9/09/2012

Capítulo 38 / La luz


Los ojos de Dani se cerraron tan rápido como el primer haz de luz entró en el cuarto donde permanecía encerrado.
Tanto pudo haber estado allí un día entero como varios, ya que el solitario silencio a oscuras le hicieron perder la noción del tiempo y del espacio.
Raúl lo desató de la cadena y lo agarró fuerte de la mano para sacarlo a la claridad de una lámpara alumbrando el pasillo de la zona de servicio de la casa.


Y le dijo: “Espera aquí que voy a abrir la ventana y ventilar ese agujero que huele a rayos ahí dentro... Luego ya vendré a limpiarlo y a vaciar el orinal.
Ahora ve al baño y lávate bien para ver al amo.
No puedes ir así de sucio y con esa pinta tan mala.. Y no llores que ya pasó lo peor. Pero después de ducharte, ponte otra vez el collar por si acaso... El sólo me ordenó que te soltase y te sacase del cuarto y que te bañes para estar presentable, pero no dijo nada sobre el collar. Así que luego ve a la sala y llévalo puesto. Cuando estés listo avísame para acompañarte y no tardes demasiado. Sabes que el amo no es de los que le gusta que lo hagan esperar”.

Dani tenía los ojos húmedos y mantenía la aptitud propia de un perrillo apaleado, mirando al suelo y temblando como si tuviese el frío metido en los huesos.
Y alargó el brazo tras la mano de Raúl, resistiéndose a soltarse de ella.
Y musitó en voz baja a su compañero: “No te vayas... Ven conmigo... No quiero quedarme solo otra vez”.
Raúl se acercó más a él y le contestó: “Dani, no voy a dejarte ni estás solo... Estamos en la casa de nuestro amo y te espera... Pero iré al baño contigo y te ayudaré a ponerte guapo para que él te vea... Vamos... Verás como dentro de un momento ya estás feliz y sonríes otra vez”.

Los dos chicos entraron en el baño y se ducharon juntos para que a Raúl le fuese más fácil restregar bien a su compañero y dejarlo limpio y fresco para su amo.
Y no olvidó ponerlo de espaldas y meterle un chorro de agua por el culo, asegurando así la limpieza interior de Dani.
Después se secaron uno al otro y Raúl le puso a Dani otra vez el collar al cuello y lo cogió de la mano para ir a ver al amo.

José, sentado en su sillón, leía un libro en ese momento y no levantó la vista para ver a sus esclavos.
Ellos se detuvieron a unos pasos del amo y Dani miraba la punta de sus pies aguardando oír la voz de su dueño.
Y éste le dijo: “Acércate... Más... Más cerca”.
El chico obedeció pero aún no se aproximó lo bastante para estar al alcance de la mano de José.
Y éste volvió a decirle, mientras separaba las piernas: “Ven, arrímate a mí... Entre las piernas”.
El crío se metió en medio de los muslos de su amo y notó las manos de su señor en sus caderas.
Y José le dijo: “Tuviste miedo?”
“Sí, amo”, respondió el chico.
El amo le apretó la carne con los dedos y añadió: “Ahora ya no tienes por que tenerlo porque estás conmigo otra vez.. Así que no tiembles y mírame”.
Dani levantó los ojos y vio el perdón en los de su amo, pero le saltaron las lágrimas sin poder remediarlo.
José no quiso alargar más el castigo del muchacho y lo estrecho con la fuerza de sus poderosos brazos, pegando la cara al cuerpo del chaval, y le habló de nuevo: “Dani, crees que a mi no me duele también ese castigado? Si tú has sufrido, no imaginas lo que puede padecer yo por no ir a buscarte al poco de meterte en ese cuarto. Pero tuve que hacerlo y supongo que jamás vuelvas a confundir cuales son tus prioridades y que misión tienes en este mundo... Yo soy el único principio y fin de tu existencia... No lo olvides nunca. Sólo eres algo que me pertenece y nada más... Y no lagrimees, porque estando en mis brazos no tienes motivo para llorar... Desde que te encerré, hice el amor con Raúl para poder consolarnos los dos por tu ausencia.. Dani, te quiero demasiado para no besarte mil veces otra vez”.

Y el amo sujetó la cabeza de su esclavo y lo besó en la boca con más deseo y pasión que ternura.
José le hizo un gesto a Raúl para que se uniese a ellos y se besaron los tres.
Y dijo: “Vamos a repetir la noche de ayer, pero ahora también estará Dani con nosotros”.
Posó los brazos en los hombros de sus esclavos y los llevó a su cama para gozar con ellos sin tregua ni darles cuartel al par de jodidos niñatos que lo saciaban de placer.
Y al entrar en el dormitorio, añadió: “No habrá penumbra esta noche. Quiero luz para veros y apreciar el resplandor de las lámparas sobre vosotros. Quiero que no haya sombras que me oculten esos recodos tan sugestivo que tenéis los dos y que me pone muy caliente meter los dedos en ellos y saber que nada en vosotros supone un secreto para mí. Os conozco como si os hubiese fabricado a mi medida y gusto. Y voy a moldearos a mi antojo y dejar sólo la obra de arte, como hace el escultor que labra una bella figura quitándole al bloque de mármol lo que le sobra. Eso decía Miguel Angel y así hizo a su David... Y yo no esculpiré uno solamente. Estoy creando ya dos criaturas, a mi modo de ver perfectas. Un fornido mancebo, musculoso y recio, de color caliente y jugoso como una fruta salvaje, y otro joven esbelto y proporcionado, tierno de aspecto y, sin embargo, duro como la piedra que le da forma, que se vuelve dorado con los rayos del sol y la luna lo transforma en seda pálida y suave, pero que abrasa como el fuego cuando la tocas y se derrite en agua si lo aprietas contra el corazón... Esa es mi obra y así sois los dos”.

