9/29/2012

Capítulo 44 / El potrillo


A la entrada de las caballerizas lo esperaban Raúl con el potrillo y algo más atrás Ivan miraba al chiquillo y fijaba la vista en el precioso culo que iba a ser desvirgado por el amo.

José miró a sus esclavos pero sus ojos sólo se centraron en el joven que durante dos años había ordeñado todas las tardes, acariciándolo y dándole el único contacto afectivo que sintiera el chico en toda su vida, tan a estrenar todavía como su propio ano.

El muchacho no había recibido otro cariño que el de José, abrazando su cuerpo y librándolo un rato cada día del encierro de su pene para masturbarlo y vaciarle los adolescentes huevos que le colgaban bajo la polla.

Jar, tan sólo con mirar a su amo le mostraba con sus profundos ojos oscuros el agradecimiento y el sentimiento que sin saber el chico que era amor, nacía en su corazón hacia aquel hombre grande y fuerte que era su amo.
Y aunque a veces le pegase en el culo, la mayor parte del tiempo que pasaba a su lado era tan amable con él, que la mayor ilusión del muchacho era ver cada tarde a su dueño.

El chico no sabía de la vida más que cuanto leía en los libros, obedeciendo a su amo, y aquello que veía hacer a los caballos con quienes pasaba el resto del día y se contaban sus cuitas mutuamente.
Porque Jar no sólo hablaba con ellos, sino que los entendía y ellos sabían cuales eran sus temores y sus deseos; y él que cosas les hacía a ellos temblar o sentirse tranquilos.
En realidad era un potrillo más de la yeguada, pero sin pelo que cubriese su piel y de una belleza diferente a la de esos animales y mucho más atractiva y sugerente para ser montado por su amo.

Los resquemores de Dani no eran infundados ni sufría banalmente con sólo oír el nombre del mocito que cepillaba la yeguada del amo.
Dani todavía era muy joven y cada día se ponía más guapo y más bueno, provocando tan sólo con moverse a cuanto macho le mirase el culo.
Pero Jar, además de bello y jovencísimo, era exótico por su color y sus rasgos entre dos razas, cuya mezcla había salido perfecta.
Cara, cuerpo, culo, patas, todo era bonito en aquel muchacho, que desde varios meses atrás ya le quitaba el sueño a Dani y le perturbaba la paz de una espléndida existencia junto al macho que no sólo era su dueño, sino también el amor de su vida.
Y eso no estaba dispuesto a perderlo ni tan siquiera a ceder un ápice del espacio que ocupaba en el corazón de su señor.
Puesto que Dani sabía que José lo amaba, quizás más que a Raúl.
Y aunque fuesen iguales los afectos del amo hacia sus dos esclavos preferidos, a Dani no le importaba pues quería a Raúl con toda su alma y era el otro macho que lo llenaba de leche y placer en compañía de su dueño.

La diferencia entre Dani y Raúl estaba en que éste era menos celoso y sobre todo podía comprender mejor la afición del amo a perforar un buen culo y cubrir a una puta perra hasta preñarla, porque a él le pasaba lo mismo, aunque solamente pudiese hacerlo si se lo permitía su amo.
Y si pudiese elegir entre dar a otro por culo o recibir dentro del suyo la verga de su señor, no había duda que le faltaría tiempo para abrirse de patas y suplicarle a José que lo empalase hasta el fondo y le vertiese leche en sus tripas hasta que le saliese por los ojos.
De todos modos tanto para el amo como para Raúl metérsela a una zorra no tenía nada que ver con el amor y solamente se debía a su condición de machos y al vicio y lujuria que les hinchaba los cojones y les endurecía la polla al ver a una buena perra meneando los cuartos traseros, excitándolos para joderla hasta que les saliese impúdicamente por el capullo chorros de leche y lascivia.

El amo pasó un brazo por los hombros del potrillo y dijo: “Veo que lo habéis cepillado y lustrado para mí”.
“Sí, amo”, respondió Raúl y añadió: “Ivan y yo lo hemos lavado con agua fría y frotado con toallas nuevas para que su carne esté más dura y la piel más tersa y suave para ti, amo... Pero no hemos podido limpiar su interior porque sólo tú tienes la llave para dejar libre la entrada...Tampoco lo hemos perfumado, porque su olor natural es el mejor aroma para un olfato como el tuyo, señor”.
“Así está bien, Raúl”, dijo el amo.
Y prosiguió hablándole al potrillo: “Ven, Jar. Ya es hora de que te libere de ese artilugio. A partir de este instante tu pene será libre para empalmarse cuando te excites. Pero no abuses y lo toques constantemente para masturbarte, porque eso sólo podrás hacerlo si yo lo quiero. Sé que eres muy joven y tus hormonas están revolucionadas todo el día y te saldrá la leche de tus pelotas aun sin pretenderlo ni acariciarte el cuerpo o el pene. Sobre todo por la noche o antes de despertarte cada mañana. Pero soy comprensivo y no te castigaré por ello si no eres tú quien lo provoca... Y ahora, en cuanto te quite esto, échate de bruces sobre mis rodillas, como cuando te azoto el culo, pero no será para zurrarte y dejártelo rojo y caliente. Voy a facilitarte la penetración de mi verga en tu cuerpo, preparándote para que aunque te duela al principio, termines por sentir placer y llegues a necesitar que te llene la barriga de leche y me succiones la polla con el ano como lo hacía tu boca con el seno de tu madre para alimentarte, cuando tan sólo eras un pequeño mamón acunado en sus pechos”.

José separó las nalgas del crío y su pequeño ojete se dejó ver, apretado y de color café más oscuro.
Era tan redondo y tierno que daban ganas de comérselo de un solo bocado.
Y el amo lo acarició impregnándolo con su saliva y fue abriéndolo con las yemas de los dedos para ver su rosado interior que rezumaba vida y latía esperando algo que ni siquiera podía concebir todavía.
Aún no era consciente de lo que significaba el placer y ya todo su cuerpo temblaba de pasión, destapando las esencias de la lujuria, al punto que hasta los garañones de la yeguada pateaban nerviosos el suelo de sus cuadras totalmente excitados.

El amo escupió en el agujero, que sólo sabía expulsar pero no tragar, y presionó con el índice hasta obligarle a ceder y admitir la entrada de su carne.
El chico se quejó y se estremeció sobre las piernas del amo levantando el vientre y José sacó la punta del dedo que le había metido.

El crío volvió la cara hacia su dueño y éste lo tranquilizó tocándole la mejilla, pero volvió a escupirle dos veces en el ojete y empujó de nuevo hasta hundirle medio dedo con menos esfuerzo.
Jar se puso rígido otra vez y quiso apagar un grito cerrando la boca y apretando los dientes, pero el amo sacó una vez más el dedo de culo del chaval y volvió a acariciarle la cabeza.

Las pelotas de José reventaban y le dolía la polla dentro de los pantalones de tan dura y gorda que la tenía.
Empalme que no disimulaban sus otros dos esclavos y ni siquiera el potrillo que rozaba su pene contra las piernas del amo.

José dejó caer más saliva en el ano del chico y con decisión le metió dentro del culo el dedo entero.
Jar chilló y apretó las nalgas, pero el amo no retrocedió en su empeño y mantuvo ensartado con su dedo al muchacho, diciéndole: “Jar, respira hondo y tranquilízate. No te va a pasar nada malo y verás como pronto no te dolerá que mi dedo esté dentro de ti... Así. Afloja las cachas y levanta un poco el culo... Eso es, pequeño... Relájate y sólo piensa que lo que sientes es mi placer”.


El potrillo aún se quejaba, pero casi parecía un gemido y el amo movió el dedo hacia fuera pero lo clavó nuevamente despacio y apretando más para llegar más adentro. Repitió la maniobra cinco o seis veces y el muchacho sólo gemía cada vez más fuerte y respiraba agitado como si un relámpago recorriese el centro de su espalda desde el cerebro hasta el ojo del culo.

Y al sentir la caricia del dedo de José dos veces más, le pringó los pantalones de leche a su dueño, entre estertores y gemidos que sólo un orgasmo intenso puede arrancar.
Y empezó a llorar como si el mundo se hundiese bajo sus pies, porque aún sin saber del todo para que le hacía el amo esas caricias dentro del culo, algo le decía que no era sólo eso lo que deseaba su dueño.

José lo levantó y sentándolo en sus rodillas lo abrazó y lo consoló besándolo y enjugando sus lágrimas.
Y le dijo: “Vamos, Jar. No llores. Tenías demasiado presión y eso es lo que te ocurrió. Tus bolitas no aguantaron más y se vaciaron. Pero pronto se llenaran otra vez. Ademas, fíjate. Tu polla sigue tiesa, pero pringosa... Me has puesto perdido los pantalones”.
“Perdón, amo... Perdón”, decía el chiquillo entre hipos y lloros.
Y José lo apretó contra el pecho y esperó a que se calmase y dejase de soltar lágrimas.

Raúl e Ivan tenían una calentura que le salía por las fosas nasales como respiración profunda y agitada.
Y el amo dijo: “Mira, Jar. Mientras yo juego con tu polla, fíjate bien en lo que va a hacerle Raúl a Ivan... Raúl, móntalo y fóllatelo como tu sabes... Y que te la mame primero para que el chico vea como se hace... Ivan quiero ver una buena mamada y que pongas el culo para que te cubra Raúl, procurando dejar a la perra preñada... Desnudaros del todo y mámasela de pie y doblado ante la verga de ese macho para que luego también te la meta a dos patas y abriéndote bien el culo con las manos. El chico tiene que ver como se clava una polla hasta el fondo y le deja a la zorra el coño escocido... Empezar ya... Y tú mi pequeño potrillo no te pierdas ni un solo detalle. Es lo mismo que cuando el semental se sube al lomo de la yegua que está madura y le mete su enorme verga por detrás”.

Y eso si sabía el chico como era y el dolor que se le ponía en las bolas y su polla cautiva al ver como el macho empujaba con las ancas su vergazo para fecundar a la hembra, que once meses más tarde solía parir un potrillo patilargo, que sólo quería mamar de su madre a todas horas.

Y empezó el espectáculo, puesto que si algo hacía bien Raúl era hacer gozar a su dueño cuando se la clavaba por el culo y follar a una perra caliente como una sartén con aceite hirviendo.
E Ivan era un experto poniendo el trasero ante la polla de un buen macho.
Y el polvazo prometía ser contado en el libro de las maravillas a tenor de lo cachondos que estaban los dos esclavos.

Jar quedó asombrado al ver la verga de Raúl al descubierto y se pasmó cuando aquello le entraba en al boca del otro totalmente sin que se atragantara.
Ivan se la mamó como la mejor potranca hambrienta y al darse la vuelta y dejar el culo a merced de semejante tranca, el chico miró a su amo incrédulo que toda esa carne pudiese meterse dentro del otro.
Y vaya si se metió!
Y a la primera y haciendo tope con las pelotas!

 
El amo le tocaba ligeramente el pene al chaval, pero al ver su dureza y como crecía viendo como Raúl le daba por el culo a Ivan, José dejó de tocársela y impidió que lo hiciese el muchacho al pretender sobársela por su cuenta.
Pero era demasiado difícil poder contenerse teniendo a una criatura tan deliciosa y apetecible sobre las piernas y el amo lo levantó y lo agarró por detrás sujetándole las caderas.

Y Jar, ensimismado en la follada de los otros dos, notó un delicioso y húmedo gusto en el esfínter que instintivamente le sugirió que se inclinase hacia delante y se abriese lo más posible para gozar de algo suave y mojado que le entraba y salía por el ano.

