9/05/2012

Capítulo 37 / La penumbra


Al bajar Raúl la persiana de la estrecha ventana del cuarto de servicio, todo quedó en una oscura penumbra, como la mente de Dani, aturdido aún por lo ocurrido durante la tarde en el bar y asustado por la soledad y el abandono en que lo dejaba su amo, atado por el cuello y metido en una habitación oscura y silenciosa, con la puerta cerrada por fuera.
Tendría que estar encerrado al menos veinticuatro horas sin ver ni hablar con nadie, bebiendo agua solamente y aspirando el olor de su propia miasma y orines, en un aire que pronto estaría totalmente viciado.

El chico sintió un miedo indefinido a todo y a nada en concreto, pero que desazonaba su alma y le embotaba la mente sin dejarle pensar con lucidez.
Hasta por un momento le pareció ver de nuevo la sombra del otro jodido capitán que lo martirizó y al que odiaba sin paliativo alguno.

Por qué era tan duro su amo por su primer descuido en la limpieza del cuerpo para que lo usase?
La culpable fue la pereza para levantarse del sofá y seguir pasmado viendo la pantalla del televisor, en lugar de ir como de costumbre al baño y procurar estar dispuesto por si el amo deseaba penetrarlo.
Pero el chaval no se engañaba a sí mismo y sabía que la culpa era suya, puesto que la holgazanería que le entró después de comer estaba en su naturaleza perezosa y no en otra cosa que reclamase su atención con tanto interés como para dejar en segundo plano sus obligaciones de esclavo.
Y la principal era servir y darle placer a su dueño cuando éste lo reclamase, sin necesidad de previo aviso ni más contemplaciones ni amabilidades que agarrarlo y hacer con el cuerpo y la mente del chico lo que le apeteciese.

Dani se puso a llorar tragándose el hipo y amortiguando los sollozos para no incomodar más a su amo si lo oía, aunque supuso era improbable que fuese así, ya que a esas horas estaría en la cama abrazando a Raúl o follándolo y acariciándolo e incluso besándole la boca, olvidando que en un agujero de la casa estaba su otro esclavo purgando la culpa de no estar aseado por dentro cuando su amo quiso darle por el culo en un bar.
Y el chaval no se equivocaba en pensar eso, puesto que el amo gozaba con su otro esclavo, besándole el cuerpo por todas partes y comiéndoselo literalmente a mordiscos que marcaban fugazmente la carne del muchacho con los dientes de su amo.

Esa noche, José estaba encelado con Raúl y lo sobaba y tocaba con una pasión desbordada, como si fuese la última vez que podría estar con el chico y no volviese a probar su sabor ni a apreciar la dureza de su carne y la textura de esa piel sin defecto alguno que la cubría, adornándose de un sugestivo vello en los miembros y en la parte baja del pubis y los sobacos.

Aquel muchacho no sólo era fogoso porque le gustase el sexo con otro hombre.
Era pura obsesión y entrega por complacer a su dueño, de quien estaba enamorado y lo adoraba como a un dios.
José lo recorría de pies a cabeza y jugaba tanto entre sus pectorales o con los pezones, como después de bajar hasta el pene del chico y lamerle los huevos y la entrepierna, lo ponía de espaldas y seguía la línea de su columna vertebral dibujando un camino de saliva de la nuca al culo, que terminaría bajando por la raja que separan las nalgas y perderse dentro del ojete.
Salía de nuevo y regresaba por donde había venido, pero abandonaba la ruta tirando primero a la derecha por el hombro y seguir los brazos hasta chupar los dedos de la mano, volviendo luego hacia arriba y tomar el camino de la izquierda siguiendo un recorrido parecido al anterior.

Raúl suspiraba por la mil delicias que su amo le regalaba sin dejar que él hiciese nada. Solamente ser su rico muñeco de caramelo y abandonarse en sus manos.
José estaba vertiendo sobre el muchacho todo el amor contenido que no le daba desde hacia tiempo a su amante y que entonces se percató que dárselo a su esclavo no era un capricho sino una necesidad para su espíritu.

