8/13/2012

Capítulo 30 / Las sensaciones


Los dos esclavos levantaron la vista al tiempo y la figura del amo se enmarcaba en la puerta del cuarto de servicio.
Callados, aguantando casi la respiración, los dos chavales esperaban oír su nombre ordenándole que siguiese a su dueño para servirle según mejor le conviniese al amo.
José entró y se paró entre ambos sin decir nada, pero mirándolos alternativamente, y les dijo que se levantasen.

Agarró a Dani por los hombros y lo puso contra la pared y le metió un dedo en el ano, diciendo. “Estas cachonda o te has lavado hace poco?  Da la sensación de que te chorrea el culo en cuanto se te toca por aquí dentro... Y para ser agua es demasiado seroso... Eres tan zorra que te humedeces el agujero sólo con imaginar que te van a endiñar un polvazo...


Acércate, Raúl... Date la vuelta y dóblate.... También estas mojado por dentro...Pero sólo parece agua... Veo que tenéis los dos el culo dispuesto para que os use antes de la merienda...Pero no sé si me apetece...Os veo con muchas ganas a los dos y me huele que os habéis estado metiendo mano... Al menos ya estabais empalmados cuando entré...Pero eso os pasa siempre en cuanto oléis que se acerca mi polla... Mirarla bien... Qué ojos de codicia pones puto cabrón!.Me refiero a ti, Raúl, que casi te gusta más que a este otro. Y eso que ya ves como le babea el culo cuando le llega a las narices el olor de mis huevos...Tengo ganas de tomar un café...Prepáralo y servírmelo en la sala... Y rápido o le doy gusto a la mano con vuestras nalgas en lugar de la verga dentro de ese par de jugosos agujeros”.

Los chicos se apresuraron a atender a su señor, mientras él se acomodaba de nuevo en el sillón más cómodo de la sala y pronto le servían su café, que llevaba Dani en una bandeja.
José le mandó a Raúl ponerse a cuatro patas a su lado y le hizo una señal al otro para que colocará la bandeja sobre la espalda del esclavo como si fuese una mesa.
Raúl no podía moverse para no derramar el contenido de la taza ni respirar demasiado fuerte por si acaso hacía temblar lo que había sobre su cuerpo.
Dani se quedó de pie al otro lado del sillón y el amo le ordenó arrodillarse en el suelo junto a Raúl y le dijo que esa tarde quería ser atendido con sutileza y que le sirviese y le diese el pocillo en la mano como una delicada geisha.

Dani se esmeró lo mejor que supo y pudo, pero no debió agradar totalmente a su señor, puesto que nada más dejar el platillo en la mano del esclavo, para ponerlo otra vez en la bandeja, le arreó un sopapo en la cara y el servicio se fue al carajo contra el suelo y se hizo pedazos.
Raúl se sobresaltó y casi se carga lo que tenía sobre la espalda y a Dani lo puso el amo sobre las rodillas con el culo mirando al techo y le arreó los azotes más fuertes y sonoros que nunca le habían dado hasta ese día.

Le dejó las nalgas con sendos rosetones de color carmín y podría hervirse en ellas agua para hacer una infusión de poleo o té.
El puto chaval lloraba, pero sentía como el ardor y el picor de su carne golpeada le calentaba la sangre y su polla se empinaba vertiendo baba.
José lo tiró al suelo de golpe y de una patada derribó también al que usaba de mesa mandando a tomar por culo la bandeja y cuanto en ella habían puesto sus esclavos.

 José se puso en pie y les gritó: “Sois dos inútiles! Os voy a enseñar modales y como se atiende al amo a base de arrancaros la piel si es preciso... Y tú, Raúl, vamos a ver si también se te empina la picha con el capullo cubierto de cera ardiendo. Estoy harto de veros siempre con el jodido pito tieso a los dos!”
Agarró al chico por las orejas y lo arrastró hasta una mesa.
Lo subió encima del tablero boca arriba y con un velón gordo encendido fue tapando toda la polla del muchacho con la cera que caía derretida, pero desde tan cerca que Raúl no pudo reprimir los gritos y quejidos por la sensación dolorosa parecida a una quemadura.


