para ser los mejores esclavos que hayamos tenido hasta ahora. Ese al que le estás poniendo el culo a tono, será tan bueno como esta otra criatura y pronto podrás comprobar sus progresos. Y te aconsejo que no le pegues más o te manchará los pantalones de semen. Es tan puto que se corre de gusto en cuanto le trabajan el culo, al muy zorrón. Ponlo de pie y verás que empalme tiene el muy cabrito”.


El general puso en pie a Raúl y efectivamente su verga apuntaba al techo y dejaba escurrir por el capullo el líquido que precede al semen.
Raúl se puso rojo de vergüenza y hubiese preferido morirse allí mismo, pero José añadió: “Alfonso no te haces ni idea de la cantidad y calidad de la leche que suelta esa criatura. Ordeñalo y verás”.

El jefe sobó la polla de Raúl con una mano y con la otra le agarró los huevos, y le dijo a su amante: “Hummm. Esto me recuerda mi juventud”.
Acercó su nariz a los genitales del muchacho y continuó: “Este olor es el aroma de la vida. Bellas criaturas has elegido para satisfacer tu lujuria, José. Hasta los efluvios del culo de este crío excitan. Da gusto acariciarlo y tocar este pene tan joven y lleno de energía. Tiene unas buenas patas, desde luego. Como se dice en caballería buenos remos tiene este potro. Te importa que eche la leche en este plato?”
 “No. Además luego la aprovechara este otro y no dejará ni rastro de ella”.

El general masturbó a Raúl y José primero le metía mano a Dani por debajo de las perneras del pantalón y cuando el ritmo de los jadeos del otro chaval iban creciendo en intensidad, el amo también rasgó los pantalones de Dani y lo sentó en su cipote para darle por el culo, sentado a la mesa, antes de tomar café.

Ambos chavales se estremecían de pies a cabeza y sus pieles se electrizaban de gusto y del susto que tenían en el cuerpo ante semejante escena, que ruborizaba sus caras y les secaba la lengua como si hiciese semanas que no probasen agua.
El amo se follaba a Dani delante del general y éste le cascaba un pajote fenomenal a Raúl, metiéndole dos dedos por el culo y acariciándole el capullo con la lengua.

Qué carajo estaba pasando se preguntaba Dani.
El chico podría ser algo inocente y falto de malicia, pero de tonto no tenía un pelo y todo aquello le sonaba raro.
Raúl estaba tan azorado y con los pelos de punta, aún a pesar de que después de todo cuanto le habían hecho en el sótano donde fue secuestrado, ya no debía sorprenderle nada, ni podría parecerle extraño que el jefe también quisiese usarlo como esclavo o simplemente darse su homenaje sobando el culo, la polla y los huevos de un niñato que aún no cumpliera los veinte y su cuerpo joven era lo bastante bello como para ponérsela dura a un eremita, por muy casto que fuese el pavo.

El plato del general se manchó con tres chorros de semen escupidos por la verga de Raúl y a Dani se le cerraron los ojos al sentir como su vientre se llenaba con el esperma de su amo, manchando a su vez el delantero de los pantalones, totalmente rotos por el culo.
El capitán ordenó a Raúl que trajese el plato, en el que se veía la espesa y blanca mancha de lefa, y que so lo acercase a la boca de Dani, que lamió el contenido sin dejar ni un resto para otro paladar goloso que ansiase las mieles de dicho néctar.