José tenía la nariz empotrada en la raja del culo del chaval y le metía la lengua cada vez más a fondo, apretando contra su cara los glúteos de crío.

Y se volvió a correr el potrillo antes de que lo hiciesen los dos que follaban a destajo por orden de su señor.

Y ahora sí que fue un mar de lágrimas su llanto porque ya entendía que es lo que deseaba hacerle su amo y no podía dejar sin leche los huevos si él no se lo ordenaba.

Raúl siguió dándole caña a Ivan, a pesar de los lloros y lamentos del chico pidiendo más perdón a su amo, y cuando ya se había ido la leche de la perra al suelo, la preñó con tres andanadas de semen que le produjeron un fuerte retortijón de barriga y tuvo que ir al retrete corriendo.

 Raúl se quedó mirando al amo, temiendo su reacción contra el potrillo, pero José tuvo mucha paciencia y no quiso violar a una pieza tan preciosa ni tan tierna.

Así que le dio más mimos y le apoyó la cabeza en su pecho para que lagrimease a gusto el muchacho, que parecía que le almidonaran la polla porque ni con la segunda lechada se le bajaba un palmo.

La verga del amo estallaba de lívido y tensión, pero no quiso satisfacerse de cualquier modo.


Esa tarde su semen tenía que ser para el potrillo y quería reservarlo en sus cojones bien calentito.

9/26/2012

Capítulo 43 / El tiempo


Cuando se vive a gusto, los días y los meses vuelan y pronto te das cuenta que han pasado demasiado deprisa y no te percatas que a tu alrededor cambian las cosas y lo seres de tu entorno también crecen y se hacen algo más grandes y fuertes, tanto por sus músculos como por su espíritu recio y disciplinado.


Y eso era lo que José recapacitaba sentado en el porche de su casa mientras Raúl descansaba tumbado a sus pies y Dani, incansable, seguía ordenando papeles y cuadrando cuentas, puesto que era quién se ocupaba de la mayoría de los asuntos relacionados con la administración del negocio de su amo.

Ya era primavera y a media tarde el jardín era una fiesta de perfumes y trinos de pájaros, que en vano intentaba boicotear desde lejos el ladrido de algún perro de los alrededores de la finca.
Entre semana todo era tranquilidad y José disfrutaba la calma y el sereno aislamiento en medio del campo con sus esclavos y protegido por el tupido bosque que privaba de miradas indiscretas su propiedad.

Aún era miércoles, pero el viernes por la tarde empezarían a llegar los clientes para gozar de sus propios esclavos o usar alguno de los que les procuraba José para darles tales servicios.
También podía darse el caso de que un hombre acaudalado quisiese ser sometido por un macho y para esas eventualidades José disponía de una lista de dominantes que diesen servicio a los visitantes de la casa, tan nutrida como la de sumisos para deleitar al amo más exigente.

 Unos y otros llegarían entre el viernes y el sábado, para permanecer hasta el domingo o el lunes, alojados en la finca conforme al rol que buscasen o como deseasen pasar un fin de semana usando esclavos o, por el contrario, siendo sometidos por amos experimentados según lo acordado de antemano.
 
El negocio funcionaba mejor de lo previsto y las cuentas bancarias de José se inflaban sin cesar semana tras semana.
Era lógico que así fuese, dado que el costo de la mano de obra se limitaba a su alimentación y mantenimiento de la salud para que fueses más productivos y eficaces.
Por tanto los gastos de explotación se reducían mucho y los precios de los servicios prestados eran carísimos.
La rentabilidad del hotel era muy alta aunque sólo hubiese diez alojamientos, lujosamente decorados y totalmente diferentes unos de otros, compuestos por un buen dormitorio, una gran sala y un espléndido baño.

Había también zonas comunes, tales como salones de estar y juegos de mesa y billar, biblioteca, baño de vapor, sauna, spa, gimnasio, masajistas, cabinas bronceadoras y un amplio etcétera.

En los sótanos del palacete se construyeron mazmorras y perreras para los animales humanos que trajesen los clientes y no quisiesen tenerlos en sus habitaciones.


Y también se prepararon diferentes cámaras de tortura y se excavó un gran sótano que se acondicionó y decoró para sala de subastas, otras ceremonias y orgías.

En el exterior se hicieron pistas de tenis, una piscina que parecía un lago, y hasta podían disponer de pistas para practicar diferentes deportes al aire libre o correr por los prados y el bosque que circundaba la mansión.
Los clientes aficionados a la equitación contaban con una estupenda yeguada para montar simplemente u organizar cacerías de zorro a la inglesa por la finca.
Pero persiguiendo a caballo a una zorra que huye a dos patas y no tiene un rabo largo y precioso de color fuego, sino unas nalgas estupendas y un agujero entre ellas capaz de albergar los rabos que quieran meterle.
Por supuesto también se la acosa con perros, que incluso la muerden para acorralarla, pero estos animales también se sostienen y corren veloces tan solo con las patas traseras y a todos se les enjaula el rabo para que no monten a la zorra e intenten preñarla antes de que lleguen los amos al galope.

Es un deporte de caballeros y el que antes se hace con la presa, tiene el privilegio de decidir su destino.
Y ese puede ser que la usen allí mismo los amos, como mejor les parezca, o dejársela a los perros para que la cubran y jueguen con ella ante la mirada complaciente de los señores.
Una u otra decisión suele depender de como se porte la zorra durante su caza.

La plantilla de esclavos propiedad de José destinados a los diversos servicios y tareas, ya fuesen de limpieza, cocina y demás oficios necesarios para temer todo al máximo nivel, era de treinta individuos entre dieciocho y cuarenta y cinco años, todos bien elegidos y adiestrados para el uso más adecuado según sus características y condiciones físicas.

A mayores estaban sus dos esclavos e Ivan, como ayudante de Dani en sus muchos quehaceres, y un potrillo mestizo, llamado Jar, que hacía dos años se lo regalara a José un cliente muy poderoso y rico, asiduo del establecimiento y siempre acompañado por un par de esclavos al menos, anillados por la nariz, que solía tenerlos unidos con una cadena como si fuesen una yunta de bueyes.

El joven había nacido de una pareja mixta de esclavos del señor y éste lo separó de su madre en cuanto lo destetó y lo mantuvo sin contacto ni conocimiento carnal de ningún tipo hasta que llegado a la adolescencia decidiese que hacer con la cría.
Y al cumplir los dieciséis años pensó que lo mejor era conservarlo intacto para venderlo o ofrecérselo a un amigo especial como regalo.


Y el distinguido con esa muestra de afecto por parte del gran señor, dueño del muchacho, fue José.
Y, hasta el momento, nunca había sido montado todavía, puesto que José consideraba que aún era demasiado joven para usarlo.
Así que desde entonces solamente estudiaba las materias indicadas por su nuevo amo y cepillaba los caballos de la yeguada, permaneciendo virgen y a salvo de cualquier otro macho o zorra que pretendiese tocarlo con intenciones sexuales.

 El chico llevaba puesto un cinturón de castidad, de plástico rígido y duro, que tapaba su ano sin penetrarlo y enjaulaba su pene tanto de día como por la noche.
Y cuya llave tenía José y sólo él lo liberaba cada tarde cuando iba a inspeccionar las caballerizas, con el fin de que defecase tranquilamente.
Y acto seguido lo ordeñaba para aliviarle la calentura permanente que padecía el crío, dándole a beber después la misma leche que le extraía para volver a reponerse así de la que manaba por su capullo.

Era un bonito ejemplar con buenas ancas y fuertes trancos y una cara guapa y sonriente, en cuyos ojos grandes y negros se leía el deseo de ser poseído por el amo que cada atardecer lo visitaba junto a los caballos y yeguas a quienes hablaba el muchacho mientras los acariciaba y les brillaba el pelo y las crines con sus cepillos.

Todos los esclavos descansaban en dormitorios comunes de cinco camas, con un baño único con duchas y letrinas, como el de un cuartel, dentro de unos galpones levantados cerca de la casona, pero disimulados tras una tupida hilera de arrayanes.
A excepción de Ivan que compartía con Jar un cuarto con baño en un anexo adosado al palacete y de acceso restringido, donde estaba la vivienda de José y sus dos esclavos, pero apartados de la habitación que compartían Dani y Raúl cuando uno o los dos no dormían con su amo durante toda la noche.
De este modo el crío estaba acompañado y no sentía tanta soledad aunque sólo fuese por la noche.
Y también Ivan tenía la misión expresa de vigilar al chico y advertir de su estado de salud tanto física como psíquica.

De todos modos Jar era un chaval alegre y simpático que se hacía querer por todos los de la casa, con la única salvedad de Dani, al que el chico le hacía la gracia justa para disimular ante el amo sus eternos celos y el temor a que su amo se encaprichase de más culos que el suyo y el de Raúl.
Sin embargo éste le había cogido mucho cariño al chavalillo y le daba golosinas cuando le era posible.

Pero para el otro, Jar suponía un peligro inminente cada día, cada mes y cada año que pasaba, porque tenía que llegar el momento en que el amo decidiese que hacer con el muchacho.
Y era una golosina demasiado apetitosa para privarse de probarla al menos, como hacía con otros esclavos sin mayores consecuencias.

Pero, en este caso, Dani estaba seguro que si José cataba a ese chiquillo, en la cama de su dueño habría otro más con el que compartir esa verga por la que perdían el sentido tanto Raúl como él.
Un culo más, supondría varios polvos y mamadas menos para él y el compañero con el que servía a su señor desde hacía algunos años.
Y los azotes ya los compartían con el crío porque al amo le encantaba el culo del chaval y a la mínima lo ponía sobre sus rodillas o lo enganchaba bajo un brazo y le atizaba una azotaina con su terrible mano derecha, que le dejaba el culo como una breva que con sólo tocarla se abre de madura por el calor del sol.

Luego el chiquillo no podía sentarse en horas y permanecía de pie llorando agarrado al cuello de uno de sus animales favoritos, que sin duda lo consolaban y comprendían el dolor y la pena del muchacho.
Y Jar, aunque le cayesen las lágrimas, agradecía que su amo le tocase y le dejase sentir el calor de su cuerpo viril pegado a su piel y notar como la polla de su dueño crecía al azotarlo, a pesar que la suya no pudiese vencer el rigor y rigidez de la jaula que la apresaba manteniéndola doblada hacia el suelo soltando baba.

Y de eso también era consciente Dani, puesto que cada tarde, al volver el amo de las cuadras, echaba mano de Raúl o de él y sin mediar palabra los doblaba en donde estuviesen y se la calzaba por el culo después de obligarles a lubricársela con la boca.
Les metía un polvo soberano, cargado de rabia por el autocontrol que le suponía no trincarle el culo a Jar de una puta vez y romperle el ano para siempre.
Que es lo que estaba deseando el dueño de cuanto había en la casa y se sentía jodido por no hacerlo hasta que el chico fuese más mayorcito y pudiese soportar el peso de un jinete de su envergadura, sin desfallecer con el primer aguijonazo de su terrible espuela.

Por el ojete del chaval todavía no había entrado ni su propio dedo meñique y José temía partirlo en dos en cuanto lo clavase a fondo con un potente puyazo como hacía con los otros esclavos.
Y por eso a Dani se le había pasado advertirle al amo que el crío ya cumpliera los dieciocho años hacía tres días y sus patas y cachas ya eran suficientemente fuertes como para aguantar una cabalgada sin silla y sin brida.
Es decir, a pelo como le gustaba a José.
Y era cierto que el muchacho ya era un hombre bien formado y con músculos definidos, bajo su fina piel tostada y sedosa, aunque, por su aspecto y cara de niño, siguiese pareciendo un tierno adolescente sin vello en la cara ni en otra parte del cuerpo que no fuese encima del pene.

