9/03/2012

Capítulo 36 / La caña


Aquella tarde le tocó a Raúl quedarse para poner orden y limpiar a fondo la casa.
Y José se llevó a Dani para hacer unas compras y de paso airearse un rato y olvidar las horas pasadas en el cuartel simulando indiferencia ante el general y resistir en su postura de no ceder ni dar un paso en falso con el hombre que todavía consideraba su amante.

Dejó el coche en un aparcamiento y quiso andar viendo gente y perderse con Dani entre viandantes que miraban escaparates o simplemente paseaban como ellos en ese lugar.
Habían estado en una tienda especializada en vinos y otros productos para paladares exquisitos y también entraron en un supermercado, no demasiado grande, para hacer una compra de algunas cosas de uso corriente en la casa, pero ahora prefería oír el ruido de la calle y sentir otras vidas a su alrededor, posiblemente sencillas y sin grandes problemas o mucho más complicadas que la suya, pero que en el anonimato urbano se diluyen y parecen todas como un pentagrama de notas monótonas y parecidas.
El tampoco podía quejarse demasiado de su suerte y menos ahora que tenía dos preciosas criaturas para su exclusivo servicio y placer, aunque le faltase el calor del amor de tantos años y viese a diario un desapego que todavía no era capaz de averiguar si era verdadero o encubierto de falso orgullo.

Ya habían dado las siete y media de la tarde y le apeteció ir a un bar gay a tomar una caña y entró en uno de los que solía ir con el fin de cazar algún sumiso para usarlo ante la mirada de Alfonso detrás del espejo, antes de tener esclavos de su propiedad como ahora.
Dani no conocía esos lugares y le sorprendió el ambiente y los tíos de diferentes edades que la mayoría se miraban sin decir palabra y otros reían o ligaban con pocas cosas que decirse.



José pidió dos cañas de cerveza en la barra y llevó a Dani hacia un rincón para tomarlas usando de mesa un bidón de gasolina pintado de negro.
El chico veía para todas partes y luego miraba a su amo como queriendo preguntar como funcionaba aquel ritual de idas y venidas por un corto pasillo oscuro que se adentraba en el local.

José, al cabo de un rato le dijo: “Sígueme”.
Y el chico fue tras el amo hasta otro pasillo estrecho en el que había cabinas, unas con las puertas cerradas y otras abiertas, y se trataba de pequeños cubículos, pero suficientes para que dos o tres tipos pudieses moverse en ellas para follar o dar hostias, o ambas cosas y alguna otra práctica más.
El amo le bajó los pantalones a Dani y le dio la vuelta poniéndolo contra la pared, pero el chaval le rogó: “Amo, no me dio tiempo a prepararme para eso y puedo mancharte. Perdóname, amo, pero salimos demasiado de prisa y no pude ir al baño para estar como a ti te gusta usarme”.

José se limitó a propinarle dos guantazos en la cara, que se oyeron en todo el bar, y salió arrastrando al esclavo.
Le dio dinero y le dijo: “Tráeme dos birras”.
Dani fue corriendo a la barra y pidió las cervezas y regresó rápidamente al lugar donde le esperaba el amo.
 José bebió una casi de golpe y después de un eructo se tragó la otro sin respirar y dijo: “Siéntate en ese taburete y ni abras la boca”.

Pasó un tiempo sin que el amo hablase a su esclavo ni éste parpadease esperando otra orden y ni siquiera le preocupaba ya lo que sucediese a su alrededor.
Unos se metían mano, otros le mamaban la polla o otro y algunos, delante del resto, se follaban a un tío, con el que ni siquiera habían hablado, pero que no le había hecho falta más que un gesto o tocarle el culo, para que se le cayeran los pantalones hasta los tobillos y se le abriese de patas al que desde la primera mirada se tocaba la polla.

De repente otro regüeldo y José le dijo a Dani: “Vamos al baño”.
El chaval lo siguió y el amo entró primero y tiró del chico metiéndolo dentro de un retrete y cerró la puerta.
Saco la verga y le bajó otra vez los pantalones y los calzoncillos al esclavo. Se la meneó un poco y se la metió por el culo sin pronunciar palabra.
Así estuvo un rato y Dani notó como le orinaba las dos birras dentro del vientre.
El amo la sacó y se la metió en la boca y le ordenó que la limpiase, aunque realmente no estaba demasiado sucia.
Luego le dio un masaje en la barriga al crío y cuando éste comenzó a sentir retortijones lo sentó en la taza y le dijo: “Caga y echa todo lo que tengas dentro”.