Y dijo José al general: “Alfonso. Tenía razón en todo lo que te dije en el campamento?”
 Y éste contestó: “Sí, José. Son dos preciosos ejemplares y debemos cuidarlos porque merecen la pena, desde luego. Nunca dudé de tu buen gusto, pero reconozco que con estos dos te has superado... Ven, Raúl... Más cerca... Donde pueda tocarte y oler los restos de semen en tu sexo... Yo no puedo usarte como lo hace José, pero sabiendo que él es feliz y disfruta con vuestros cuerpos, me basta para estar contento. Quizás quiera tenerte a mi lado en la cama alguna noche, para sentir el calor de tu juventud y rozarte mientras duermes, pero por ahora será el capitán quien goce de vuestra compañía cuando y como él quiera. Sois esclavos y nunca dejareis de serlo. Porque yo me encargaré de que así sea. Supongo que os parecerá extraño lo que digo, pero es muy fácil entenderlo. José no quería que lo supieseis todavía, pero no creo que sea lógico ocultároslo. El y yo somos amantes desde hace muchos años. Y ahora vosotros sois esclavos con mi consentimiento y aprobación. Y fui yo el que hizo posible que os adquiriese sacando del medio al cabronazo que te maltrató y abusó de ti, Dani. Le gustaste a José y yo quise hacerle ese regalo. Un bello esclavo que además, según me dijo, eres un gran muchacho. Y por lo que veo ni él se equivocó al elegirte ni yo al decidir que fueses el regalo para mi amante. En cuanto a ti, Raúl, al principio no estaba previsto añadirte, pero las circunstancias hicieron que el capitán también me convenciese de lo contrario y me hizo la apuesta de conseguir domarte en poco tiempo y hacer de ti un perro fiel y sumiso. Pero he de decir que nada más verte en mi despacho del campamento, me gustaste y no hizo falta mucho para aceptar su propuesta, puesto que con una simple ojeada ya estaba convencido de que también serías un buen esclavo para complacer tanto a José como a mí. Los dos somos vuestros amos, aunque hasta ahora sólo os haya usado el más joven. Y por eso sois nuestros asistentes. Alguna pregunta?”

El silencio era total y hasta el aire se había vuelto espeso como el esperma de Raúl.
Y fue José quien habló. “El general os ha hablado muy claro y con las palabras justas para ratificar cual es vuestro destino. Y ciertamente, Dani, tú eres el regalo que él me dio por mi cumpleaños. Sin embargo, aún siendo tu dueño y pudiendo hacer de ti lo que me de la gana, deseo que estés conmigo no sólo por ser de mi propiedad, sino porque te sientas a gusto y no desees otra cosa que servirme y entregarte a mi, obedeciéndome y viviendo para darme placer. Y por eso te voy a conceder el privilegio de elegir entre la libertad o seguir siendo mi esclavo para siempre. Decide ahora, puesto que nunca más tendrás la oportunidad de hacerlo”.
Todos miraron a Dani y éste bajo la vista al suelo y se postró de rodillas a los pies de José.
Levantó el rostro y mirando al capitán le dijo: “Señor. Qué otra cosa podría ser cuando nací para ser tu esclavo? Qué podría hacer con esa libertad que me ofreces, amo? Si cuando me compraste sólo te tenía miedo, ahora sólo puedo amarte y no podría estar lejos de mi dueño. No quiero ser libre. Quiero ser tuyo mientras quieras ser mi amo”.
El capitán sonrió y levantó al chico del suelo y le beso en la boca. Y dijo: “Alfonso, gracias por tu regalo. Es el mejor que jamás me han hecho en mi vida. Te quiero más que nunca. Y lo sabes, Alfonso”.
Y acto seguido se dirigió a Raúl: “Y tú que tienes que decir? Quieres la libertad o prefieres servirnos al general y a mi como tus amos?”
Raúl no lo dudó y soltó casi con un grito: “Yo soy como Dani. Y lo seré siempre. Sólo quiero que mis amos me acepten y me usen como les salga de la poll... Perdón, señor, como ...”
“No hace falta que te expliques más. Lo entendemos perfectamente, Raúl. Creo que el general quiere darte un beso y te perdona, por lo que te libras del arresto esta tarde”, dijo el capitán.


 Raúl aproximó la cara a la del general y éste le besó en las dos mejillas y le dijo: “Tú también eres un buen soldado y ante todo un chico estupendo... Pero eso no te librará de ser castigado cuando lo merezcas y no te portes como debe hacerlo un esclavo”.
“Sí amo. Aprenderé a servir a mis amos”, respondió Raúl más contento que un niño chico con una bolsa de dulces.
“ Y ahora me retiro y os dejo solos a los tres, que tendréis cosas que hacer aún. Y ya sabes como me gusta que se hagan las cosas, José”, dijo el general despidiéndose del capitán con un beso.

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