El amo acariciaba la cabeza de Raúl, jugando con el pelo, y de pronto dijo: “Dani, No hay más novedades que tengas que decirme?”
“No, amo”, contestó el esclavo.
Y el amo añadió: “Acércate”.
Dani obedeció al instante y se puso de rodillas al lado de su amo como siempre hacía si su dueño estaba sentado.
Y sin más, éste le metió una bofetada en la cara que lo tumbó de lado.

El chico se arrugó y miró al suelo temiendo lo peor, pero el amo le gritó: “Mírame”.
Dani levanto la cara de nuevo y recibió otro guantazo en el otro lado que lo hizo tambalearse otra vez.
De inmediato el muchacho se puso a llorar pidiendo perdón y el amo añadió: “En mi mente llevo grabada la fecha del cumpleaños de Jar y el número de días, meses y años que quise esperar para estrenarlo... Ahora vuelve a tus ocupaciones y no pretendas pasarte de listo. Y vete acostumbrándote a la idea de convivir con el muchacho del mismo modo que con este fiel esclavo que tengo a mis pies... Raúl, esta tarde me apetece cabalgar un rato. Ve delante y agarra por la brida al potro hasta que vaya a la cuadra a usarlo”.
“Amo, prefieres que te lo traiga?”, preguntó Raúl.
“No. Voy yo allí. Me gusta dar ese paseo todas las tardes. Los dos sabéis que me abre el apetito y vuelvo con nuevas fuerzas y necesitado de un potente desahogo... No es verdad, Dani?”
“Sí, amo”, respondió el afligido esclavo.
Y sus dedos se trabucaron sobre el teclado del ordenador al notar los de su dueño en su cuello y los labios que le besaban despacio la mejillas, justo donde antes recibiera dos hostiazos.
Y José le dijo al oído: “Eres una perra muy celosa y golosa. Pero aún no te has dado cuenta que siempre tendrás una parte de pastel más grande que los demás? Sé por que lo haces y cuanto me adoras. Mejor dicho, cuanto me amas. Y yo a ti, mi pequeño soldado. También amo a Raúl y eso lo entiendes. Y además he probado a todos los esclavos de esta casa y a más de uno varias veces y siempre te ha dejado frío tanto verlo como saberlo, ya que un esclavo no es quien para importarle donde la meta su amo. Y tú sólo eres eso. Un puto esclavo de mi propiedad. Y en cambio este potrillo si te altera y hace que tus celos y temores se disparen y pierdas los papeles y te salgas de madre. Y, lógicamente, tengo que zurrarte y castigarte... Por esta vez sólo te he dado unos bofetones, pero si vuelves a cabrearme te muelo a palos y te encierro en un sótano hasta que el miedo haga que te arrastres por el suelo como un gusano... Dani, tú siempre serás especial para mí... Ten presente eso y no dudes de ti mismo jamás, porque no hay motivo para ello. Aunque monte al potrillo ahora, esta noche también te cubriré a ti y dormirás conmigo. Bésame en la boca y no llores más”.
“Te quiero, mi amo”, dijo el esclavo.

9/23/2012

Capítulo 42 / El cambio


En el lugar y el momento menos esperado, la vida de José y sus dos esclavos iba a cambiar radicalmente.
Un día, yendo a visitar a un amigo del general, que conocía desde hacía años y vivía en una casona solariega rodeada de unos cientos de hectáreas de bosque y prados, aislada de otras casas y ojos incómodos, el propietario sugirió la posibilidad de vender el palacete y en principio la idea de adquirirlo interesó a José y poco a poco le sedujo el proyecto de montar un negocio en ella.
El dueño de la finca no tenía familia y lo atendían un matrimonio ya mayor, que le servían desde hacía años, pero cada vez era más complicado encontrar gente para realizar las labores en el campo y el hombre ya no tenía paciencia para bregar con mozos y trabajadores que cuidasen la casa y sus tierras.
Y charlando de mil cosas sobre ellos y otros amigos comunes, surgió el asunto casi sin darse cuenta, pero que a José le iba a calar profundamente como medio para resolver el dilema de su vida.

El amigo de José quería irse a vivir a la ciudad, pero temía abandonar esa casa, puesto que creía que era condenarla a una ruina lenta e imparable.
Por otra parte, aún marchándose del predio, se necesitaba gente para cuidarlo y atender tanta extensión de terreno y las dependencias anexas.
Sin contar el dinero y dedicación que requería todo aquello para no convertirse en una selva impenetrable.
Así que o continuaba viviendo en ella o la vendía.

José no sabía el precio que pudiera pedirle su amigo, pero aún disponiendo de dinero suficiente para adquirirla, debía dedicarla a algo productivo, ya que sólo la conservaría quitándole la rentabilidad necesaria para sostenerla en condiciones óptimas de uso para su disfrute.
Eso le hizo poner las neuronas en marcha y pensó rápido, procesando datos a toda velocidad, para vislumbrar la salida a la situación personal en que se hallaba y procurar un futuro próspero tanto para él como para sus dos esclavos.
Ya que, tras la visita que inesperadamente le hiciera al general apenas dos meses antes, durante unos días de permiso que se había cogido el capitán, ambos aclararon la cosas respecto a la relación que habían mantenido hasta que todo se había trastocado con la entrada en escena de los dos esclavos adquiridos por José, incitado por el propio general, y que desde entonces le servían fielmente como asistentes, criados y putas.

La vuelta atrás era imposible para José, que ya no podría prescindir ni de sus esclavos ni de la dominación sexual y absoluta sobre otro hombre.
Así que entre Alfonso y él sólo cabía mantener el afecto y el cariño que los unía desde años atrás, comprendiéndose mutuamente, pero ya sin la relación sexual como amantes.

Realmente, desde que se conocieron en la Academia Militar, siendo José tan sólo un cadete de diecisiete años, Alfonso había sido para el chico una persona muy especial, dado que los dos se consideraban mutuamente como su única familia.
Incluso José era el heredero legal del general, aunque él ignoraba que al quedar viudo Alfonso, testase a su favor dejándole como beneficiario de todo su considerable patrimonio.

El general amaba a José más que a nadie e incluso llegó a pedirle que lo aceptase como esclavo para mantenerlo a su lado, como pretendía el capitán, pero ya era tarde cuando lo hizo, porque José se había dado cuenta de que al general lo quería, pero de quienes estaba enamorado era de sus dos jóvenes esclavos.
Y el amor y la atracción sexual por los dos chicos era mucho más fuerte que todo y se anteponía a cualquier otro afecto.

Después que José dejó de ser el amante de Alfonso, decidió dejar el ejercito con su esclavo Raúl y esa finca era la ocasión ideal para hacerlo y realizar un proyecto beneficioso tanto para él como para sus dos muchachos.
Puesto que Dani ya no era soldado y se dedicaba a estudiar con ahínco informática y otras materias útiles para servir a su amo.
Y los tres sacarían adelante cuanto a José se le ocurriese hacer, tanto en el presente inmediato como en un futuro más lejano.

Y ambos chavales siempre estarían a sus plantas para adorarlo y cumplir sus deseos como los mejores y más fieles esclavos que pueda desear y poseer un amo.

 De pronto a José se le encendió la bombilla de la imaginación y lo tuvo claro.
Apretó los dientes, cerrando los puños, y tomó la decisión más importante de su vida.
Se quedaba con la finca y negociaría la compra con su amigo para estipular un precio aceptable para los dos.

Tras una larga negociación en buen tono, acordaron una cantidad, que José iría pagándole a su amigo como una renta vitalicia mientras éste viviese, revisable anualmente, por supuesto, además de permutar como parte del precio un piso que el capitán había heredado de sus padres en esa ciudad y que llevaba cerrado muchos años sin uso alguno.

Ya tenía resuelta la compra de la finca, pero quedaba pendiente la manera de obtener los fondos necesarios para poder realizar sus planes.
Eso llevaría su tiempo y tenía que estar seguro de conseguirlo antes de cerrar el trato con su amigo.
Fijaron otra reunión en un plazo de quince días y el capitán se fue con sus esclavos dándole vueltas a todo el planteamiento que iba tomando cuerpo en su cabeza.

Los dos muchachos veían al amo preocupado y absorto en sus pensamientos y entraron en casa sin que les dijese ni una palabra durante todo el trayecto.
Así que ellos no iban a ser quienes rompiesen el silencio y mantuvieron cerrado el pico por si acaso les caían unas hostias en vez de palabras solamente.
Pero fue el amo quien habló y les contó lo que maquinaba.
Ellos se miraron uno al otro y al tiempo vieron otra vez al amo y al unísono dijeron: “Sí, Amo, que tenemos que hacer?”


 Y José les dijo: “Desnudaros y acercar el culo que pienso mejor sobando vuestras cachas... Dani echate sobre mis piernas para palparte las nalgas y tú, Raúl dóblate hacia delante y ábrete de patas para ver como te meto los dedos por el ojete... Así me relajo y tengo las ideas más claras... Por el momento es todo lo que haré con vosotros”.
“Sí, amo”, volvieron a decir los chicos entregándole el culo a su dueño.
Así permanecieron una hora y de repente José exclamó: “Ya casi tengo la solución. Sólo queda perfilar algunos detalles... Levántate, Dani”.

Sacó los dedos del culo de Raúl y le atizó una sonora palmada en una cacha y añadió: “Vete delante a mi cama y echate de bruces y espera que vaya a follarte... Y tú, Dani siéntate en mi verga que voy a darle un aperitivo contigo”.
Y agarró al chico y lo clavó por el culo sentándolo sobre sus muslos como si fuese un muñeco inanimado.

Ese sólo sería el primer polvo que le metería, porque después de calzársela a Raúl sobre la cama, pensaba joderlo otra vez a cuatro patas.
Darle por el culo a sus esclavos también le ayudaba a tener mejores ideas y ocurrencias sobre cualquier problema que le preocupase.
En esa tarde y parte de la noche le entraron tres polvazos a cada uno de sus dos esclavos.
Con sus pausas correspondientes para recargar los cojones, naturalmente.

El proyecto debía empezar con la planificación y realización de las obras de adaptación de la casa y otras construcciones necesarias para instalar y poner en marcha un particular hotel para amos adinerados, en donde pudiesen gozar abusando de seres inferiores, tanto siervos como perros esclavos que les sirviesen de putas o potros para montarlos y usarlos como les diese la gana a sus dueños reales u ocasionales, si solicitaban que se les facilitasen sumisos para ello.
O, también, ser sometidos sin contemplaciones por machos dominantes, según los gustos y perversiones del cliente.
Los servicios necesarios para complacer al cliente sólo serían cuestión de más o menos precio.

El negocio se basaba en ofrecer un lugar de lujo para el deleite de sibaritas dominantes o sumisos, con sus respectivos esclavos o machos, cuyo precio de estancia y servicios sería caro, pero la discreción y seguridad se garantizaban a los clientes.
Lo cual atraería a una clase adinerada, compuesta por ricos hombres de negocios o acaudalados y ociosos rentistas que no reparan en gastos a la hora de procurarse vicio y placeres.

Se incluiría también un mercado de esclavos, del que José obtendría una comisión sobre el precio de las ventas, que sólo se realizaría en ocasiones puntuales, previa rigurosa invitación muy selectiva y minucioso examen y control de calidad de la mercancía objeto de transacción.
En definitiva se trataba de un suntuoso reducto exclusivo para amos y esclavos gays de alto estanding, donde poder practicar libremente sus fantasías y adicciones sexuales de dominación y sometimiento sin escándalos ni riesgos de ningún tipo.

