6/13/2012

Capítulo 12 / El miedo



Dani sentía miedo.
Le daba pánico aquella situación incierta sin saber cual era su destino ni que pensaba hacer con él el hombre que lo había comprado.
Le había dicho a Raúl que no le pegase porque no quería que se estropease la mercancía.

Pero para qué quería a un esclavo el tío? Deseaba usarlo él como a una zorra, tal y como hacía Raúl en un principio, o también iba a alquilarlo a otros tíos que pagasen por follarlo.
Era un caso más de trata de blancas, bueno, en este caso blancos, aunque lo tratasen como a una puta, convertida en esclava sexual a la fuerza.
Dani no paraba de darle vueltas a su cabeza, pero no lograba aclararse de lo que le había sucedido realmente.
Mejor dicho, de lo que le sucedería a partir de entonces. Si llegaba al siguiente día para poder contarlo y no lo habría matado aquel fulano.
Aunque si pensaba con cierta lógica, el estado de su piel no importaría para hacer filetes.
Así que tenía que ser para encerrarlo en una casa de putas donde, tíos mayores, ansiosos de carne joven, pagasen bien por los servidos de un jovenzuelo.
Y por eso no podía estar magullado o con lesiones para no deslucir el producto.

El chico se estaba cagando y no era por haber comido en exceso y tener la tripa llena, sino de puro miedo.
Cualquier ruido lo sobresaltaba y aunque fuese su fin, estaba deseando que apareciese de nuevo el hombre joven y fuerte y que acabase de una vez el suplicio de las dudas que lo asaltaban.

Y el tipo entró en la habitación y se acercó al chico.
Le miró a los ojos y le dijo: “Ya eres mío. Fue duro llegar a un acuerdo, pero lo logramos. Pedía demasiado por ti tu colega, o lo que fuese ese cabrón. Me saliste caro, pero creo que me compensará haberte comprado. La verdad es que no estás mal y hasta resultas atractivo”.

Ya no había dudas. Iba a ser otra vez la puta de un proxeneta.
Dani no decía exactamente esa palabra, puesto que ni la conocía ni sabría su significado, pero eso era lo que pensaba del oficio de ese fulano.

Y el hombre siguió diciéndole: “Te voy a destapar la boca, pero no grites o tendré que tomar otras medidas”.
Y le quitó el trapo de la boca. Dani no dijo ni pío y se limitó a mirar al suelo.
Y aquel tipo continuó hablando: “Pareces un buen chico. Voy a soltarte. Y ni intentes escapar porque no puedes. La puerta está cerrada con llave y un cerrojo de seguridad. Y además es blindada”.
Desató al chico y Dani se frotó las marcas de la soga en las muñecas y el cuello.
El hombre lo levantó del suelo y lo tumbó sobre la cama. Y añadió: “Hay que cuidarte esa piel. Está muy seca y aún se notan marcas de latigazos... Te daba muy fuerte, por lo que veo... Sobre todo en el culo...Ponte boca abajo”.
Dani obedeció como ya estaba acostumbrado a hacerlo con el capitán y con su anterior amo, y el hombre volvió con un bote de crema hidratante y le puso un chorro sobre la espalda y deslizó las manos suavemente sobre la piel del chaval.
Era refrescante la sensación que le daba aquello a Dani y por un momento dejó de temer algo malo de aquel individuo.
Sintió otro chorro de crema en las nalgas y otra vez las palmas de las manos de tío le acariciaban extendiendo la frescura por su carne, sin dejar ni un sólo recodo sin aliviar.

Notó los dedos del hombre en la raja del culo y como uno o dos se entretenían un rato en su ojete, pero apenas lo penetraron.
El tío le habló otra vez: “Es precioso este agujero. Pero últimamente lo han maltratado bastante... Habrá que poner remedio a eso también”.


Dani seguía sin entender nada, pero por primera vez las manos de otro hombre no le hacían daño al tocarlo.
Fuese cual fuese su destino, por el momento no se lo hacían pasar mal.
Las manos continuaron su labor por los muslos y las piernas del muchacho y no se pararon al llegar a los pies.
Y, cuando ya tenía las plantas bien frescas y relajadas, le dijo su captor: “Date la vuelta y seguimos por delante”.

Así fue de abajo arriba dejando la piel de Dani como la de un bebe recién bañado y para rematar el masaje, le pasó un paño muy fino secándole el cuerpo y quitando los restos de crema que pudiesen quedar sin absorber.