El mayor vacío que sintió su alma fue no tener con él a su otro esclavo también.
Dani conseguía apaciguarle cualquier ansia con su compañía y poseerlo le calmaba y le hacía olvidar cualquier pesar o mal trago que la vida suele dar con más frecuencia de la que a veces puede soportar un hombre normal, que no vaya dándoselas de héroe.
Pero ese crío estaba castigado y no iba a evitarle el castigo ni siquiera para satisfacerse a si mismo.
Dani no podía olvidar otra vez que su mundo era su amo y todo el resto solamente era como una realidad virtual, quizás atractiva pero inexistente en su vida de esclavo.
José recogía en la punta de la lengua cada gota de sudor que se desprendía del vello, bajo los brazos del Raúl, así como los brillantes y pegajosos hilillos de baba que soltaba el pene del chico.
Y se daba prisa por llevarlos en la boca para besar la del chaval, mezclando también sus salivas en los labios.


Raúl nunca había besado ni jamás le habían morreado la boca con tanta intensidad y fuerza.
Y habría gritado a todo la tierra que ya no le quedaba nada más sublime por experimentar en el resto de su vida.
Y al instante ya cambió de opinión porque el amo le chupaba la polla y colocaba la suya para que la mamase el chico, que superó con creces lo anterior.
Tanto, que el amo y el esclavo se corrieron cada cual dentro de la boca del otro.
Y los dos saborearon el semen y lo paladearon y lo tragaron mientras se volvían a besar en los labios y juntaban las lenguas cubiertas de esperma.

Al fin y al cabo daba igual de que cojones hubiese salido, ya que toda aquella leche era del amo.
Los dos hombres quedaron boca arriba sobre la cama, también en penumbra y en silencio, pero Raúl no tardó en volverse y abrazarse a su amo, apoyando la cabeza sobre el pecho.
Y éste puso la mano sobre la cabeza del chico para acariciarla con la mayor ternura.

Y al rato el esclavo dijo: “Amo. Puedo hacerte una pregunta?”
“Sí”, contestó José.
Y continuó el chico: “Le vas a perdonar, verdad, amo?”
“No”, respondió José.
“Amo, no me refiero a que lo saques del cuarto ahora, sino a que olvides lo que hizo”, aclaró el chaval.
“Tampoco”, dijo el amo.
El chico se entristeció y José añadió: “Si te refieres a si voy a volver a quererlo, te digo que sí. Que lo quiero ahora más que antes, lo mismo que te quiero a ti. El hecho de que tenga que castigaros si es necesario no significa que no os ame. Al contrario. Si lo hago es porque os quiero cada día más a los dos y deseo que os deis cuenta de mi amor por vosotros. No sé si es distinto al que siento por mi amante, pero sé que es tan fuerte o más que ese amor por el general. Tener a Dani me da fuerzas para afrontarlo todo. Y verte a ti junto a mi cuerpo me recuerda lo hermosa que puede ser la vida. No me gusta preguntarle a nadie si me quiere, pero me doy cuenta cuando eso es verdad sin necesidad de que digan nada. Y es lo que pasa contigo y con Dani. Sólo con miraros y ver como me miran vuestros ojos ya se que me están gritando el amor que los dos tenéis por mi”.

Raúl besó el pecho del amo y volvió a hablarle: “Dani es mejor que yo y te quiere mucho. Más que a nadie. E incluso me quiere a mi aunque lo traté muy mal. Yo nunca sentí por nadie lo que ahora tengo en el corazón por ti, amo. Y a Dani también lo quiero, pero es de otra manera. Y aunque me excite y me guste follarlo y besarlo, no es lo mismo que contigo, amo. Y menos como fue esta noche”.
Y el amo le puntualizó: “No digas fue. Di es esta noche, porque todavía no hemos terminado de gozarnos. Aún nos queda lo mejor. Ahora nos estamos tomando un respiro para seguir disfrutando y follar en serio... Esta noche me estoy privando de Dami, pero te tengo a ti para duplicar mi placer y no note su falta. Y no creas que si fuese al revés estaría más contento. No... Entonces me faltarías tú y él sería el que se duplicaría para no extrañarte. Ninguno de los dos es mejor ni peor que le otro. Sois cada uno un ser distinto y especial para mi. Lo cierto es que como mejor lo paso es con los dos juntos. Dani y tú al mismo tiempo. Mis dos esclavos y mis dos críos adorables cuando os veo dormidos a mi lado... Y ahora ven que voy a seguir dándote lo que deseas esta noche y yo necesito hacértelo”.