Pero para poner en marcha todo eso no sólo era preciso un trabajo intenso, cosa que a José no le asustaba, sino también necesitaría mucho dinero para montar el negocio y realizar las obras necesarias en el inmueble y acondicionar convenientemente gran parte de la finca.
Y todo su patrimonio no era suficiente para tanto gasto. Así que tendría que recurrir a un banco que le prestase los cuartos, avalando el crédito con la propia finca.

Pero al comentarle sus propósitos al general, éste volvió a facilitarle las cosas ofreciéndole el dinero suficiente para ello.
José en principio no quiso aceptarlo, pero Alfonso le confesó que era el beneficiario de su testamento y que solamente le adelantaría una parte de lo que iba a ser suyo al recibir la herencia.

Y este era el mejor momento, puesto que lo necesitaba y le parecía una idea estupenda el negocio que se proponía explotar.
Después de terquedades y escrúpulos propios de José para admitir y aceptar la voluntad y deseo de Alfonso, terminó la discusión entre ellos con un fuerte abrazo y el capitán accedió con la condición de que el general tuviese una habitación permanente en el hotel y disfrutase de todo ello a su modo, ya que precisamente el tipo de actividades que tendrían lugar allí se prestaban y se adaptaban a sus gustos y deseos sexuales.

Además nunca le faltaría ni el espectáculo de ver usar a seres inferiores por su amos, ni el rabo de un buen macho para que lo follase o pudiese hartarse mamando pollas si así lo prefería.

Si alguien tendría un trato de privilegio en el hotel y en cualquiera de sus servicios, sería el general.
Aunque eso no supusiese que los dos esclavos de José estuviesen a su alcance ni al de cualquier otro por muy poderoso, rico o distinguido que fuese el individuo en cuestión.

Dani y Raúl siempre estarían a la exclusiva disposición de su amo para cuanto desease hacer con ellos.
Y ese estatus de privacidad sólo se le aplicaría a los dos muchachos, ya que lógicamente José tendría que adquirir más esclavos para que le sirviesen y le fuesen útiles en su negocio.

Y el primero en aumentar la plantilla, sería el esclavo que su amo echara a la calle al cumplir treinta años, cuyo nombre era Ivan.


Era un buen ejemplar, hablaba dos idiomas y podía dar un buen rendimiento en muchas tareas y desde luego cualquier servicio sexual que solicitase un cliente.

Ahora todo era cuestión de cerrar la compra y empezar por hacer los planos para las reformas del inmueble y la construcción de otras dependencias necesarias para los fines pretendidos por José con su negocio.

De entrada contaba con sus dos esclavos y el abandonado por su dueño sin el menor remordimiento ni reparo al echarlo a la puta calle.
Y por supuesto también tenía a los dos machos que le sirvieron para domar a Raúl y que eran expertos en esa tarea.
El resto de los esclavos necesarios, ya lo iría adquiriendo con calma y con buen tino para acertar en su elección.

La suerte estaba echada, puesto que, como Cesar, había cruzado su Rubicón.
Y arriesgar siempre fue cosa de valientes.

9/18/2012

Capítulo 41 / La Luna


Era una noche clara y serena y el amo quiso usar a sus esclavos al resplandor de la luna llena.
Desnudos en una amplia terraza, los chicos simulaban ser de metal bruñido, tirando a plata el más joven y el otro, el más fuerte, era como el titanio.
Los dos chicos acababan de lavarse el uno al otro y después, los dos juntos bañaron a su amo, enjabonándolo sin apretar su carne, casi rozándolo solamente con la espuma del jabón.
Los dos esclavos se turnaban para limpiar y enjuagar las partes del cuerpo de su dios como en una ceremonia de suprema adoración y postración ante el poderoso hacedor de su mundo que les permitía la existencia a su lado.

En silencio iban enjugando el cuerpo del amo absorbiendo la humedad con blancas toallas de hilo, besando cada parcela de piel para secar con los labios el menor resquicio de agua que pudiera quedar en ella.
De rodillas a los pies del amo terminaron el ritual pegando sus frentes al suelo aguardando con devoción el deseo de su señor.
Y saliendo a la terraza, bajo el brillo de la luna, el amo hablo despacio y serenamente y les ordenó volver a empezar el rito.

Pero ahora quería ser bañado con la saliva de sus esclavos y que sólo tocasen su piel con la lengua.
Tenían que volver a recorrer el cuerpo adorado de su dueño, por delante y por detrás, desde los pies a la cabeza, acariciándolo nada más y profundizando en sus cavidades y recodos para una mayor limpieza de la potente anatomía de aquel ser superior que los dominaba cono sólo mirarlos desde lo alto de su grandiosa dignidad.

Ambos esclavos querían atender los genitales de su amo, pero éste ordenó que lo hiciese Dani y que Raúl se centrase en la raja del culo y el ano de su señor.
Dani, en la profundidad de su alma, lo consideró un privilegio y un regalo que su amo le hacía por haberle dado tanto placer con el culo esa tarde y sonrió satisfecho mirando a su compañero, que no quiso ni dirigirle una mirada para no mostrarle la envidia que sentía por no ser él quien dedicase sus cuidados a los cojones y a la verga de su amado dueño.

 
Hubieran seguido toda la noche y el día entero si el amo no les dijese que ya era suficiente y que se dispusiesen a servirlo de otro manera.
Ellos se postraron nuevamente besando el suelo ante el imponente amo y éste levantó a Raúl del suelo y le ordenó que poniéndose frente a Dani, le sujetase la cabeza entre sus muslos, a modo de yugo, y le cruzase las manos a la espalda agarrándolas con fuerza para que el crío no se menease.

Raúl se convirtió para Dani en un cepo de carne y hueso y el chaval, de rodillas estaba sujeto como una res para que la herrasen.
 Pero no era para eso, sino para sustituir el castigo de azotes por otro mucho más doloroso para el chico.
El amo le dijo a Raúl que le separase las nalgas a Dani y dejase a la vista su esfínter.
Y con una vela encendida, el amo dejó que gotease la cera ardiendo por el borde del ano del chaval e incluso sobre la sonrosada mucosa de su interior, de tal modo y desde tan cerca que la fina piel y la tierna y rosada carne del chico se quemaba produciéndole un terrible dolor que intentaba paliar el muchacho con quejidos y ayes lastimeros.

Raúl miraba con horror como el agujero del culo de Dani se cubría de cera y al levantarla el amo para gotear más cera en el mismo sitio, lo veía enrojecido y como iba quedando en carne viva al levantarse la piel.

Después de sucesivas capas de cera, arrancadas al quedarse dura y reponiendo una nueva que quemase más el ojete del chaval, el amo retiró al última y clavó violentamente su verga en el llagado orificio obligando al esclavo a lanzar un alarido que hizo palidecer a la misma luna.

A Raúl le costó trabajo sujetar a Dani y tuvo que aplicar todo su fuerza para mantenerlo quieto mientras el amo lo penetraba hundiendo en el culo del muchacho su enorme polla, hinchada por la sangre que la hacía latir de excitación y lujuria desenfrenada.
Dani no sólo lloraba sino que le salían los mocos por la nariz y el dolor era tan intenso que su mente se defendía intentando perder el conocimiento y evitar el sufrimiento que recorría el sistema nervioso del chico dese el ano al cerebro, volviendo en rugidos desesperados el murmullo de las olas sobre la playa.

Dani no podría describir que era más fuerte si el dolor de su carne quemada o el duro roce del recio cipote del amo dentro de su recto, rascando continuamente el esfínter desollado y en carne viva del chaval.
Su cuerpo era un escalofrío indefinido que no cesaba de electrizar su médula espinal dejándolo sin resuello y ahogándole de puro dolor sus gritos en la garganta.

El amo seguía jodiendo al esclavo como un toro encelado que enviste ciego buscando herir la osada figura que le provoca.
Y el crío, aún en su martirio, estaba excitado y su pene segregaba precum goteando sin parar sobre el terrazo.
Raúl miraba la cara del José con los ojos desorbitados y se asustaba al verla con el gesto duro y los ojos encendidos de lascivia y ansia por lastimar y hacer padecer a Dani, como si el creciente aguijonazo de dolor del esclavo le sirviese al amo para incrementar el éxtasis y la intensidad de su orgasmo.

Y Raúl notó también que su polla se endurecía y sus huevos se llenaban de semen reclamando soltarlo, pero ni podía tocársela, ni se atrevería nunca a ofender a su dios sólo con pensar en gozar un ápice viendo el placer que le provocaba a su dueño el sufrimiento que Dani aguantaba dolorosamente excitado al ser usado por su amo.

La polla de José perforaba el culo de Dani, calándolo hasta el fondo como se hace con un melón para saber si está maduro.
Pero la exquisita fruta que deleitaba José estaba en su punto, puesto que previamente la había flambeado convenientemente para darle mejor gusto a su refinado paladar.
Y eso logró un estrepitoso y glorioso orgasmo del amo que eyaculó dentro de su esclavo colmándole el vientre con unos chorros de leche caliente y de gran cuerpo y consistencia.

Las chorras de los dos esclavos babeaban al unísono, pero ninguno osó permitirse el lujo de correrse ni antes ni con el amo, por si les caían unas hostias de las que hacen historia y se recuerdan de por vida.
El amo sacó del culo del esclavo su cipote aún gordo y tieso y le ordenó al otro siervo que se la clavase con la misma violencia que lo había hecho él.
Para lo cual fue el amo quien apresó la cabeza de Dani entre sus piernas y le separó otra vez los glúteos para que Raúl lo follase con todas las ganas con que normalmente un chaval, que aún no ha cumplido los veinte, le endiña un polvo a otro, cuyo culo lo pone burro, cuando tiene los cojones a punto de estallar y le babea el capullo como un grifo mal cerrado.

Dani resistió peor al embestida de Raúl puesto que su ano ya estaba muy dañado y su cuerpo no era ya el objeto del placer para su amo, lo que hizo que su pene perdiese su dureza y declinase hasta apuntar al suelo con el capullo.
Su dueño no gozaba con su sacrificio ya que sólo lo castigaba a seguir sufriendo el dolor de otra polla que le destrozaba más todavía el ojo del culo y la entrada del recto. Pero no rechistó ni se quejó y Raúl le metió caña con su tranca hasta que también le dejó repletas de semen las tripas, chorreándolo luego por el sangrante agujero abierto y vacío de otra cosa que no fuese esperma.

El amo esperó a que el cuerpo de Dani soltase todo la savia que le habían metido, y le mandó a Raúl que limpiase el culo del chico con cuidado. José lo tomó en sus brazos y lo acostó sobre la cama boca a bajo, separándole las piernas despacio, y él mismo le aplicó suavemente pomada en el esfínter para aliviar y desinfectar la quemadura.

Y le dijo: “Nuca vuelvas a intentar provocarme para usarte cuando temas que puedo desear metérsela a otro. Si no follé al mulato es porque no me apetecía hacerlo y tus artes de zorra no han sido las que lograron que no se la clavase en el culo”.

A Dani apenas le salía la voz, pero suplicó el perdón a su amo, aún pensando que si volviese a verse en el mismo trance, haría lo mismo para que su dios no usase otros culos que los de sus esclavos.

Entonces Raúl pidió permiso a su dueño para hablar y éste se lo concedió: “Amo, perdona por atreverme a decirte que Dani es más valiente que yo porque, sabiendo que podrías castigarle, luchó contra el mulato para atraerte y lograr que nosotros seamos quienes te sirvan, sobre todo como tus putas para complacer y satisfacer tu sexo. Yo hubiese querido hacer lo mismo pero no me atreví por miedo a enfadarte y al castigo que hubiese recibido por ello. Pero envidio a Dani por lo que hizo y merezco el mismo castigo que él aunque te suplico perdón tan sólo por pensarlo y desearlo”.

