6/25/2012

Capítulo 16 / El secuestro


Ni Dani ni Raúl habían visto todavía al general, a pesar de estar a su servicio y el de su capitán ayudante.
Raúl sólo había sacado brillo con la lengua a las botas del gran jefe, pero hasta que lo llevaron a su nuevo destino y conducido luego al despacho del capitán no había respirado aire puro desde que fuera sacado del apartamento de José, el día en que le vendió a Dani.


Ni tampoco había visto la luz ni salido de un sótano en el que permaneció amarrado con cadenas, unas veces suspendido del techo, otras sujeto a una pared como un condenado en una antigua prisión o mazmorra medieval, o simplemente atado por el cuello como un perro.

Dos individuos altos y fuertes, con uniforme de policía militar, aparecieron en el apartamento de José y éste, en su condición de capitán, les ordenó el arresto de Raúl, por hechos extremadamente graves, tales como malos tratos a un compañero, proxenetismo y, lo peor, tráfico de esclavos.
Todo ello suficiente para no salir de un castillo de por vida o incluso ir a un penal a cumplir una fuerte condena.
Y por supuesto no percibió ni un céntimo por la pretendida venta de Dani.
Todo fue una trampa que le vino a la manos a José para cazarlo y amenazarlo diciéndole que su único destino en la vida era ser su esclavo para todo uso, o pudrirse de por vida en prisión, donde también le daría por culo y sería la puta de todos los reclusos.

El mismo tipo de chantaje que esclavizó en su momento a Dani, también servía para privarle de libertad de por vida a Raúl.
La deferencia estaba en quien se lo hacía.
También era un capitán, pero, sin tantos méritos ni medallas como el otro, evidentemente no era un hijo de puta ni tenía nada que ver con la calaña del otro cabrón que abusó de Dani.

José era un amo y sabía como tratar a un esclavo.
Y hasta el jodido Raúl tenía que darse cuenta de la diferencia en comparación de como él mismo había tratado a Dani.
Pero en lugar de ser conducido a un calabozo del ejército, el soldado fue llevado a un sótano, donde los supuestos policías militares lo retuvieron secuestrado y, bajo la dirección y siguiendo órdenes de José, lo domaron, sometieron, azotaron y usaron hasta convertirlo en un dócil perro, cuyo amo era José.

El amo y los dos carceleros practicaron con él toda clase de actos de sexo bocal y anal, unas veces sin permitirle experimentar el goce de correrse al ser follado, dado que le ponían una jaula que impedía la erección de su pene, y otras, que fue lo más doloroso y humillante para Raúl, dándole por el culo o penetrándolo con consoladores hasta que su polla se excitase y llegase a verter leche a chorros sin pajearse con la mano.
Y no hicieron falta muchas sesiones para eso, porque al chico en realidad le ponía cachondo que se la metiesen y gozaba como una perra cuando un macho lo montaba, más si ese era dotado y la verga le entraba de forma brutal hasta lo más hondo de su cuerpo.

Y sobre todo le daba un gusto especial si quién lo usaba era José con su enorme tranca y ese par de cojones dignos de un fábula épica.
Apenas pudo dormir y no paraban de darle caña, aplicándole tortura a base de descargas eléctricas, estiramiento y retorcimiento de pezones, polla y huevos con pinzas, golpes, azotes, penetraciones cada vez más brutales, folladas de boca y culo, meadas, escupitajos y cuanta vejación puede soportar un ser sin sufrir daños irreversibles.
Su ano terminó tan ya dilatado que admitía la penetración con objetos de grosores y tamaños considerables y el puto se ponía como un burro oliendo a una hembra en celo.

Todo su anterior machismo era pura pantalla que pretendía ocultar una homosexualidad solapada, cuya verdadera fantasía de sus sueños húmedos era ser follado con brutalidad por tíos fuertes con enormes pollas que le partiesen el ano en dos, con independencia que también disfrutase dándole por el culo a otro chico de la misa manera que le gustaría que se lo hiciesen a él.