El esclavo se apretó contra el amo y automáticamente se humedeció por dentro y su verga se hizo de acero brillante, por cuya punta emanaba un líquido suave que le mojaba el glande.
El amo le susurró al oído besándolo: “Voy a lubricarte el ano con la babilla que sale por mi capullo y te presionaré con firmeza ese agujero para ir entrando en ti despacio, pero sin dejar de notar cada célula de tu interior... Quiero sentirte en cada milímetro de polla que te meta y apreciar el cálido tubo que me llevará al orgasmo acariciándolo unas veces y otras forzándolo a abrirse más y a engullir todo mi pene, cada vez más crecido y grueso por la palpitación de la sangre en las venas que lo recorren y le dan el calor y la dureza necesaria para que sientas que te empalo y tu vientre se llena de mi carne por entero...


Mis dedos te tocarán la piel por debajo de los cojones y llenaré la mano con ellos sin lastimártelos, pero sintiendo como elaboran el semen que saldrá por la punta de tu cipote en cuanto yo te diga que abras la espita para lanzarlo fuera... Y lo recogeré en mi mano para lamerlo contigo y olerlo mientras nos besamos la boca... Oleré el aroma de tu ser y me calentaré sintiendo que somos un sólo cuerpo encastrando el mío por tu espalda para sudar al mismo tiempo como si los poros fueses únicos para los dos... Vamos a alcanzar el grado más alto de la excitación, Raúl. Vamos a temblar juntos y estremecernos al unísono logrando que nuestros testículos parezcan los de unos siameses que comparten los mismos órganos sexuales... Ahora mi mano pasea por los puntos nervioso de tu organismo buscando el centro y en unos segundos seremos ya una sola sensación y no diferenciaremos nuestros verdaderos sentidos... Mi bello muchacho, eres tan parte de mi que podría prescindir de un corazón para renovar la sangre que nos renueva la vida ahora. Raúl voy a poseer tu espíritu más que la carne que lo encierra, porque ya fuiste mio desde la primera vez que te la metí como estoy haciendo en este mismo segundo... Hummmmm... Siempre me conmoverá profundamente este momento de la penetración de mi esclavo... Y ahora nota como voy avanzando por tu interior como si nunca tuviese fin ni tuviese un límite ni tope físico que me detenga... Una de mis manos acaricia tus bolas y el pito y la otra va de un pezón a otro, pellizcándolos sin violencia, pero irguiéndolos y poniéndolos tiesos como clavos hundidos en tu pecho... Son deliciosos y agradecidos a los juegos que les hacen mis dedos... Y tu respiración y esos jadeos y suspiros me dicen el grado de delirio que obtengo al hacerte el amor follándote... No hay placer comparable al que siento en este instante y, sin embargo, en breve será superior y una descarga recorrerá como un relámpago azulado toda la anatomía que se ha hecho una... Raúl, voy a dejar que mis pelotas te llenen y te colmen hasta el borde de leche, pero dame tú más de mi leche en mi mano y déjala que salga por este otro pene que tengo dentro de ella y que late al ritmo de tu corazón... Síííííííííí... Sííííí. Así, así, así, Raúl. Tu convulsión es la mía... Y en breve no quedará ni una gota de esperma en los cojones”.


A Raúl le rebosaba en cantidad la gruesa lefa del amo por el culo y los dos seguían besándose con sabor al caliente y espeso esperma del chico.

Mientras Dani, en su oscuro encierro, seguía llorando desolado y miedoso ante las sombras que lo atenazaban por todas partes.
Ese castigo le sería difícil de olvidar al guapo muchacho.

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