José miró a sus esclavos y añadió: “Tengo en cuenta lo que dices, Raúl, y por eso el castigo de Dani no ha sido más cruel. Y a ti te azotaré no por desear lo mismo, sino por no hacer lo que tu corazón te gritaba, más cuando el amor a tu amo debió darte el valor necesario para tener más arrojo en la lucha. Te daré cincuenta correazos en el culo antes de dormir”.
“Gracias amo”, respondió el chico.
Y el amo prosiguió diciendo: “Si sois mis esclavos es porque a parte de gustarme y atraerme vuestro cuerpo os quiero y por eso soy vuestro dueño y me pertenecéis, pero no como simples objetos sino como dos seres que son parte inseparable de mi propia vida. Dani, te dije que te azotaría por zorra, pero eso no da resultado contigo. A ti te duele el miedo a la soledad y te hace sufrir el desapego de tu amo. Pero ese es un castigo demasiado severo para la falta cometida esta vez. Y si una zurra hubiese sido un premio para ti, follarte con el ano quemado y herido fue un martirio aunque al hacértelo yo, eso te excitase casi hasta llegar a correrte motivado por tu orgasmo mental. Pero ya no se te puso dura al darte por el culo Raúl y esa fue la verdadera penitencia a tu descaro y tu puterío. Seguro que durante la noche te empalmarás recordándolo dormido y me mancharás de leche, pero no importa porque también es mía. Dani, te quiero demasiado para dañarte sin que a mí mismo me duela también, pero lo haré siempre que sea necesario... Y ahora ponte en pie y sujeta las manos de Raúl para brearle el culo con la correa”.


Dani agarró por ambas manos al otro esclavo y éste se dobló ofreciendo las nalgas a su amo para que descargase con toda su fuerza los correazos que merecía y que soportó sin un quejido ni el menor movimiento para zafarse de uno solo de los zurriagazos que le atizaba.

Al terminar de zurrar al esclavo, el amo también le untó las nalgas con bálsamo y dijo: “Vamos a dormir los tres juntos y os abrazaré y besaré hasta que el dolor se alivie y nos deje dormir... Y tú, Dani, besa a tu compañero y pensar en que siempre que lo merezcáis os alcanzará un castigo a vuestra medida”.

Los tres se acosaron, situándose los esclavos a cada lado de su amo, y José susurró: “Arrímate más a mi, Raúl, que quiero sentiros muy cerca esta noche en la que la luna es tan hermosa y su luz os hace aún más bellos”.

 La calma siempre sigue al mal viento y con ella los dos esclavos quedaron tranquilos aferrados al cuerpo de su amo y protegidos por su comprensión y su amor.
El rumor del mar los adormecía y los refrescaba la ligera brisa que entraba en el cuarto soplada por la luna.

9/15/2012

Capítulo 40 / El Sol


Edu, desnudo boca abajo sobre una toalla enorme que no llegaba a ocupar todo su cuerpo, arqueaba ligeramente el abdomen para alzar un poco el culo, remarcando con el brillo del sol sobre su piel mojada la redondez exultante de sus nalgas.


Se le iba la vista de reojo hacia el pene de Raúl, que tan bien lo había follado antes de tomar el postre su amo, y tampoco olvidaba el portentoso cipote de José, que aunque aún no lo había probado ni por la boca ni por le ano, éste se le hacía burbujas de gaseosa imaginando como sería la entrada de toda esa cacho polla dentro de su cuerpo y sentir como se movía con tanta fuerza y violencia como lo había hecho con Dani sentado en ella.

Su amo no estaba mal dotado, pero no tenía un rabo comparable al de ese otro amo y al de su musculoso esclavo, que sí había catado hasta perder la respiración y nublársele la vista sobre el mantel.

El mulato desplegaba sus encantos y Dani no le sacaba ojo de encima.
Y no porque le atrajese el muchacho, sino para vigilarlo y marcarlo de cerca si fuese necesario.
Incluso José le preguntó. “Es que acaso te gusta su culo?”
“No, amo. Lo que no me gustan es su manera de lucirlo para provocar a Raúl y atraerte a ti”, respondió el chico.
José se rió y le dijo fingiendo asombro: “Estás celoso? Tienes miedo que deje tu culo por el suyo? O tampoco te agrada que se lo folle Raúl?”
Dani se puso algo colorado y contestó: “No es eso, amo... Si tú quieres Raúl lo folla, que para eso eres el amo.
O si su amo te lo cede y te gusta ese mulato, se la meterás si lo deseas y ni él ni nosotros dos, que somos tuyos, podemos abrir la boca si no es para mamarte la verga... Pero me da rabia que sea tan zorra e intente seducir a un macho sin que se lo ordene ni permita su dueño”.
Y José le reprendió: “Eso a ti ni te importa ni eres quien para juzgar a ese otro esclavo y menos lo que le deje o no le deje hacer su amo... Aunque sé que no es el castigo más apropiado para ti, cuando estemos en la casa de mi amigo te voy a poner el culo como un brasero. Y ya sabes lo que duelen los azotes con mi mano abierta para cubrirte bien la nalga con ella y dejarte las dos igual de doloridas y encarnadas”.

El chaval miró la arena y contestó bajito: “Perdón, amo... Sé que no debo decir esas cosas... Te pido perdón otra vez, amo. Tener celos del amo no es propio de un esclavo. Perdóname, amo”.
Pero aún en tono más bajo, que no pudo escucharlo su amo, añadió: “Pero a zorra no me gana nadie. Y menos esa puta mulata de los cojones. Ya veremos de que culo te encoñas después y más si me lo breas con toda tu mala hostia y lo dejas ardiendo como a ti te gusta follármelo... Como me llamo Dani, que desde que me zurres hasta que te duermas esta noche me das por el culo tres veces por lo menos. Y conque le des una vez más a Raúl, a ver que leche te va a quedar en los huevos para malgastarla con esa puta... Será una perra muy ardiente, pero no va a probar la tranca de mi amo ni por la punta del capullo, la muy guarra! Que se meta un nabo de huerta si no le basta la picha de su amo a esa puta!”
Y de inmediato e instintivamente, el muchacho empezó a segregar feromonas y a expandir por el ano la fuerza de su atracción que pronto embotó el olfato de su amo y de Raúl.



Y hasta el del otro amo que se acercó a su esclavo para sobarlo y morderle las orejas, metiéndole tres dedos por el ojo del culo.
Y no hizo falta mucho para que lo montase allí mismo aplastando su lascivia contra la arena.
A Raúl, tendido al sol panza arriba, el glande le alcanzaba el ombligo y todo el cipote le latía nervioso, acumulándose en su miembro la sangre caliente del chico.
A la belleza de su cuerpo desnudo sobre la arena, se unía la hermosura de su verga en plena expansión de su potencia.

José también se tumbó más cerca de Dani y le dijo: “Eres muy puta y no hay ninguna zorra que sepa mejor como atraer a un macho... Te has ganado un polvazo de esos que te dejan el culo para el arrastre, pero que son los que más nos gustan a los dos... Ven... No quiero que a Raúl le estalle la polla y los cojones. Sería una lástima, no crees, perra?”
 “Sí, amo”, se limitó a decir el chaval, que ya iba a lograr el primer polvo sin que aún le diese su amo el castigo prometido.
O quizás pensaba dárselo ahora también, a la par que romperle el culo con su tranca ya en ristre para ensartarlo bajo el calor del sol.

José casi arrastró a Dani y en una hondonada entre las dunas lo puso a cuatro patas en un trozo de sombra.
Se sacudió las arenas de su verga y las del ojete del chico, pero se la hizo chupar para que no quedase ni un solo grano que pudiese rozar el recto del chaval.
Luego le puso abundante saliva en el agujero del culo, con tres escupitajos que dieron de pleno en la diana, y se la encasquetó entera como se debe hacer cuando se cubre a una perra de buena raza.
Y para que el muchacho no se apartase ni un milímetro más de lo necesario al darle fuertes empellones, lo engancho con firmeza por las orejas y tiraba de ellas a modo de bridas para controlar mejor la monta.
Cuando el amo le llenó la barriga de leche, el crío ya se había corrido mucho antes en la arena, pero seguía abriendo el culo y jadeando como una zorra para que su amo se la metiese más adentro y no le quedase duda que lo preñaba.

No lo zurró, por lo que todavía a Dani le esperaba lo mejor, como era recibir una formidable tunda en los glúteos, dada por la mano de su amo.
Y a continuación otra follada, haciéndole ver todos los astros de un nítido cielo en una noche de verano con el más ligero roce de los muslos de su dueño en sus nalgas sensibilizadas y ardientes por la paliza.
Y ese sólo sería el primero de los otros que esperaba recibir el muchacho, encelando a su amo para evitar que se le ocurriese gozar al mulato ni siquiera con el pensamiento.

Como mucho podría salir de su culo para meterse en el de Raúl, que eso estaba dentro del guión y era una leche que quedaba en casa.
Dani no era precisamente desprendido a la hora de desperdiciar el semen de José, o que éste lo repartiese en cuerpos ajenos a los de sus esclavos.
En eso era totalmente avaricioso y toda la savia de su amo la quería para él, aunque no le importaba repartirla con Raúl, que algunas veces le daba la suya, también muy rica, muy blanca y muy espesa y abundante.
Para Dani, después de la de su amo, no había otra leche tan buena como la de este chaval.
Si bien sabía que no tenía derecho alguno al ser sólo un puto esclavo, eso no le impedía intentar luchar por conservar en su provecho la leche de esas magníficas ubres, que eran los testículos de ambos machos.
Y si fuese necesario y le permitía su dueño hacerlo, hasta le arrancaría los ojos a la zorra que intentase arrebatársela.
 A no ser que su amo lo castigase dándosela a otro que no fuese Raúl.
Puesto que en ese caso solamente le quedaría la tristeza y el hambre en el alma por la falta de su principal alimento.

Al volver de nuevo José y Dani, Antonio ya dormitaba tendido al lado de su puta y Raúl conservaba todavía una calentura que escandalizaba al viento al rozar los hilos de baba que pingaban desde el capullo sobre al abdomen del chaval.
El esclavo estaba como una plancha sobre la que se friesen huevos.


Y si no pasó eso con los suyos fue porque tuvo la precaución de separar las patas y dejar que colgasen entre los muslos reposando sobre la arena.

El amo se echó encima suya y lo morreó jugando con la lengua del chico.
Y no fue necesario demasiado tiempo para que al deslizarse José hacia un costado del chaval, los dos estuviesen pringados con el esperma de Raúl.
Cosa que Dani aprovechó para lamerlos a los dos sin pedir permiso a su dueño.
José no le regañó y se rió con Raúl de su glotonería, diciendo: “Este puto cabrón es la hostia! Has visto alguna vez algo más vicioso que esta puta, Raúl? Sería feliz si lo alimentasen sólo de semen... Pero en realidad es una perra encantadora y no tenemos más remedio que quererla. No te parece?”
“Sí, amo. Dani cada día está más guapo y con mejor culo... Es imposible que no se ponga tiesa la polla al mirarle ese trasero, amo”, constató Raúl.
“Es verdad”, afirmó José.
 
Y añadió: “Esta noche te voy a dejar que lo folles después de que yo le de por el culo. Y en cuanto nos recuperemos se la metemos los dos juntos... Mañana se sienta en cuclillas por perra y provocarnos con ese olor que suelta por el culo la muy zorra... Y sólo va a descansar las asentaderas en los calcañares como si estuviese poniendo un huevo”.