Raúl era tan gay como Dani o el mismo José.
La deferencia estaba en sus respectivos roles y en que José y Dani lo tenían asumido y Raúl necesitó un tratamiento especial para reconocerlo.
Como se dice en el ambiente de relacionas sexuales, Raúl era redondo o versátil, pero si le daban a elegir, ante una buena verga, prefería poner la boca o el culo y notar como le entraba un chorro de semen espeso y caliente.

En cuanto llegaron a la casa de José, ambos esclavos se quitaron la ropa y el amo le colocó un collar de perro a Raúl, para atarlo a un argolla anclada a la pared de un cuarto estrecho, cuya única ventilación se la proporcionaba un ventanuco enrejado.
A Dani lo abrazó y besó y le mandó ponerse un morboso slip de cuero negro y le rodeó el cuello con una gruesa cadena de acero.

El chico estaba verdaderamente seductor con ese breve atuendo y José le dijo: “Eres precioso y voy a gozar contigo hasta que llegue la noche... No sufras por ese puto porque cuanto peor lo trate más disfruta el muy cabrón. Y luego, cuando ya me haya saciado contigo y un descanso recupere mis ganas de sexo y llene a tope mis pelotas mirando tu cuerpo y sobándote el culo, le daré a él su parte de leche, porque también he de alimentarlo y cuidarlo aunque por ahora no lo merezca en absoluto. Y antes de dormir le calentaré el culo para que no pase frío estando solo en ese cuartucho. Porque a ti te castigaré de otra manera. Viendo como le zurro a él y destrozándote el agujero del culo con mi cipote. Crees que será un duro castigo para ti?”
“Amo. No me gusta verlo sufrir ni puedo mirar sin angustia como le pegas. Pero que me destroces el culo con esa polla no es un castigo sino un premio, amo”, respondió Dani.


José se echó a reír y añadió: “Eres un crío encantador, Dani. Ves esto que cuelga del techo?. Se llama sling. Siéntate y tirate hacia atrás agarrado a las cadenas”.
El chico hizo lo que el amo le ordenó y éste lo ató a los cuatro extremos con grilletes de cuero. Y volvió a decirle: “Voy a disfrutar con la primera sesión de sexo duro a que te someto. Aspira esto y relájate y abre el culo cuanto sea posible porque te haré gozar como nunca lo has hecho. Confía en tu amo y te llevaré al límite del éxtasis conmigo. Dani, voy a hacer de ti el ser más dichoso de la tierra”.

El amo le bajó el slip y ató fuerte los huevos y la base de la polla a su esclavo y le pinzó unos electrodos en los pezones y en la punta del capullo. También le metió un dildo de metal unido a un cable por el culo y se colocó al lado de la cara del muchacho metiéndole la verga en la boca. Y comenzó el juego.

El esclavo mamaba la gran tranca de su amo y éste le daba descargas intermitentes o seguidas en cada una de las partes conectadas a la corriente o al mismo tiempo en todas ellas, aumentando la intensidad o bajándola, notando los efectos de todo ello en las chupadas y presión que la boca del esclavo le dada en su grueso y endurecido falo. Al mismo tiempo, los testículos del chaval se llenaban de semen, pero su pene no podía expulsarlo y la sensación del chico era que se corría sin parar pero sin echar ni una gota de líquido por el capullo.

Con cada descarga le entraba un escalofrío parecido a un orgasmo y su piel se erizaba y la pelusilla de su cuerpo se ponía de punta.
Su afán era paliar ese placer intenso e indefinido, casi doloroso, queriendo tragarse entera la polla de su amo.
Y, sobre todo, saboreando la leche que pronto le regalarían los cojones de José por mucho que se esforzasen en contener el caudal de esperma que ya pugnaba por salir de su cuerpo y entrar en el de Dani.