Y cuando más chilló fue al llegar al glande y notar el intenso y ardiente escozor de la cera en la punta del capullo.
Pero su pene no se desinfló y todavía se le puso más duro.

El amo le dio la vuelta sobre la misma mesa y le atizó unas hostias con la mano en el ojete y luego, abriéndoselo con los dedos, también vertió cera caliente en el agujero del culo del chaval.
Y ya no comprobó si seguía excitado.
Tiró de la piernas del chico hasta dejar el culo doblado en el borde de la tabla y sin más perforó la capa de cera con la verga y le dio por el culo golpeándole los muslos contra el filo de la mesa.
Raúl no pudo evitar correrse nada más sentir la fuerza de su amo dentro de su cuerpo y José aún le calcó más adentro retardando el momento de vaciar sus bolas en el recto del chico.

Cuando se la sacó le dijo que si volvía a correrse sin su permiso lo caparía.
Pero por el momento le arrancó la cera de la polla a tirones y sólo le puso una jaula de plástico rígido para que no se empalmase mientras tuviese el pene encerrado en ella.

A Dani no lo folló, que es lo que quería el muy puto, ni le dio leche en la boca. Simplemente le selló el ano con cera derretida, como en otro tiempo le había hecho el otro capitán, y le ató el pito doblándoselo hacia atrás, bien escondido entre las piernas del chaval como si no fuese un tío o le hubiesen cortado el pene.
Primero tuvo que ordeñarlo dos veces seguidas, porque al tenerlo tan tieso era imposible doblegarle el pitorro de mear y poder metérselo en la entrepierna.

Después los llevó otra vez al cuarto del servicio y los dejó sujetos por el cuello con cadenas cortas y enganchadas a la pared con la suficiente distancia para que no pudiesen tocarse.
A media noche el amo volvió al improvisado calabozo y sus esclavos, con hambre y sed y ganas de mear, seguían sentados en el suelo con la cabeza baja y los ojos húmedos de haber llorado.
José no habló, pero los soltó y los cogió de la mano y los puso en pie. Y dijo: “Voy a daros de comer... Vamos”.

En la cocina los sentó a la mesa vacía y les vendó los ojos a los dos.
Después de un rato los chicos olieron algo delante de ellos y tocaron un plato con las manos y el amo dijo: “Comer eso”.
Ellos metieron las manos y fueron cogiendo pequeños trozos de carne untada en algo que al acercarlo a la boca pudieron sentir el olor a semen que despedía la salsa.
Ambos devoraron todo lo que encontraron en el plato y se chuparon los dedos para aprovechar hasta la última brizna que supiese a la leche que les daba su señor.
El amo les dio de beber poniéndole unos vasos grandes en la mano derecha y apuraron el líquido que olía a meo.
Pero no era muy fuerte el sabor, así que supusieron que la mayor parte del contenido era agua.

Para los dos muchachos fue un extraordinario banquete, pero aún les quedaba el postre y sería lo mejor.
El amo le metió en la boca, por riguroso turno, su gruesa verga cubierta de crema, mezclada con esperma, y los chavales saborearon el más delicioso dulce de su vida.

Al destaparles los ojos los besó en la boca a los dos y les dijo: “Sé que os ha gustado mucho la cena, dada el ansia conque la habéis comido... Pero podrías distinguir el ingrediente que os supo tan rico?”
“Semen y meo, amo”, dijeron al mismo tiempo los esclavos.
“Sí. Pero de quién?”, preguntó el amo.
Y Raúl dijo: “El de la carne era tuyo, amo y el meo también... La leche del postre no me parecía tan espesa como la tuya, señor. Pero no sé de quien era”.
“Y tú que opinas, Dani?”, inquirió el amo.
Y el chico contestó: “Por el olor y siendo tan espesa, sin duda la de la carne es tuya, amo... el meo también, aunque tenía demasiada agua, pero el olor picante es el de mi amo... Pero la leche de la crema no es ni tuya ni de Raúl. Es mía, amo”.