A Dani todo aquella conversación de su amo con el otro esclavo le sonaba a música celestial y le auguraba una dulce noche pasando de polla a polla, hasta terminar relleno con las dos al mismo tiempo.
Qué más podía pedirle a la vida el chaval?
Uno de sus máximos placeres estaba dentro de su culo y esa noche tenía las dos mejores vergas del país sólo para él.

9/12/2012

Capítulo 39 / El amigo

 Había llegado la hora de comenzar a poner las cosas en orden y enderezar la vida de sus esclavos.
 Así que José gestionó la baja de Dani en el ejército y decidió que empezase estudios de informática al comenzar el curso, incluso de grado superior llegado el momento, puesto que estaba convencido de la valía del chaval, y mientras Raúl seguiría siendo militar un tiempo más y después ya pensaría su amo cual sería la mejor formación para que el chico le fuese más útil.
 Tenían un puente largo por delante, sin tener que ir al cuartel, y al amo se le ocurrió acercarse a la costa, a tomar el sol y bañarse, y lo mejor era pasar esos días en la casa de otro amigo, que había sido compañero suyo en el colegio y también era amo con un esclavo de su propiedad y una casa frente al mar y a dos pasos de la playa.

Antonio estaba encantado de albergar a su amigo y al bajar del coche José lo abrazó y el otro amo le ordenó a su esclavo Edu, que era un crío mulato tan joven como Dani y Raúl, que acompañase a los otros chicos al cuarto de invitados para dejar el equipaje del amo y que rápidamente bajasen al salón de la planta baja de la casa.

Al entrar los chicos en la amplia sala, los amos charlaban de cosas de sus años en el colegio y de los compañeros con los que se habían pajeado o incluso follado, pero al ver a sus esclavos, de pie y sin mover un músculo para no distraerlos ni molestarlos, sus dueños les dijeron que se acercasen y Antonio le mostró su propiedad a José, haciendo hincapié en el tono tostado de su piel y el culo respingón tan significativo de la mezcla de sangre africana del muchacho.

Le dijo que lo había traído de Brasil y que era ardiente como el sol y su sangre, como la cachaça de su tierra, llevaba el ritmo de la música por todo su cuerpo como si siempre estuviese bailando samba en el carnaval de Bahía.
José miró al chico con detenimiento y tuvo que reconocer que era muy guapo y tan fogoso que desnudo podría resultar irresistible.
Por lo que enseñaba, se apreciaba un cuerpo ágil y con musculatura de bailarín.
Antonio le aclaró que cuando lo trajo aún le faltaban un par de meses para cumplir dieciocho años, pero lo encontró callejeando y buscándose la vida como mejor podía y nada más verlo le gustó y se decidió a traérselo con él.

Llevaba con él un año y no se arrepentía en absoluto de haberlo aceptado como esclavo.
Era muy buen chico y cariñoso y respetuoso como si lo hubiesen criado desde que pequeño para servir en todo a un amo.
Y en el sexo no había palabras para describirlo.
Sólo probándolo era posible saber hasta que punto llegaba dando placer aquella criatura.
Antonio estaba convencido que ya naciera con el arte para ser follado dentro del culo, porque en cuanto le metía la polla lo trasportaba al mismísimo paraíso.

José no sólo veía al esclavo de su amigo, sino que también se fijaba en los suyos, atentos a lo que decía el amo del chaval.
Y especialmente se dio cuenta de las caras que ponían sus chicos en el instante que Antonio agarró la mano de José para que tocase el culo del mulato.

“Aprieta sin miedo... Pálpale las nalgas y verás que cosa más lasciva es el tacto de la carne de este precioso ejemplar... Qué te parece? A que es un muñeco para jugar con su culo hasta reventárselo?”, le dijo Antonio.
 Y José sólo soltó un monosílabo: “Sí”.
Pero luego añadió: “Los míos no están peor en cuanto a atractivo e incitación a la lujuria... Son dos cachorros que no me canso de usarlos y me acostumbré tanto a tenerlos siempre conmigo que ya no me hago sin ellos. Me sirven, hacen las labores de la casa, son mis asistentes en el cuartel y, además, el mejor par de zorras que he tenido nunca. Si fuese por ellos se la estaría clavando a todas horas. Son muy jóvenes y sus pelotas no paran de fabricar leche. Y o los ordeñas o te ponen todo perdido al andar babeándoles el pito por toda la casa... Y tampoco te voy a negar que nada más verlos se me pone dura y me crece. Y que si no me alivio las bolas se me pone un dolor que no lo soporto ni aguanto hasta que descargo en ellos... Mis necesidades sexuales siempre fueron grandes y por fortuna di con dos chavales que nunca se cansan de recibir verga por todas partes... son un par de viciosos, pero me mola que sean así y me tengan los huevos y el cipote tan bien cuidados”.

Antonio se fijó en los dos esclavos de José y admitió que al menos de aspecto no envidiaban en nada al suyo.
Y si además sudaban lascivia por los poros cuando el dueño los usaba como putas cachondas, se alegraba de la adquisición que había hecho su amigo con ellos.
Dani y Raúl cambiaron el gesto y la sonrisa volvió a sus labios al oír como se refería a ellos su dueño, pero miraban de soslayo al otro esclavo temerosos de que hechizase a José con sus enormes ojos negros, que abanicaba continuamente con unas largas y oscuras pestañas.
Les parecía como una pantera dispuesta a pegar el salto sobre su presa en cualquier momento y sin avisar ni siquiera con un ronroneo previo al ataque.
Aunque pronto pensaron que estando su amo cerca no se permitiría el lujo de intentar seducir al capitán.

Antonio no estaba nada mal y era atractivo, pero al lado de José dejaba mucho que desear, en opinión de sus dos esclavos. Y
 por si acaso se mantendrían en guardia por si el moreno se acercaba demasiado a José e intentaba atraerlo con alguna de sus tretas de zorra tropical.
No había puta suficientemente hábil como para engatusar a su amo, al menos estando ellos presentes.
Si a la muy perra no le bastaba una polla para saciarle el culo, que le diesen ajo y agua, que la de José seria para ellos si podían evitar que se antojase con Edu y el amo de éste se lo ofrecía en un gesto de hospitalidad.
Sabían que eso era una práctica extendida entre algunos amos que cedían a sus esclavos para agasajar a sus amigos, pero nunca habían visto que José lo aceptase ni mucho menos que los prestase a ellos para ser usados por otros como putas zorras.
A lo más que había llegado el capitán es a dejar que el general, que era su amante, viese como los follaba y, en el cuartel, sobase a Raúl y le chupase la polla.
Y realmente tampoco le importaba que el chico se lo follase o follase a otro esclavo a modo de espectáculo controlado por él.
Era un buen macho y lo cierto es que daba gusto verlo como usaba la polla partiendo un culo, además de lo bien que lo ponía él para que lo jodiese su amo.
Por donde rompió el asunto con el general y se desequilibró todo, fue porque el capitán no soportó más hacerlo del modo que quería su amante.
José quiso que fuese una relación compartida de otra manera y terminó deseando que también el general fuese otro de sus esclavos.
Y eso no lo había conseguido todavía.

Antonio había preparado una estupenda cena para su amigo y Edu preparó la mesa para los dos amos, ayudado por Dani y Raúl.
El mulato no comía en la mesa de su dueño y lo hacía en la cocina cuando su señor se lo permitía, una vez que le había servido y siempre que no le apeteciese al amo sobarlo y follarlo antes de dormir la siesta.

 La cena fue exquisita y regada con un buen vino que disparó los ánimos de ambos amos y les despertó la lujuria, si es que en algún momento la tenían dormida.
Por lo que, a la vista del cariz que tomaba la velada, los chicos se fueron haciendo a la idea de que esa noche no comerían otra cosa que no fuese polla, ya que estando ligeros de vientre y con el estómago vacío, prestarían mucho mejor servicio a sus respectivos dueños a la hora del postre.

Los esclavos ya habían atendido a la mesa desnudos, porque así lo sugirió Antonio, y mientras los dos señores comían, les tocaban el culo a los muchachos o jugaban con sus pollas y las pelotas, riéndose y brindando por lo primero que se les ocurría.

Hubo un momento algo tenso para Raúl porque el otro amo le agarró la verga, sopesándola, y dijo a su amigo: “Menudo carajo que tiene este puto! Te interesa cruzarlo con mi exótica zorra? Me encantaría ver como la monta con esta tranca!”

Se hizo un silencio y sin soltar el cipote del chico, Antonio continuó: “Me dejas que se la ponga dura?”
“Sí”, dijo José.
El otro amo acarició los huevos de Raúl con una mano y con la otra le amasó la polla, sin recatarse ni disimular para nada que aquel cacho de carne en forma de chorizo le estaba poniendo las feromonas en ebullición y su chorra se contenía malamente dentro de los pantalones.
El rubor de las mejillas de Raúl crecía al mismo ritmo que su verga aumentaba de tamaño y grosor con el magreo que le daba Antonio y pronto alcanzó el punto máximo de su esplendor, que dejó boquiabiertos al que lo masturbaba y a su esclavo.

A José le molestó en el fondo ver a su chico muerto de vergüenza por la forzada exhibición de su potencia viril, pero no intervino y dejó que su amigo se cebase toqueteando una carne que era suya y que su amigo no tenía derecho a catarla.
Pero le dijo al otro amo: “Además del calibre, da buena leche también. No tiene unos cojones demasiado grandes, pero fabrican semen en cantidad. A veces pienso que es un desperdicio no usarlo como macho, pero si le das la vuelta verás que pedazo de culo tiene ese chaval. Y dentro de sus culos es donde mi tranca está más a gusto... Porque no me negarás que el de este otro que tengo ahora a mi lado es una maravilla... Fíjate que textura tienen las nalgas! Y si te enseño su agujero te meas de gusto. Dóblate y separa las nalgas, Dani y enseña a mi amigo lo que guardas ahí para tu amo... Lo ves?  Meterla por este ojete es como entrar en un horno para esmaltar arcilla...Es la criatura más viciosa que he conocido jamás... Podría follarlo un regimiento entero y los haría gozar a todos sin desfallecer un instante ni cerrar las patas... Y sabe muy bien como debe estar preparado para que lo use su amo... Fíjate... Le metes un dedo entero dentro y sale más limpio de lo que entró.

 
Y si lo dudas acércate y huélelo... Todo él huele a sexo de la cabeza a los pies. Y también dentro del culo... No te importa que tome conmigo el postre sentado en mis rodillas, supongo?”

No... Creo que es una buena idea y mi esclavo también lo tomará clavado en mi polla”, respondió Antonio.
José se desabrochó la bragueta y sacó el trabuco cargado y apuntando al techo y sentó encima a Dani, calzándosela sin dejar nada fuera del chaval.
Antonio le dijo a Edu que se acercará para enhebrarlo también, pero José le sugirió: “No querías aparearlo con mi esclavo?  Pues ya que lo has puesto a tono ponle a a tu esclavo doblado sobre la mesa y que el mío se la endiñe y lo cubra como a una yegua. Está sano como está el tuyo y con un poco de suerte te lo deja preñado. Y luego, si quieres, rematas a tu esclavo follándotelo después que lo desmonte el mío. Pero creo que te lo dejará bien lleno de leche”.

Antonio puso a Edu encima de la mesa, abierto de patas y con el culo en pompa, y José le ordenó a Raúl que lo follase como si fuese Dani.
A tope y sin dejar que entrase el aire para que respirase el ano del mulato.
Raúl le metió un polvo de antología y efectivamente el culo del mulato rebosaba leche en cuanto el otro chico se la sacó.
Pero Antonio no remató a su esclavo porque ya se había corrido al ver como un espléndido garañón cubría a su puta.
José hizo que Dani secara sus pelotas y las suyas subiendo y bajando sin parar con la verga del amo dentro del culo.