Los dos chicos miraban a su amo con la boca medio abierta y éste volvió a decir: “Pero de nada sirve la belleza de una obra de arte si no se le da uso.. y el mejor es follaros esas bocas atónitas y daros por el culo a los dos, que para eso os hice un agujero precioso entre las nalgas, además de poneros un buen rabo, con dos cojones, en la entrepierna. Al gran artista de Caprese no se le ocurrió eso, ya que sólo le hizo el pene y las bolas, pero a mi sí. Y eso que, según cuentan, también le gustaban los culos de guapos jovenzuelos. E incluso dicen que se follaba al modelo que posó para el David. Si es verdad, quiere decir que tenía buen gusto el italiano. Y si no es cierto, peor para él. Porque, si lo reprodujo tal cual era, el crío estaba buenísimo y tenía un culo precioso. Yo se la hubiese calzado, desde luego. Lo mismo que os voy a hacer a vosotros ahora mismo. Taladraros por detrás, para investigar si después del castigo de Dani habéis aprendido a limpiaros bien el recto y que mi verga se pasee a gusto y os riegue de esperma cuando mis huevos no soporten ni una gota más de leche dentro de ellos... Pero primero hay que calentaros un rato y poneros a punto y con la carne bien adobada con saliva y sobaros hasta la punta del pelo... Así, jugosos y sazonados para mi paladar exigente. Y luego, os trincho y os follo... La meteré y sacaré de un culo a otro sin parar, alternando con azotes en las nalgas y lamidas de ojete para dilataros mejor”.

El amo los miró detenidamente y continuó: “Puede que antes sondee con la mano por si hay algo en el tubo y que se os haya olvidado dentro, pero la introduciré hasta lo más profundo para rebuscar bien y daros la vuelta como a un calcetín si es preciso para observar mejor en interior de mis esclavos... Ahora, de rodillas, pelearos para chuparme la verga y lamer el jugo que suelta por el gusto que me dais al mamarla. Y antes de que os llene la boca de semen, quiero ver vuestros culos abiertos, como redondos brocales oscuros de dos pozos vacíos, que necesitan mi barrena para hacerlos más hondos y perfore una veta de la que manará la leche que aún está en mis cojones y en los vuestros... Vamos a follar hasta perder los sentidos de la carne y quedarnos solamente con la sensibilidad para gozar el placer en el alma... Seguir comiendo mi polla, mamones! Dani, mete en la boca mis huevos si Raúl no te deja un trozo de verga para lamer, pero en cuanto se descuide, quítasela y trágala entera y que se conforme él con mis pelotas... Como chupas, Raúl... vas a superar pronto a esta otra puta que lo hace como nadie... o mejor, deja que él me la coma un rato y tú lámeme el culo despacio, pero metiendo la lengua para dejarlo limpio y fresco... Eso es... Sois un par de zorras dignas de un sibarita del sexo como yo... Cambio de turno! Daní al culo y Raúl al cipote. Rápido!  Así... Más adentro, Dani, que tu lengua es más fina y puede meterse mejor...Hummmmmm... Qué jodidas putas estáis hechos! Y lo bien que sabéis como se le hace gozar a un macho! Basta! Sobre la cama y a cuatro patas los dos con la cabeza apoyada en el colchón y las manos en las nalgas para abrir el culo, que ahora toca joderos”.


Sonaron como mazas sobre una plancha de bronce las palmas de las manos del amo en la carne de los glúteos de los dos esclavos, que enrojecía después de quedarse blanca de repente.
Y la tranca de José pasó de un ano al otro, jugueteando como un niño que hace un rosario de hoyos en la arena, pinchándola con un palo gordo sin cesar.
Pero él sólo clavaba la estaca en dos agujeros.
Los esfínteres de sus esclavos, que con cada embestida se dilataban más y su redondez se acentuaba, llenándoles las tripas de aire y obligándolos a expulsar pedos al sacársela.
Y con un nuevo gas, el esclavo recibía un azote más fuerte por cerdo y pronto volvía a tener taponado el culo por el falo de grueso bálano conque los sodomizaba el amo.

Esa noche José quería que al ojete de Dani sólo lo visitase su pene y por eso no dejó que Raúl lo catase ni que compartiese con él el agujero del bonito culo del chaval.
El único macho en esa noche era el amo y los esclavos eran carne para su recreo y satisfacer su desbocada lujuria y necesidad de sexo.
Y los otros dos pitos solamente eran para mear y babarse por el gusto que les daba el amo al darles por el saco, ya que aún no había decidido si permitiría que se corriesen también.

Porque el amo pensó que en realidad era mejor que se quedasen cachondos hasta la mañana siguiente y, nada más despertar, les partiría el ojete otra vez, eligiendo a uno para dejarle dentro el semen y al otro para mearle en las tripas.

Y así pasaron las horas y poco antes de amanecer quedaron rendidos, abrazados los tres, y se fueron quedando dormidos, pero a Dani, acurrucado bajo un brazo del amo y recostado en su pecho, no hubo manera de despegarlo de él, como si temiese que fuese a dejarlo solo y a oscuras en la habitación.
El chico necesitaba más que nunca sentirse arropado y protegido por José para olvidar su miedo.

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