El tipo salió del cuarto y al volver estaba desnudo. Dani pudo ver su cuerpo con vello y musculoso, mucho más fuerte y grande que el de Raúl, y el badajo, gordo como un salchichón, que le colgada delante de unos cojones considerables, que por el tamaño deberían almacenar leche en cantidad industrial.
El conjunto de los genitales del fulano era para asustar o delirar, según el cristal conque se les viese.
Pero indudablemente tenía un par de pelotas tremendas y un cipote cojonudo. El chico ya se figuró que vendría a continuación y se preparó para resistir los embates de polla y palmadas en el culo, que sin duda iba a endiñarle su nuevo amo.
Y que según la talla que calzaba, lo cascaría en dos como una nuez si se la clavaba a lo bestia.

El hombre le indicó con la mano que le hiciese hueco en la cama y se acostó al lado de Dani.
El chico no sabía que hacer ni como portarse, pero el otro resolvió el dilema atrayéndolo hacia él y abrazándolo como si fuese un oso de peluche.
El muchacho quedó quieto entre los brazos peludos y macizos de aquel hombre joven, mirándole fijamente, y éste le dijo: “Vamos. Duerme un rato. Ya tendremos tiempo de hacer otras cosas. Ahora estamos cansados los dos, por distintos motivos. Así que descansemos juntos... Y no tengas miedo de mi. No voy a causarte ningún daño. Venga, pequeño. Cierra los ojos y descansa si no quieres dormir. Y si te cansas de verme, puedes darte la vuelta y ver hacia el otro lado. No me importa”.
El hombre bajó los párpados y aparentemente se quedó dormido.

Dani no podía conciliar el sueño en tales circunstancias y aún sintiéndose a gusto abrazado por un tío como aquel, prefirió darle la espalda y mirar hacia la pared de la habitación.
Le vino a la mente la imagen de Raúl, con su gesto duro y de eterno cabreo, y corrieron lágrimas por sus mejillas.
Era cierto que sólo un cabrón hijo de puta podría haberlo vendido, pero el chico se colgó de su compañero, en cuanto lo conoció durante las maniobras, y hasta su rudeza y brusquedad le hacían sentir un extraño placer distinto al gusto que normalmente debería provocarle el sexo.
Pero Raúl ya no estaba con él y ahora tendría que sobrevivir a lo que su puta suerte le deparaba con un nuevo amo, o lo que fuese aquel tipo.

Debió pasar una hora y el hombre ni se movía, pero Dani notó en su culo el miembro grueso del fulano, que crecía y se endurecía y, por el calor que despedía aquel falo, era seguro que la sangre le hervía en las venas.
El chaval apretó las nalgas y echó hacia atrás el culo, presionando la verga del tío, que estaba totalmente pegado a su espalda.
Pero éste no meneó ni un dedo. Parecía sumido en un profundo sueño todavía, aunque su pene ya se había despertado hacía un rato.

Dani, aún no las tenía todas consigo y el miedo le atenazaba el corazón, pero, por otro lado, el olor de un cuerpo viril junto a él y semejante cacho de carne presionando su raja, lo calentó y su pito respondió con la prontitud y energía de sus pocos años. Estaba excitado y notaba como involuntariamente le latía el ano.
Y claro que le daba miedo una tranca de tal envergadura.
Mas, qué se sentiría con todo aquel mondongo moviéndose dentro del culo? se preguntaba el chico.

Seguramente si empujaba muy fuerte lo reventaría, pero la entrada de un capullo así por el ojete podría ser la gloria o el fin del mundo para el culo de Dani.
Y al fin la mano del tipo se movió sobre la cadera de Dani y apretó el cuerpo del chico contra el suyo, diciendo: “Estás despierto?”
“Sí, amo”, contestó Dani.
“Eres listo y me agrada que sepas cual es tu lugar sin necesidad de zurrarte ni darte tortazos. Creo que vas a gustarme como esclavo”.
El chico respondió: “Gracias, amo”.
Y el amo dijo: “Tendrás hambre...Tienes que comer algo”.


Dani, naturalmente entendió que era la hora de un biberón de la leche de su nuevo amo e hizo ademán de buscar la polla con su boca, pero el hombre le sujetó la cabeza por el mentón y diciendo: “No. En la cocina tengo unas pizzas y voy a prepararlas para comerlas ahora. Te gusta la pizza?”

 El muchacho hasta se puso rojo por no entender a su amo, pero respondió con una sonrisa: “Sí, amo... Aunque últimamente sólo comía pichas, amo”.
“Lo supongo a la vista de quién te tenía como esclavo. Pero comerás como es debido, incluso cuando se trate de picha, también”.
Y lo dijo agarrándose el imponente manubrio con la mano derecha y agitándolo en el aire.

Se levantaron de la cama y sin ropa comieron en al cocina y bebieron cervezas.
Y el nuevo amo de Dani se reía y hacía reír al muchacho.
Y lo miraba con otros ojos distintos a los de Raúl. Sin rabia ni furor.
Y Dani empezó a mirar sin miedo al hombre que tenía delante.
De quien sólo sabía que se llamaba José y aún no llegaba a los treinta y cinco años, según le pareció al chaval.

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