Y una vez todos saciados y tranquilos, los amos tomaron café acompañado de una copa.
El resto de la noche fue tranquila y cada amo se dedicó a descansar, pero José prefirió tener cerca a sus dos esclavos y los metió en la cama con él para dormir juntos, tras un polvo a Raúl y antes de amanecer otra más a Dani.

Y por la mañana ya tomarían el sol en la playa y hasta se bañarían en el mar, antes de volver a casa de Antonio para follar de nuevo y continuar disfrutando esos días de descanso en la costa.

9/09/2012

Capítulo 38 / La luz


Los ojos de Dani se cerraron tan rápido como el primer haz de luz entró en el cuarto donde permanecía encerrado.
Tanto pudo haber estado allí un día entero como varios, ya que el solitario silencio a oscuras le hicieron perder la noción del tiempo y del espacio.
Raúl lo desató de la cadena y lo agarró fuerte de la mano para sacarlo a la claridad de una lámpara alumbrando el pasillo de la zona de servicio de la casa.


Y le dijo: “Espera aquí que voy a abrir la ventana y ventilar ese agujero que huele a rayos ahí dentro... Luego ya vendré a limpiarlo y a vaciar el orinal.
Ahora ve al baño y lávate bien para ver al amo.
No puedes ir así de sucio y con esa pinta tan mala.. Y no llores que ya pasó lo peor. Pero después de ducharte, ponte otra vez el collar por si acaso... El sólo me ordenó que te soltase y te sacase del cuarto y que te bañes para estar presentable, pero no dijo nada sobre el collar. Así que luego ve a la sala y llévalo puesto. Cuando estés listo avísame para acompañarte y no tardes demasiado. Sabes que el amo no es de los que le gusta que lo hagan esperar”.

Dani tenía los ojos húmedos y mantenía la aptitud propia de un perrillo apaleado, mirando al suelo y temblando como si tuviese el frío metido en los huesos.
Y alargó el brazo tras la mano de Raúl, resistiéndose a soltarse de ella.
Y musitó en voz baja a su compañero: “No te vayas... Ven conmigo... No quiero quedarme solo otra vez”.
Raúl se acercó más a él y le contestó: “Dani, no voy a dejarte ni estás solo... Estamos en la casa de nuestro amo y te espera... Pero iré al baño contigo y te ayudaré a ponerte guapo para que él te vea... Vamos... Verás como dentro de un momento ya estás feliz y sonríes otra vez”.

Los dos chicos entraron en el baño y se ducharon juntos para que a Raúl le fuese más fácil restregar bien a su compañero y dejarlo limpio y fresco para su amo.
Y no olvidó ponerlo de espaldas y meterle un chorro de agua por el culo, asegurando así la limpieza interior de Dani.
Después se secaron uno al otro y Raúl le puso a Dani otra vez el collar al cuello y lo cogió de la mano para ir a ver al amo.

José, sentado en su sillón, leía un libro en ese momento y no levantó la vista para ver a sus esclavos.
Ellos se detuvieron a unos pasos del amo y Dani miraba la punta de sus pies aguardando oír la voz de su dueño.
Y éste le dijo: “Acércate... Más... Más cerca”.
El chico obedeció pero aún no se aproximó lo bastante para estar al alcance de la mano de José.
Y éste volvió a decirle, mientras separaba las piernas: “Ven, arrímate a mí... Entre las piernas”.
El crío se metió en medio de los muslos de su amo y notó las manos de su señor en sus caderas.
Y José le dijo: “Tuviste miedo?”
“Sí, amo”, respondió el chico.
El amo le apretó la carne con los dedos y añadió: “Ahora ya no tienes por que tenerlo porque estás conmigo otra vez.. Así que no tiembles y mírame”.
Dani levantó los ojos y vio el perdón en los de su amo, pero le saltaron las lágrimas sin poder remediarlo.
José no quiso alargar más el castigo del muchacho y lo estrecho con la fuerza de sus poderosos brazos, pegando la cara al cuerpo del chaval, y le habló de nuevo: “Dani, crees que a mi no me duele también ese castigado? Si tú has sufrido, no imaginas lo que puede padecer yo por no ir a buscarte al poco de meterte en ese cuarto. Pero tuve que hacerlo y supongo que jamás vuelvas a confundir cuales son tus prioridades y que misión tienes en este mundo... Yo soy el único principio y fin de tu existencia... No lo olvides nunca. Sólo eres algo que me pertenece y nada más... Y no lagrimees, porque estando en mis brazos no tienes motivo para llorar... Desde que te encerré, hice el amor con Raúl para poder consolarnos los dos por tu ausencia.. Dani, te quiero demasiado para no besarte mil veces otra vez”.

Y el amo sujetó la cabeza de su esclavo y lo besó en la boca con más deseo y pasión que ternura.
José le hizo un gesto a Raúl para que se uniese a ellos y se besaron los tres.
Y dijo: “Vamos a repetir la noche de ayer, pero ahora también estará Dani con nosotros”.
Posó los brazos en los hombros de sus esclavos y los llevó a su cama para gozar con ellos sin tregua ni darles cuartel al par de jodidos niñatos que lo saciaban de placer.
Y al entrar en el dormitorio, añadió: “No habrá penumbra esta noche. Quiero luz para veros y apreciar el resplandor de las lámparas sobre vosotros. Quiero que no haya sombras que me oculten esos recodos tan sugestivo que tenéis los dos y que me pone muy caliente meter los dedos en ellos y saber que nada en vosotros supone un secreto para mí. Os conozco como si os hubiese fabricado a mi medida y gusto. Y voy a moldearos a mi antojo y dejar sólo la obra de arte, como hace el escultor que labra una bella figura quitándole al bloque de mármol lo que le sobra. Eso decía Miguel Angel y así hizo a su David... Y yo no esculpiré uno solamente. Estoy creando ya dos criaturas, a mi modo de ver perfectas. Un fornido mancebo, musculoso y recio, de color caliente y jugoso como una fruta salvaje, y otro joven esbelto y proporcionado, tierno de aspecto y, sin embargo, duro como la piedra que le da forma, que se vuelve dorado con los rayos del sol y la luna lo transforma en seda pálida y suave, pero que abrasa como el fuego cuando la tocas y se derrite en agua si lo aprietas contra el corazón... Esa es mi obra y así sois los dos”.

Los dos chicos miraban a su amo con la boca medio abierta y éste volvió a decir: “Pero de nada sirve la belleza de una obra de arte si no se le da uso.. y el mejor es follaros esas bocas atónitas y daros por el culo a los dos, que para eso os hice un agujero precioso entre las nalgas, además de poneros un buen rabo, con dos cojones, en la entrepierna. Al gran artista de Caprese no se le ocurrió eso, ya que sólo le hizo el pene y las bolas, pero a mi sí. Y eso que, según cuentan, también le gustaban los culos de guapos jovenzuelos. E incluso dicen que se follaba al modelo que posó para el David. Si es verdad, quiere decir que tenía buen gusto el italiano. Y si no es cierto, peor para él. Porque, si lo reprodujo tal cual era, el crío estaba buenísimo y tenía un culo precioso. Yo se la hubiese calzado, desde luego. Lo mismo que os voy a hacer a vosotros ahora mismo. Taladraros por detrás, para investigar si después del castigo de Dani habéis aprendido a limpiaros bien el recto y que mi verga se pasee a gusto y os riegue de esperma cuando mis huevos no soporten ni una gota más de leche dentro de ellos... Pero primero hay que calentaros un rato y poneros a punto y con la carne bien adobada con saliva y sobaros hasta la punta del pelo... Así, jugosos y sazonados para mi paladar exigente. Y luego, os trincho y os follo... La meteré y sacaré de un culo a otro sin parar, alternando con azotes en las nalgas y lamidas de ojete para dilataros mejor”.

El amo los miró detenidamente y continuó: “Puede que antes sondee con la mano por si hay algo en el tubo y que se os haya olvidado dentro, pero la introduciré hasta lo más profundo para rebuscar bien y daros la vuelta como a un calcetín si es preciso para observar mejor en interior de mis esclavos... Ahora, de rodillas, pelearos para chuparme la verga y lamer el jugo que suelta por el gusto que me dais al mamarla. Y antes de que os llene la boca de semen, quiero ver vuestros culos abiertos, como redondos brocales oscuros de dos pozos vacíos, que necesitan mi barrena para hacerlos más hondos y perfore una veta de la que manará la leche que aún está en mis cojones y en los vuestros... Vamos a follar hasta perder los sentidos de la carne y quedarnos solamente con la sensibilidad para gozar el placer en el alma... Seguir comiendo mi polla, mamones! Dani, mete en la boca mis huevos si Raúl no te deja un trozo de verga para lamer, pero en cuanto se descuide, quítasela y trágala entera y que se conforme él con mis pelotas... Como chupas, Raúl... vas a superar pronto a esta otra puta que lo hace como nadie... o mejor, deja que él me la coma un rato y tú lámeme el culo despacio, pero metiendo la lengua para dejarlo limpio y fresco... Eso es... Sois un par de zorras dignas de un sibarita del sexo como yo... Cambio de turno! Daní al culo y Raúl al cipote. Rápido!  Así... Más adentro, Dani, que tu lengua es más fina y puede meterse mejor...Hummmmmm... Qué jodidas putas estáis hechos! Y lo bien que sabéis como se le hace gozar a un macho! Basta! Sobre la cama y a cuatro patas los dos con la cabeza apoyada en el colchón y las manos en las nalgas para abrir el culo, que ahora toca joderos”.


Sonaron como mazas sobre una plancha de bronce las palmas de las manos del amo en la carne de los glúteos de los dos esclavos, que enrojecía después de quedarse blanca de repente.
Y la tranca de José pasó de un ano al otro, jugueteando como un niño que hace un rosario de hoyos en la arena, pinchándola con un palo gordo sin cesar.
Pero él sólo clavaba la estaca en dos agujeros.
Los esfínteres de sus esclavos, que con cada embestida se dilataban más y su redondez se acentuaba, llenándoles las tripas de aire y obligándolos a expulsar pedos al sacársela.
Y con un nuevo gas, el esclavo recibía un azote más fuerte por cerdo y pronto volvía a tener taponado el culo por el falo de grueso bálano conque los sodomizaba el amo.

Esa noche José quería que al ojete de Dani sólo lo visitase su pene y por eso no dejó que Raúl lo catase ni que compartiese con él el agujero del bonito culo del chaval.
El único macho en esa noche era el amo y los esclavos eran carne para su recreo y satisfacer su desbocada lujuria y necesidad de sexo.
Y los otros dos pitos solamente eran para mear y babarse por el gusto que les daba el amo al darles por el saco, ya que aún no había decidido si permitiría que se corriesen también.

Porque el amo pensó que en realidad era mejor que se quedasen cachondos hasta la mañana siguiente y, nada más despertar, les partiría el ojete otra vez, eligiendo a uno para dejarle dentro el semen y al otro para mearle en las tripas.

Y así pasaron las horas y poco antes de amanecer quedaron rendidos, abrazados los tres, y se fueron quedando dormidos, pero a Dani, acurrucado bajo un brazo del amo y recostado en su pecho, no hubo manera de despegarlo de él, como si temiese que fuese a dejarlo solo y a oscuras en la habitación.
El chico necesitaba más que nunca sentirse arropado y protegido por José para olvidar su miedo.