Pero el amo le retiró la verga de la boca justo cuando ya sentía el chico el gustillo salado en su lengua y se fue a los pies del sling para retirar el dildo eléctrico y sustituirlo en el culo del chico por su propia verga. Y entonces siguió con las descargas al tiempo que follaba al esclavo, que se volvía loco y hasta los ojos le quedaban en blanco por el delirio extremo que le hacía experimentar su dueño.
La polla de Dani se deshacía en agua, pero ni una gota de esperma se asomaba por el orificio de su uretra.
Y las bolas de José parecían una fabrica de espermatozoides a tiempo completo, pero que no acababa nunca la faena para darle descanso al personal y dejar salir la mercancía ya elaborada.
Y la follada era interminable y el estado de ansiedad de Dani se volvía insufrible para el chico.

El amo sacó la verga del culo del esclavo y la acercó hasta su boca diciendo: “Recibe mi regalo y agradece a tu amo la generosidad conque te trata. Abre más la boca, Dani”. Y los chorros de leche de José cayeron dentro de la boca del chico que sintió como resbalaba el nutriente y espeso semen de su amo por su garganta.
El amo volvió hacia el culo del chaval y le metió la mano hurgando cada vez más a fondo y Dani notaba que entre eso y las descargas se corría de un modo sordo y mudo hacia dentro al no poder expulsar su semen por el capullo.
Y cuando el amo le desató los huevos y la polla se derramó sobre el vientre de Dani una leche acuosa que se le escurrió fácilmente por un costado.

Dani estaba empapado en sudor y se había babado de tanta tensión acumulada en su cuerpo y su amo lo bajo del potro de correas de cuero, llevándolo en brazos hasta el baño y diciéndole: “Me haces feliz, Dani. Y me das más placer que cualquier otro esclavo que haya tenido, porque no sólo poseo tu cuerpo sino tu alma también y siento como la penetro y la follo con la mía. Ahora voy a bañarte y ponerte aún más guapo y luego cenamos y descansamos un rato antes de dormir juntos muy abrazados. Pero antes de ir a la cama contigo tengo que encargarme de ese perro, para que también tenga un buen sueño y mañana este algo contento y te mire con buena cara. Y tu verás como uso a tu querido Raúl y podrás comprobar lo que queda del macho que te maltrató cuando al muy cabrón le dan por el culo o le dejan mamar un cipote lleno de leche”.

José se duchó con su esclavo y se besaron bajo el agua tibia y el chico tocó con las manos el cielo en cada caricia y en cada beso del hombre que era su señor.
Dani ya no cambiaba esa vida y su condición de esclavo por nada del mundo, ni podía imaginarse separado del amo que lo cuidaba y lo trataba como nadie lo había hecho hasta entonces.

Lo que lamentaba era ver a Raúl permanentemente humillado, porque , a pesar de lo mal que se había portado con él, lo quería y le gustaba su físico y sentir el roce de su piel y oler su cuerpo.
Y que ahora, aún siendo un perro esclavo, no apestaba como antes cuando no le daba la gana de lavarse y se descalzaba dentro de la tienda.
Seguramente el amo debía obligarle a asearse mejor, pero el chico no lo sabía con certeza, puesto que todavía no había visto como José regaba con agua fría a Raúl después de restregarle la piel con un cepillo y jabón.
Sin olvidar que de paso le metía agua por el culo, a modo de lavativa, para ser usado y que no manchase la verga de su amo.


Y antes de ir a la cama con Dani, José agarró de la mano al chico y con él a su lado le hizo una visita al perro.

Le dio por el culo en seco y sin llenarle la barriga, le llenó el estómago de semen tras una larga mamada que le hizo el esclavo, y sin permitirle descargar los huevos, el amo cogió la correa y le cruzó las nalgas a zurriagazos y con el culo ardiendo y sin poder sentarse en el suelo le obligó a ponerse de rodillas y dejó que se corriese para lamer el suelo limpiando su propio semen.

“Y ahora tumbate en el jergón, puta de mierda y bésame los pies antes de que te rompa la cara a hostias”, le dijo el dueño. Y
Raúl contestó pegando la frente al suelo: “Sí amo. Gracias, amo”.
Y le beso los pies a su señor.
José y Dani se besaron hasta quedarse dormidos en la cama del amo.

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