José añadió: “Eres un experto, Dani. Pero eso significa que has probado tu semen. Cuando fue?”
“Nunca que no fuese lamiéndolo del suelo, amo... Pero si no es tuyo, que es inconfundible para mi, ni de Raúl, que si lo probé más de una vez y recuerdo su olor, textura y sabor, no puede ser de otro que no sea yo, amo”.
“ Es verdad”, dijo José, pero añadió: “Tenías ventaja puesto que Raúl nunca aprobó la tuya y la suya no pudo saborearla como para distinguirla con claridad. De todos modos sois buenos catadores... Vamos a la cama... Conmigo. Os quiero a los dos esta noche a mi lado”.

Los esclavos fueron tras el amo y se acostaron en su cama, pegándose a él por ambos flancos, y éste les babó y pringó la boca de besos.
Pero no liberó de la jaula al pito de Raúl ni a Dani del tapón anal de cera y del cordel que le ataba la picha entre las piernas.
Y los dejó dormir de esa guisa, aunque sí permitió que measen antes de acostarse para no mojar las sábanas.

José tardó en conciliar el sueño y no paraba de pensar en su amante y que por su culpa y la frialdad que se mostraron al encontrarse, había descargado su mal humor y su cabreo en aquellas dos criaturas que tenía a cada lado de su cama.
Y eso le dolía ya que no lo hizo por sentir placer, sino por rabia y ansia de aliviar el dolor de su alma herida haciendo sufrir a sus esclavos.
Ambos eran suyos y también le servían para eso, pero en realidad no los había disfrutado como él quería ni tampoco le consoló hacerlo de ese modo.
En resumen, no le había sido útil para nada de lo que pretendía y solamente había zurrado con dureza a Dani y lastimado y preñado a Raúl.

Luego, a solas, reflexionó y amainó su cólera para jugar con los dos chavales disfrazando la cena de entretenimiento, mas no olvidó el distanciamiento con su amante. Volvió a ver a sus esclavos, ya dormidos y mirando hacia él como para no perderlo, y les libró las pollas del castigo impuesto por la insolente potencia viril de los dos muchachos, siempre con sus miembros erectos y los cojones cargados, frente a la debilidad sexual e impotencia del hombre que amaba desde hacía años, cuyo complejo había provocado el altercado entre ellos, poniendo como excusa a los dos jóvenes de los que ahora ya no quería ni podía desprenderse sin mutilar una parte de su propio ser.

Al liberarles los penes, los chicos se despertaron y no esperaron ni pidieron su permiso para abrazarlo, mirándolo como sólo un niño ve a un ser que le parece el héroe de las más grandes hazañas creadas por su ilusión infantil.
José empezó a ver claro que sus esclavos no sólo le agradecían ser suyos y le adoraban como a su dueño, sino que además le amaban a cambio de nada.
Sólo esperaban que él se sintiese a gusto con ellos y procurar servirle como criados y objetos de placer lo mejor posible.

José apretó contra sí los cuerpos de sus guapos esclavos y aspiró el olor particular de cada uno, que era algo que lo excitaba sobre manera, pero aún así sentía que le faltaba algo más para ser feliz.
 Posiblemente su corazón de soldado no se conformaba con ir ganando batallas y aspiraba a ganar la guerra contra los tercos complejos del alma del general.
Necesitaba aflojar la tensión él también y le dió la vuelta a Dani para sacarle del culo el tapón de cera y lo folló antes de dormirse.


El chico se corrió con su amo y se volvió a correr otra vez en sueños igual que Raúl.
En cuanto se levantases los tres, habría que cambiar de sábanas sino quería el amo dormir la noche siguiente en un lecho almidonado a trozos.

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