Dani lanzó una sonara explosión de gases y se oyó el chorro de cerveza golpear en la taza y el chapoteo de algunos restos procedentes de los intestinos del muchacho. El amo lo dejó sentado unos minutos y en cuanto le pareció suficiente, lo agarró por una oreja y lo puso en pie.
Y sin decir nada, aplastándole la cara contra la pared de baldosas y sin soltarle la oreja, se la clavó de golpe por el ano.
Al tiempo que el amo empujaba como una bestia para darle por el culo a Dani, retorcía con la misma rabia la oreja del chiquillo, que no se atrevía ni a quejarse, diciéndole: “Esto te sirvió de lavativa, cerdo! Pero la próxima vez que no estés preparado para tu amo, no sólo te retuerzo la oreja, te la arranco y te comes tu mierda. Y ya veremos si no te vuelve a dar tiempo para limpiarte como es debido para servir a tu dueño, guarro! Abre el culo, puta, que vas a aprender a no ser perezoso...Conmigo no te valen ni tu carita de niño ni tus encantos de zorra... Me has hecho perder el tiempo en vaciarte las tripas para joderte y eso te va a costar caro al llegar a casa... Dóblate más que quiero metértela hasta tocarte el hígado, cabrón!”



Dani esta vez sí pasó miedo al ver a su amo tan cabreado y aunque se empalmó no pudo correrse.
José tardó en solar la leche dentro del chico y al terminar le sacó la verga del culo, abrió la puerta y sacó a Dani a empujones sin dejar que se subiese los pantalones del todo y lo llevó a una cabina.
Arrimó la puerta sin cerrarla y se quitó el cinturón descargando una tanda de correazos en las nalgas del chaval que congregó a media clientela en aquel estrecho pasillo.
Al terminar la zurra no dejó vestirse a su esclavo y permitió que todos le viesen el culo marcado por los azotes.

Uno de los que veían al chico humillado, lleno de vergüenza y mirando al suelo, le dijo a José: “Menuda paliza le diste! Cuando te canses de usarlo me lo pasas y le arreo yo otra tunda después de follarlo... Tiene un buen culo y es guapo el chico, pero a estas zorritas hay que saber tratarlas. Y se ve que tú sabes como poner cachonda a esa perra”.

José lo miró con ganas de partirle la cara, pero le contestó: “Esta zorra es mía y sólo yo la follo y le pego o le hago lo que me sale de los cojones. Quiero que todos vean como se trata a una puta si no sirve a su amo como él quiere, pero aún le queda otro castigo peor en casa. Así es como aprenden a ser buenos esclavos. Y si tú quieres una perra, búscatela que ésta no está en venta todavía... Tápate el culo, cerda, y sal de aquí, puta perra!”

Salieron del bar y Dani fue detrás del amo hasta llegar a la casa. José entró y llamó a Raúl, que vino como un rayo como si intuyese que había amenaza de temporal.
El esclavo dijo: “Dime, amo”.
“Qué has hecho en mi ausencia?”, preguntó José.
Y Raúl contestó: “Todo lo que me ordenaste, amo...Y llamó por teléfono el general”.
 “Que quería?”, preguntó el amo nervioso.
“Preguntó por ti, amo, y le dije que no estabas pero que volverías pronto... Luego me preguntó que tal estabas”, respondió Raúl.
“Y que le has dicho?”, inquirió el amo.
“Que bien. Igual que todos estos días”, añadió el esclavo.
“Está bien. Tráeme el collar de esta perra y la cadena para atarla por el cuello. Hasta mañana por la noche permanecerá encerrado a oscuras en el cuarto de servicio sin comer nada y sujeto a la pared. Solamente tendrá agua para beber y un orinal para mear, puesto que no creo que tenga ganas de cagar otra vez. Y si tiene, que lo haga allí también y huela sus heces como un cerdo. Llévatelo y cumple lo que te ordeno... Tú cenarás y dormirás conmigo”.
“Pero mañana tendrá que ir al cuartel, amo? preguntó Raúl.
“Diré que está indispuesto y tuvo que quedarse en casa... Haz lo que te digo!” gritó el amo.

Dani no abría la boca ni para respirar y no levantaba la vista más arriba de su ombligo. Su dueño estaba enfadado de verás con él y podía ocurrirle cualquier cosa, pero ninguna buena.
Pero pensaba que tampoco tenía tanta culpa por no haberse limpiado bien el culo antes de salir, porque el amo se lo dijo de repente, sin avisar, y tuvo que salir corriendo de casa con José.
Era verdad que se entretuvo mirando la tele en vez de ir a retrete después de comer, como solía hacerlo a diario, pero no se imaginó que el amo iba a salir y llevarlo con él y que además le apetecería ir a tomar una caña.
Porque de saberlo, antes se hubiese preparado, ya que en ese caso siempre solían entrarle ganas de metérsela y follarlo donde fuese, sin perder tiempo en volver a casa.

Al chico le esperaba pasar un duro trago, puesto que si algo le asustaba a Dani era la oscuridad y encontrarse solo y desamparado.
El dolor físico lo ponía cachondo y lo excitaba, pero verse abandonado y separado de su amo, era como si a un feto le cortasen antes de tiempo el cordón umbilical que lo une al ser del que depende su existencia.

Si ocurría un milagro y el amo iba a verlo para alumbrar un instante la solitaria oscuridad en que iba a dejarlo, se arrastraría a sus pies pidiendo perdón y rogándole que no lo despreciase por haberle fallado de ese modo, aunque no lo librase del castigo y lo dejase encerrado más tiempo, pero con la esperanza de volver a sentirse querido por el hombre que no sólo era su dueño, sino el ser al que amaba con más fuerza y deseo.

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