9/05/2012

Capítulo 37 / La penumbra


Al bajar Raúl la persiana de la estrecha ventana del cuarto de servicio, todo quedó en una oscura penumbra, como la mente de Dani, aturdido aún por lo ocurrido durante la tarde en el bar y asustado por la soledad y el abandono en que lo dejaba su amo, atado por el cuello y metido en una habitación oscura y silenciosa, con la puerta cerrada por fuera.
Tendría que estar encerrado al menos veinticuatro horas sin ver ni hablar con nadie, bebiendo agua solamente y aspirando el olor de su propia miasma y orines, en un aire que pronto estaría totalmente viciado.

El chico sintió un miedo indefinido a todo y a nada en concreto, pero que desazonaba su alma y le embotaba la mente sin dejarle pensar con lucidez.
Hasta por un momento le pareció ver de nuevo la sombra del otro jodido capitán que lo martirizó y al que odiaba sin paliativo alguno.

Por qué era tan duro su amo por su primer descuido en la limpieza del cuerpo para que lo usase?
La culpable fue la pereza para levantarse del sofá y seguir pasmado viendo la pantalla del televisor, en lugar de ir como de costumbre al baño y procurar estar dispuesto por si el amo deseaba penetrarlo.
Pero el chaval no se engañaba a sí mismo y sabía que la culpa era suya, puesto que la holgazanería que le entró después de comer estaba en su naturaleza perezosa y no en otra cosa que reclamase su atención con tanto interés como para dejar en segundo plano sus obligaciones de esclavo.
Y la principal era servir y darle placer a su dueño cuando éste lo reclamase, sin necesidad de previo aviso ni más contemplaciones ni amabilidades que agarrarlo y hacer con el cuerpo y la mente del chico lo que le apeteciese.

Dani se puso a llorar tragándose el hipo y amortiguando los sollozos para no incomodar más a su amo si lo oía, aunque supuso era improbable que fuese así, ya que a esas horas estaría en la cama abrazando a Raúl o follándolo y acariciándolo e incluso besándole la boca, olvidando que en un agujero de la casa estaba su otro esclavo purgando la culpa de no estar aseado por dentro cuando su amo quiso darle por el culo en un bar.
Y el chaval no se equivocaba en pensar eso, puesto que el amo gozaba con su otro esclavo, besándole el cuerpo por todas partes y comiéndoselo literalmente a mordiscos que marcaban fugazmente la carne del muchacho con los dientes de su amo.

Esa noche, José estaba encelado con Raúl y lo sobaba y tocaba con una pasión desbordada, como si fuese la última vez que podría estar con el chico y no volviese a probar su sabor ni a apreciar la dureza de su carne y la textura de esa piel sin defecto alguno que la cubría, adornándose de un sugestivo vello en los miembros y en la parte baja del pubis y los sobacos.

Aquel muchacho no sólo era fogoso porque le gustase el sexo con otro hombre.
Era pura obsesión y entrega por complacer a su dueño, de quien estaba enamorado y lo adoraba como a un dios.
José lo recorría de pies a cabeza y jugaba tanto entre sus pectorales o con los pezones, como después de bajar hasta el pene del chico y lamerle los huevos y la entrepierna, lo ponía de espaldas y seguía la línea de su columna vertebral dibujando un camino de saliva de la nuca al culo, que terminaría bajando por la raja que separan las nalgas y perderse dentro del ojete.
Salía de nuevo y regresaba por donde había venido, pero abandonaba la ruta tirando primero a la derecha por el hombro y seguir los brazos hasta chupar los dedos de la mano, volviendo luego hacia arriba y tomar el camino de la izquierda siguiendo un recorrido parecido al anterior.

Raúl suspiraba por la mil delicias que su amo le regalaba sin dejar que él hiciese nada. Solamente ser su rico muñeco de caramelo y abandonarse en sus manos.
José estaba vertiendo sobre el muchacho todo el amor contenido que no le daba desde hacia tiempo a su amante y que entonces se percató que dárselo a su esclavo no era un capricho sino una necesidad para su espíritu.

El mayor vacío que sintió su alma fue no tener con él a su otro esclavo también.
Dani conseguía apaciguarle cualquier ansia con su compañía y poseerlo le calmaba y le hacía olvidar cualquier pesar o mal trago que la vida suele dar con más frecuencia de la que a veces puede soportar un hombre normal, que no vaya dándoselas de héroe.
Pero ese crío estaba castigado y no iba a evitarle el castigo ni siquiera para satisfacerse a si mismo.
Dani no podía olvidar otra vez que su mundo era su amo y todo el resto solamente era como una realidad virtual, quizás atractiva pero inexistente en su vida de esclavo.
José recogía en la punta de la lengua cada gota de sudor que se desprendía del vello, bajo los brazos del Raúl, así como los brillantes y pegajosos hilillos de baba que soltaba el pene del chico.
Y se daba prisa por llevarlos en la boca para besar la del chaval, mezclando también sus salivas en los labios.


Raúl nunca había besado ni jamás le habían morreado la boca con tanta intensidad y fuerza.
Y habría gritado a todo la tierra que ya no le quedaba nada más sublime por experimentar en el resto de su vida.
Y al instante ya cambió de opinión porque el amo le chupaba la polla y colocaba la suya para que la mamase el chico, que superó con creces lo anterior.
Tanto, que el amo y el esclavo se corrieron cada cual dentro de la boca del otro.
Y los dos saborearon el semen y lo paladearon y lo tragaron mientras se volvían a besar en los labios y juntaban las lenguas cubiertas de esperma.

Al fin y al cabo daba igual de que cojones hubiese salido, ya que toda aquella leche era del amo.
Los dos hombres quedaron boca arriba sobre la cama, también en penumbra y en silencio, pero Raúl no tardó en volverse y abrazarse a su amo, apoyando la cabeza sobre el pecho.
Y éste puso la mano sobre la cabeza del chico para acariciarla con la mayor ternura.

Y al rato el esclavo dijo: “Amo. Puedo hacerte una pregunta?”
“Sí”, contestó José.
Y continuó el chico: “Le vas a perdonar, verdad, amo?”
“No”, respondió José.
“Amo, no me refiero a que lo saques del cuarto ahora, sino a que olvides lo que hizo”, aclaró el chaval.
“Tampoco”, dijo el amo.
El chico se entristeció y José añadió: “Si te refieres a si voy a volver a quererlo, te digo que sí. Que lo quiero ahora más que antes, lo mismo que te quiero a ti. El hecho de que tenga que castigaros si es necesario no significa que no os ame. Al contrario. Si lo hago es porque os quiero cada día más a los dos y deseo que os deis cuenta de mi amor por vosotros. No sé si es distinto al que siento por mi amante, pero sé que es tan fuerte o más que ese amor por el general. Tener a Dani me da fuerzas para afrontarlo todo. Y verte a ti junto a mi cuerpo me recuerda lo hermosa que puede ser la vida. No me gusta preguntarle a nadie si me quiere, pero me doy cuenta cuando eso es verdad sin necesidad de que digan nada. Y es lo que pasa contigo y con Dani. Sólo con miraros y ver como me miran vuestros ojos ya se que me están gritando el amor que los dos tenéis por mi”.

Raúl besó el pecho del amo y volvió a hablarle: “Dani es mejor que yo y te quiere mucho. Más que a nadie. E incluso me quiere a mi aunque lo traté muy mal. Yo nunca sentí por nadie lo que ahora tengo en el corazón por ti, amo. Y a Dani también lo quiero, pero es de otra manera. Y aunque me excite y me guste follarlo y besarlo, no es lo mismo que contigo, amo. Y menos como fue esta noche”.
Y el amo le puntualizó: “No digas fue. Di es esta noche, porque todavía no hemos terminado de gozarnos. Aún nos queda lo mejor. Ahora nos estamos tomando un respiro para seguir disfrutando y follar en serio... Esta noche me estoy privando de Dami, pero te tengo a ti para duplicar mi placer y no note su falta. Y no creas que si fuese al revés estaría más contento. No... Entonces me faltarías tú y él sería el que se duplicaría para no extrañarte. Ninguno de los dos es mejor ni peor que le otro. Sois cada uno un ser distinto y especial para mi. Lo cierto es que como mejor lo paso es con los dos juntos. Dani y tú al mismo tiempo. Mis dos esclavos y mis dos críos adorables cuando os veo dormidos a mi lado... Y ahora ven que voy a seguir dándote lo que deseas esta noche y yo necesito hacértelo”.

El esclavo se apretó contra el amo y automáticamente se humedeció por dentro y su verga se hizo de acero brillante, por cuya punta emanaba un líquido suave que le mojaba el glande.
El amo le susurró al oído besándolo: “Voy a lubricarte el ano con la babilla que sale por mi capullo y te presionaré con firmeza ese agujero para ir entrando en ti despacio, pero sin dejar de notar cada célula de tu interior... Quiero sentirte en cada milímetro de polla que te meta y apreciar el cálido tubo que me llevará al orgasmo acariciándolo unas veces y otras forzándolo a abrirse más y a engullir todo mi pene, cada vez más crecido y grueso por la palpitación de la sangre en las venas que lo recorren y le dan el calor y la dureza necesaria para que sientas que te empalo y tu vientre se llena de mi carne por entero...


Mis dedos te tocarán la piel por debajo de los cojones y llenaré la mano con ellos sin lastimártelos, pero sintiendo como elaboran el semen que saldrá por la punta de tu cipote en cuanto yo te diga que abras la espita para lanzarlo fuera... Y lo recogeré en mi mano para lamerlo contigo y olerlo mientras nos besamos la boca... Oleré el aroma de tu ser y me calentaré sintiendo que somos un sólo cuerpo encastrando el mío por tu espalda para sudar al mismo tiempo como si los poros fueses únicos para los dos... Vamos a alcanzar el grado más alto de la excitación, Raúl. Vamos a temblar juntos y estremecernos al unísono logrando que nuestros testículos parezcan los de unos siameses que comparten los mismos órganos sexuales... Ahora mi mano pasea por los puntos nervioso de tu organismo buscando el centro y en unos segundos seremos ya una sola sensación y no diferenciaremos nuestros verdaderos sentidos... Mi bello muchacho, eres tan parte de mi que podría prescindir de un corazón para renovar la sangre que nos renueva la vida ahora. Raúl voy a poseer tu espíritu más que la carne que lo encierra, porque ya fuiste mio desde la primera vez que te la metí como estoy haciendo en este mismo segundo... Hummmmm... Siempre me conmoverá profundamente este momento de la penetración de mi esclavo... Y ahora nota como voy avanzando por tu interior como si nunca tuviese fin ni tuviese un límite ni tope físico que me detenga... Una de mis manos acaricia tus bolas y el pito y la otra va de un pezón a otro, pellizcándolos sin violencia, pero irguiéndolos y poniéndolos tiesos como clavos hundidos en tu pecho... Son deliciosos y agradecidos a los juegos que les hacen mis dedos... Y tu respiración y esos jadeos y suspiros me dicen el grado de delirio que obtengo al hacerte el amor follándote... No hay placer comparable al que siento en este instante y, sin embargo, en breve será superior y una descarga recorrerá como un relámpago azulado toda la anatomía que se ha hecho una... Raúl, voy a dejar que mis pelotas te llenen y te colmen hasta el borde de leche, pero dame tú más de mi leche en mi mano y déjala que salga por este otro pene que tengo dentro de ella y que late al ritmo de tu corazón... Síííííííííí... Sííííí. Así, así, así, Raúl. Tu convulsión es la mía... Y en breve no quedará ni una gota de esperma en los cojones”.


A Raúl le rebosaba en cantidad la gruesa lefa del amo por el culo y los dos seguían besándose con sabor al caliente y espeso esperma del chico.

Mientras Dani, en su oscuro encierro, seguía llorando desolado y miedoso ante las sombras que lo atenazaban por todas partes.
Ese castigo le sería difícil de olvidar al guapo muchacho.